La llegada del AVE a muchas ciudades españolas está suponiendo un transformación radical de las más importantes urbes del país a nivel urbanístico. La incardinación del tren de alta velocidad conlleva la creación de nuevas infraestructuras y suele ir acompañada del soterramiento parcial o total de las vías que, tradicionalmente, dividían nuestras ciudades en dos, hiriéndolas y generando un entorno feo y peligroso, más propio del siglo XIX que del siglo XXI.

Alicante no es una excepción y la capital provincial vive inmersa en este proceso de transformación arriba referido. Desde luego se trata de una oportunidad, las obras de esta magnitud nos sitúan ante un momento histórico. No obstante, no nos llevemos a engaño. Que haya una transformación no quiere decir que esta se resuelva de la mejor de las formas posibles.

Crisis quiere decir cambio y va a haber un antes y un después de la finalización total de las mutaciones ligadas a la nueva situación del tren en nuestra ciudad, esto es evidente. Sin embargo que exista una coyuntura potencialmente estimulante no quiere decir que se aproveche la ocasión…al contrario, hay muchas posibilidades de que todo se sustancie en falso, se haga a medias y se desaproveche un ocasión vital.

Si Alicante no resuelve esta impase y consigue sacar lo mejor de si misma para reivindicar a las diferentes administraciones la ejecución de las obras de forma conveniente perderá sin duda décadas y quedará adormecida, desaprovechada y sin potencial.

Este tren, nunca mejor dicho, pasa una vez cada 40 o 50 años y podemos perderlo, es muy posible que perdamos esta oportunidad.

Concretemos algo más: ¿Qué es aquello que está en juego?. En los terrenos ocupados por las antiguas vías de Renfe está prevista la construcción de viviendas, comercios y un gran parque central. ¿Quién planificará este desarrollo urbanístico, quién se beneficiará de los réditos económicos que se extraigan eventualmente de estas operaciones, con qué criterios se tomarán las decisiones clave?.

Tengamos en cuenta que se trata de un tema enrevesado, muy enrevesado. Diferentes administraciones públicas han de actuar y coordinarse: el ministerio de Fomento a través de su entidad pública ADIF (Administración de infraestructuras ferroviarias), Generalitat y ayuntamiento.

Es muy posible también que diversas empresas privadas tomen parte en el proceso, ejecutándolo parcialmente. ¿Con qué criterios se decidirá que compañías participarán?, ¿Qué se les puede exigir a cambio de los beneficios que puedan obtener?.

Como podéis observar son muchas las preguntas que lanzo. No tengo ni pretendo tener las respuestas. Lo que sí puedo afirmar es que en el pasado Alicante ha sido una ciudad caracterizada por no ser planificada y pensaba en función del bienestar de sus ciudadanos. ¿Volverán a responderse estas cuestiones arriba planteadas en reuniones opacas de promotores destacados y representantes políticos que no representen realmente al pueblo?.

Espero que no sea así en esta ocasión. El nacimiento del parque central puede significar un punto de inflexión para Alicante, puede relanzar la ciudad y quedar para la historia como una oportunidad aprovechada que marcó positivamente los inicios de su desarrollo en el siglo XXI.

Considero que para conseguir que se materialice en el mejor de los proyectos posibles necesitamos básicamente tres cosas: transparencia, colaboración entre administraciones y que los partidos políticos alicantinos alcancen un consenso rotundo, sólido, sin fisuras.

Sin embargo, de nuevo nuestra reciente historia política municipal nos invita a no ser demasiado optimistas. Tras un largo período del gobierno del PP, la alternativa política que lo desalojó del poder, el tripartito de izquierdas, no fue capaz de articular una mayoría sólida que gobernara la ciudad.

Actualmente el partido que sostiene al alcalde popular Luís Barcala, únicamente cuenta con 8 concejales de un total de los 29. La ciudad padece una situación de clara fragmentación política que dificulta la gobernabilidad. Tengamos en cuenta que, además, las elecciones municipales tendrán lugar muy pronto, en mayo de este 2019. Sabemos que los tiempos pre-electorales incrementan la tensión entre los partidos, que tratan, legítimamente, de diferenciar sus propuestas para atraer a los votantes.

Este proceder de los partidos es lógico y deseable. Pero también se les puede y debe exigir que, incluso con una votación tan decisiva a la vista, sean capaces de unirse y reivindicar un proyecto común que permitan a los ciudadanos disfrutar del mejor de los alicantes posibles en relación al parque central y a las transformaciones de la zona de Renfe.

Cada alicantino individualmente y las asociaciones cívicas y de vecinos deben ser al tiempo co-responsables en este proceso, sentirse protagonistas. Administraciones, partidos y sociedad civil han de conseguir generarr un proyecto atractivo, pactado por todos en la medida de lo posible.

Para aquellos que sigáis la actualidad os propongo dos ejemplos de ciudades próximas que están resolviendo de manera diferente este crucial asunto: Murcia, que ha quedado lamentablemente marcada por el no-soterramiento y el conflicto, y Valencia, que empieza a disfrutar de su parque central.

Si esta cuestión del parque central se resuelve bien podríamos estar ante una oportunidad única para acercarnos al objetivo fundamental al que, creo, ha de aspirar a alcanzar Alicante: contar con un modelo de integral de ciudad, que cohesione a nuestra capital y le permitan liderar las transformaciones necesarias para situar a la cuarta provincia de España en población en el lugar destacado que merece.

Este es el reto, el parque central es una piedra de toque fundamental, el nudo gordiano que servirá para revitalizar el Alicante moderno. Trabajemos unidos, hay mucho en juego y la ciudad merece que aprovechemos esta excelente ocasión.

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