“y vivir sabiendo que ni todos los escorpiones son tan malos ni todas las ranas son tan estúpidas”

Natxo Vidal (Monóvar, 1978) es profesor de música, en la especialidad de trombón. Es autor de los siguientes poemarios: Atrás no es ningún sitio (Universidad de Murcia, 2006. Accésit en el VI Premio de Poesía Dionisia García), Sal en los ojos (Los papeles del sitio, Sevilla, 2012. Finalista en los Premios de la Crítica Valenciana 2013), La niña que jugaba a la pelota con los dinosaurios (Huerga y Fierro, Madrid, 2013), Ícaros desorientados (Raspabook, Murcia, 2015), Mi parte de la pólvora (Huerga y Fierro, Madrid, 2018), Así termina (Frutos del tiempo, Elche, 2020), XL (La Fea Burguesía, Murcia, 2021. Finalista en los Premios Nacionales de la Crítica 2022) y 106 Palabras (La Fea Burguesía, 2023). Igualmente, ha publicado el libro de relatos Stravinsky en el Birdland (Colección Sudeste, Cartagena, 2018). Ha colaborado con las revistas de arte y literatura El coloquio de los perros o La Galla Ciencia y parte de su trabajo aparece, además, en otras revistas, foros y fanzines. Forma parte de la antología de relato breve Semana de Pruebas (Lagartos editores, Almería, 2009) y ha recitado sus textos en Murcia, Alicante, Almería, Cartagena, Madrid, Valencia, Albacete o Nueva York, entre otros lugares. Actualmente es profesor de trombón en el Conservatorio de Música de Murcia.

106 palabras es un poema para leer de una sola vez, que cae sobre el lector como una cascada, como un torrente que empuja al lenguaje para ir más allá, para irrumpir en el interior de cada uno y crear sensaciones que son difíciles de nombrar. En este libro, Natxo Vidal Guardiola da un paso adelante y juega como un creador que da forma a otros mundos, demuestra que las palabras siempre son insuficientes cuando hablamos de poesía.

Las secuencias que componen este paisaje escrito tienen un nexo (conjunción y) que provoca la incesante lectura. Como partes de un todo, las secuencias se suman en la mente e incitan a la observación; despiertan los sentidos y la imaginación para dejarnos llevar de la mano del poeta y hace objetivo lo imposible.

“y cerrar los ojos para creer en la existencia de los peces-árbol: dicen que crecen árboles en las escamas de los peces que se alimentan de semillas. Y que saben de pan los pájaros que vuelan sin mover las alas”

Hay imágenes que, desde el toque simbólico y surrealista, convierten el texto en un territorio que experimenta con la luz y con todos los espacios que la limitan. Reflejos con los que Natxo nos acerca a su universo, cargado de intertextualidad, de referencias culturalistas y lecturas. Un inventario que cada uno, cada una, irá descubriendo al acercarse a sus versos y provocará, al menos así me ha ocurrido a mí, una tormenta de reflexiones.

“y recitar en voz alta, una y otra vez, el arranque del libro segundo de la Eneida: Espantable dolor es el que mandas, / oh reina, renovar con esta historia / del ocaso de Ilión, de cómo el reino, / que es imposible recordar sin llanto, / el griego derribó: ruina misérrima / que vi y en que arrostré pena tan grande”.

Las desazones, las incertidumbres, abren huecos entre las palabras y dan fe de una realidad que salpica y convierte al poeta en cómplice del lector con la magia que supone un diálogo silencioso.

En 106 palabras aparecen temas tan importantes como el paso del tiempo, la belleza, la muerte o el amor desde un punto diferente y propio. El poemario transita la dualidad oscuridad y luz sin caer en falsas luminiscencias. Celebra la vida desde un prisma muy personal, fantaseando con el vértigo y llenándonos del pálpito que significa estar vivo y seguir en la brecha, cada día. Seguir, vivir, escribir:

“y medir un poema por el más hermoso de sus versos. Elegir la escama más brillante, al limpiar el pescado. El amuleto más bonito, de entre todas las piedras. Y convertir, después, la escama en poema. Luego el poema en piedra. La piedra en amuleto. Y acoger, finalmente, el misterio de su brillo de plata, su danza circular, su extraño modo de perseguir las larvas al arrojarlo al agua”

El poemario, cargado de belleza y corporalidad, nos descubre un imaginario personal e íntimo, con la sensualidad y el carácter característico de Natxo Vidal, que en esta ocasión se acerca a lo performático y a lo experimental. Resalto a los PECES-ÁRBOL, una imagen que mantiene en todo el poema y que me resulta esencial, pero se podrían nombrar muchas otras.

“y cerrar los ojos para creer en la existencia de los peces-árbol: dicen que crecen árboles en las escamas de los peces que se alimentan de semillas”.

Dice el poema central del libro:

“Esto / (alguna cosa más, / alguna cosa menos) / es lo que Marina Abramovic puso sobre aquella mesa. / 13 palabras agudas / 72 palabras llanas / 3 palabras esdrújulas // 18 monosílabos // Luego me dijo pero no habría servido de nada de no ser por mi cuerpo. / Marina Abramovic me lo dijo, mientras comíamos langosta y las luces de la Torre Eiffel cambiaban de color. El poema es tu cuerpo.”

Quiero destacar también la gestión de los silencios, de los espacios en blanco.

La soledad y la incertidumbre se plasman en 106 palabras pero sin perder el tono crítico, tan característico de la voz poética de Natxo Vidal.  

Sus afirmaciones llenas de profundidad nos acercan en algunos momentos a la concepción aforística. Por ejemplo, cuando habla de seguir vivo y no dar fruto. La palabra exacta, el despliegue de significados, se concentran para meter el dedo en la llaga y dejarnos ver la profundidad de pensamientos y la carga reflexiva que Natxo ha puesto en esta obra.

«Comprender, pasado el punto en que ya nada se comprende, que el futuro es solamente un ojo de una cerradura».

La experimentación y la sonoridad se suman a lo largo y ancho del poema. Además, la resonancia de las palabras, las repeticiones que hace en algunos momentos, refuerzan hábilmente el discurso.

“y dibujar garabatos de sangre de sangre baragatos de sangre garagatos de sangre baragatos de sangre gara vatos de sangre bagaratos de sangre batagaros de sangre sobre mi piel desnuda, para ser el poema”

En 106 palabras el poder de lo nombrado, la metamorfosis del poeta a través del lenguaje y del juego forman una red muy bien tejida este libro. El sentido creacionista hace que ese concepto de equilibrio imposible nos acerque a las contradicciones.  De este modo la poesía es herida y pulmón, cuerpo, carne, sangre. Leamos.