“Nunca he probado la tregua, / el acto de vivir sin lastres. // No sé olvidar / la esencia de lo perdido, / el sudor derrotado / que se seca bajo una ducha / de superficies salvajes. // No he aprendido a ser piedra”.
Iria Fariñas (Madrid, 1996) es escritora, artista plástica, organizadora de eventos literarios y directora del proyecto sociocultural RNM (Reescribiendo Nuestro Mundo), en el que se integra el trabajo creativo como herramienta de desarrollo humano en el aula. Además, forma parte de diversos proyectos en proceso de creación (performances músico-poéticas, fanzines, etc.), de colectivos (La sed, El hambre, Poetry Slam Alicante) y de antologías como, por ejemplo, 52 semanas(Entropía ediciones) o la del laboratorio de creación de Cosmopoética. Sus vídeos son multidisciplinares, pero la raíz siempre está en la poesía y la literatura. En 2019 quedó finalista del III concurso de microrrelato IASA ascensores, cuya antología publicará próximamente Páginas de espuma.
Tiene cuatro libros publicados: La promesa de Kimbalá (Ed. Athia, 2010), Ayer ya será tarde (Ed. La poesía mancha, 2019), Antinomia (Ed. Postdata, 2020) y Vista aérea (2020, Ed. Entre Ríos).
Mirar a través de los ojos de Iria Fariñas es desdoblarse, sentirse parte del enigma de los sentimientos y abrazar el lenguaje como máximo refugio ante todos los naufragios. Su mirada recorre el mundo y deja espacio para que todo ocurra, para reinventar cualquier realidad y convertirla en un poliedro lleno de espejos que deforman cualquier creencia inamovible. En sus poemas encontramos palabras que se entrelazan y crean nuevas realidades, que se unen para renovar significados y fortalecer sus versos.
“El hombre del walkman / tiene una sobredosis de arrugas / y es todo huelga de peso, / los auriculares le reptan pretéritos. // ¿Escuchará lo que pudo haber sido / y no fue / y no será? // La madriguera de sus pupilas / oculta demasiados solsticios nublados. // El hombre del walkman / es un paréntesis en sí mismo, / un ayer que insiste en existir, / sus zapatos ya no tienen suela”.
En Vista aérea, la poeta nos muestra un plano general de la vida. Una cuenta atrás que desemboca en la propia comprensión. El deseo, la fascinación y los sueños se dan la mano con lo matérico, con las relaciones que se tocan para salvarse, para fraccionarse o unirse en un terremoto de emociones que entra por los sentidos y da forma a los afectos. La vida es dinámica y la marea interior nos hace tomar perspectiva.
“se abisman / cabezas de alfileres / en todas partes / agujas / ejércitos de puntos // un estallido de incertidumbres // pinchan / no duelen / están lejos // sus conflictos tendidos sobre el vértigo // cabezas de alfileres que resisten / y luchan los ojos / no veo sus perforaciones / me las clavo / inútilmente // distancia ciega / me ahogo // lejos de los márgenes / el desastre de la belleza / es un hilo tenso / y yo una pupila rota”.
El dolor, las crisis, la fuerza que abre grietas y descompone el universo son parte del camino. Una forma natural de estar que busca salidas y se reconforta en el propio yo sin renunciar a nada. La belleza y el ímpetu se funden en una filosofía personal que bebe de la propia memoria y se reconstruye ante las derrotas.
“Estoy vacía: / he desalojado a rastras / los gritos consumidos de llantos / y los huecos de yeso / y las paredes falsas / y los portazos con que crujieron / mis vísceras; / he volcado mi estómago / sobre un río de agujeros. // Estoy vacía: / he disociado nubes y raíces / hasta sufrir mal de altura / al caerme sobre la cumbre / de mis dudas furiosas. // Estoy vacía: / por fin puedo empezar de cero”.
En un baile de contrarios nace Antinomia, un impulso, una fuga hacia adelante que se alimenta de dudas e incertidumbres para crear nuevos espacios de supervivencia. No existe la luz sin la sombra y viceversa. Desde esta comprensión, el acto poético es la propia respiración, una manera de estar en el mundo, el poder salvífico de la escritura. Todo es amor, anhelo y descubrimiento, aspiración efímera y fuego carnal.
“Quiero mostrar el beso, / ¡sigue vivo! / ¿Notas la vibración? / Labios sellados, ecografía oblicua. / Ahí, ¿percibes sus intenciones? // La habitación, la herida. / La piel queriendo revivir como el beso. / Tejidos que mudan. / Ronroneo compuesto por la deformidad / de la inercia contenida. / Dentro, la conversación carente de lenguaje”.
Amar forma parte del ciclo incesante de la vida. Con la perfección de un círculo la autora nace, muere, renace, se transforma para arder en cada instante, con la intensidad de quien conoce la fugacidad del tiempo y no se somete a los relojes. Preguntas, dudas, ausencias, tormentas, respuestas y quietud componen ese enlace con lo cotidiano que se extrapola al papel en forma de poema.
“Daños de agua versus piel: / en tu lucha preguntas / nuestra ausencia. / La falta vence al tiempo: / perdido entre sales, / se evapora”.
La impresión imaginativa de Iria Fariñas crea un cosmos simbolista que permite asociar la contundencia de lo sensible a un escenario onírico. La crudeza, el dolor, la melancolía, la sensibilidad se sientan frente al vacío y crean un diálogo en el que cada cual puede dibujar su propio paisaje. Su poética vibra, grita y quiere volar ante la realidad incomprensible. Y es que, en esta vida “no hay más / que este sube y baja, / inhalación y exhalación, / donde no caben / las órdenes, las direcciones / ni el miedo / a la luz”. Respiremos. Leamos.
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