“En un abrir y cerrar de ojos / el tiempo implacable se ha evaporado / y como por arte de magia, / una buena / mala mañana / te despiertas mujer madura. // Como en el caldero de un aquelarre / has quemado tus pócimas / mientras desnudabas frente al espejo / tus arrugas y tus congojas”.

Annabel Villar (Montevideo, 1955). Poeta y promotora cultural. Miembro del liceo Poético de Benidorm (socia fundadora y actual tesorera), de REMES (Red Mundial de Escritores en Español), Poetas del Mundo (Uruguay) y World Poetry Movement (WPM). Tercer premio de poesía del “IV Certamen de Poesía, Relato Corto y Fotografía Traspasando fronteras” (Universidad de Almería, 2010). Gran Premio Oriente-Occidente de las Artes, Academia Internacional Oriente-Occidente, XVI Festival Internacional Noches de Poesía (Rumanía, 2012). Distinción a su labor cultural, trofeo de la Asociación de Artistas Plásticos Unidos (ASPU) y de la Tertulia Camino al futuro (Montevideo, Uruguay, 2011). Primer Premio de Poesía Interactiva de los III Juegos Florales del siglo XXI de A-Brace Cultural (Montevideo, Uruguay, 2011). Ha sido invitada a diversos festivales y encuentros nacionales e internacionales de poesía e incluida en numerosas antologías. Sus poemarios publicados son Viaje al Sur del Sur (2015) y el bilingüe Claustrofobia y vértigo (2018).

Annabel Villar llegó de Uruguay en 2002 y, a pesar de tener un gran sentimiento poético, fue en España donde empezó a escribir. Su mirada introspectiva es una constante en toda su poética, un intento de explicarse a sí misma y al mundo que le rodea bajo el prisma de una mujer madura que sabe dónde quiere estar; que sabe cuál es su lugar.

Viaje al Sur del Sur es, tal y como ella misma describe, un punto de partida y de llegada. Un poemario que une su viaje geográfico desde Uruguay, con ese periplo interno que nace de las entrañas y de los sentimientos para dibujar nuestro recorrido vital. Usa el Sur como referencia para jugar con los parámetros espacio-tiempo, para descubrirse a sí misma y enlazar con su infancia; para reflexionar sobre la madurez.

“A veces recuerdo los tiempos dichosos, / ayunos de dudas, plenos de certezas, / despojados de inquisiciones, / pletóricos de certidumbre. // Entonces deambulo sin rumbo fijo / por los entresijos de mi alma, / y descubro que la duda se ha instalado / y reina e instila su veneno en mis venas”.

Desde su propio vientre de mujer, alumbra cada poema y nos hace partícipes de su verdad, una verdad que se construye de manera perpendicular a la fantasía del País de las Maravillas y en la aparecen algunos personajes de la obra de Lewis Carroll. Así, la figura de Alicia toma un papel protagonista tanto en Viaje al Sur del Sur como en Claustrofobia y vértigo. La autora nos muestra las distintas caras de la existencia y penetra en esas profundidades que, verso a verso, disertan sobre el olvido, la memoria, el paso del tiempo o los sueños. Esos misterios que dan forma a un mundo poliédrico de exploración personal.

“Alicia no sabía que detrás del espejo / no existía un país de maravillas. / Ni tampoco sabía – mientras se deslizaba- / que no había luz al final del túnel. // Solo estaba la vida cotidiana / secuestrando las horas privada de la sangre / que corre por las venas y la acerca a la muerte, / metástasis de la vida”.

Annabel Villar escribe sus sentimientos y sus grandes preocupaciones para, más tarde, trabajar intensamente una métrica no clásica, pero sí muy personal. Después se despoja de lo excesivamente propio y transforma sus palabras en un poema. De esta forma, la belleza que siempre acompaña a sus escritos llega de una manera directa e íntima. Metáforas y recursos poéticos se ponen al servicio del lector para que haga su propia interpretación y descubra en ellos todo aquello que, subjetivamente, le puede ofrecer la composición.

“La letanía / de papeles en blanco / hace bailar / -sin ton ni son- / las letras en tu mente. / La turbia sinapsis de tus neuronas / está desconectada, / ya no hay discursos / ni cursos ni recursos / y menos aún prosas / o poemas ajados, / aquellos que en su duelo / se abren camino / hasta llegar al cúmulo / de borradores en que ha terminado / tu propio y siempre remoto libro”.

Pasado, presente y futuro son elementos que están muy latentes en sus dos libros de poemas. Desde la idealización del aquí y ahora, el pasado nos convierte en lo que somos y el futuro es todo lo que ansiamos. Poéticamente, el presente es fruto de estas variables. Madre e hija son la misma mujer. Todo está en el circuito de la vida, en ese ser maduro que, al cabo de los años, sigue aprendiendo en este viaje sin retorno que es la existencia.

“Ahora ya todo es presente / y el vacío se llena / con el vértigo de las horas; / el abismo del aquí y ahora / se abre sin cerrojos y espontáneo / a la dictadura del hoy / que le ha cerrado / los párpados a las certezas. // Ahora llegó la hora / de la calma de las arrugas, / de la paz del adentro / y de las páginas en sombras, / el momento de las copas de vino / deshaciendo su rojo frente al fuego”.

Su poesía es un ejercicio de autoconocimiento, un trabajo interior que comparte al escribir, una verdad innegable que se percibe aunque se niegue. El verso se fundamenta en el propio significado, esa es su fuerza. Tanto es así que la denuncia social, la reivindicación y el compromiso, junto a su ideología abiertamente de izquierdas, forman un poso importante en su obra.

“Para ellas no son los terciopelos, / ni los encajes ni las muselinas, / solo telas rústicas, / solo voces ásperas, / solo gestos duros. // Para ellas no son los libros, / ni los pupitres ni las academias, / solo fregar, lavar, picar, cavar, sembrar y recolectar, / soñar no está permitido. // Pero siempre hay algo peor… // Marginadas tras los velos, predicando en desiertos pedregosos, / en su tercer mundo de campamentos / sin oasis, ni futuro, ni presente, / viendo pasar la vida ante sus ojos / entrecerrados por el sol y por la pena”.

Su escritura se destaca por la musicalidad, por la dulzura del lenguaje, por su vinculación a la tierra y por todas las imágenes que abren los sentidos. El tema ecológico lo tiene muy adentro y sirve de base para la búsqueda de su interioridad. En plena vorágine recupera el silencio y medita sobre los dolores del alma, los recuerdos y la esperanza. Vida cotidiana, tristeza, amor, sensualidad, dulzura, fuerza, decisión, se unen en ese sentir identitario que tienen sus letras.

“Una pila de ropa por planchar, / unas plantas que riego en la bañera / cada domingo indefectiblemente, / una vecina inglesa que las cuida / el domingo que me ausento por viaje, / unos discos compactos que casi no oigo / y unos vinilos que echo en falta / porque he sido capaz de abandonarlos. / (…) / Unos peldaños insolentes / que oscilan a mi paso… / vértigo, / ventanas siempre abiertas… / claustrofobia. / Vértigo y claustrofobia”.

Annabel Villar es una poeta vitalista. Su visión filosófica y existencial anida en sus letras con la intención de encontrar el equilibrio. Un punto de referencia para ese centro de energía que nos amarra a la tierra y nos hace sentir la libertad individual dentro del compromiso colectivo. La justicia es esencial y como mujer eleva la voz para ser reflejo, espejo, imagen que sobrevive sin límites y sigue su rumbo. En sus palabras, “el escritor pone el punto final, / el lector cierra el libro, / para los personajes / no hay alivio de luto / porque / -indefectiblemente- / mueren”. Disfrutemos de la vida. Sigamos leyendo.