“no quiero convertirme en un poeta / aburrido sería lo peor / que podría pasarme // un poeta aburrido // no pertenece a la poesía ese lamento // un poeta aburrido / es una voz infértil / un bostezo un adormecimiento // un tiempo insoportable // lo contrario de todo / todo este marmoteo qué sería ¿sería diversión? // en poesía el antónimo / de aburrimiento / es necesidad”.

Luis Miguel Sanmartín (Alicante, 1967) cursó estudios de Psicología en Valencia. Enamorado de la vida, escribe poemas por vocación y por necesidad. Además, difunde poesía a través de las redes sociales, presentaciones, recitales, charlas literarias, entrevistas a poetas, proyectos educativos. Es coordinador y director, junto a Cristina Sarrió, del ciclo literario “Oscuras golondrinas” y colaborador del programa radiofónico “Conectados en la noche”. Sus poemarios publicados son   ...Y ahora somos tres (Poesía eres tú, 2018), Art Nouveau (Llanura, Colección Erato, 2019), TRECE(Olé Libros, 2019), Impostor. Antología (in)édita ilustrada y comentada. Poemas de Luis Miguel Sanmartín (Llanura, 2020), coordinada por Cristina Sarrió, y Frost (escarcha) (Abismos del Suroeste, 2021).

Cuando uno se decide a escribir desde la emoción, a volcarse en el poema bajo la premisa de la experimentación, se produce una catarsis que nos lleva a profundizar en nosotros e ir más allá del lenguaje, un intercambio entre el papel y uno mismo que nos arrastra hacia un proceso de búsqueda y disfrute, de sentimiento lúdico que se plasma en los versos y en toda su estructura. Desde esta perspectiva, Luis Miguel Sanmartín ofrece un sentir compacto que se apoya en la construcción, en la intención que unifica cada uno de sus libros y les da entidad propia. El nombrar, y cómo se nombra, deja de ser el medio para convertirse en el objeto poético. Así encontramos un interés fundamental en el significado que se sitúa por encima de la lírica.

“no tienes que ofrecer / la urdimbre el compromiso la tramoya // eso es trabajo nuestro // no hay necesidad / de hacer de tripas corazón / y viceversa // no hay necesidad // la espuma las volutas lo que sea / así de claro así / me da igual lo que sea // yo quiero que el lector / cuando lea el poema / diga pues sí / esto es algo redondo / no sé cómo explicarlo // puede ser un bombón o una catedral”.

En TRECE, desde la primera página, advertimos la importancia del aspecto visual, de la métrica y de la propia palabra. Un juego que surge de trece tercetos endecasílabos y que, capítulo a capítulo, dibuja en el espacio segmentos emocionales y obsesiones metapoéticas. Diversos juegos que dan protagonismo al acróstico del título y ponen de manifiesto las travesuras del poeta.

“vivió en la caracola algunos días / y se sintió molusco floreció / y las valvas azotan sus meninges”.

“(sin tabaco) sumido en los poemas / como si el tiempo fuese una pregunta / que jugaba en su contra sin sintaxis”.

“introdujo palabras (palimpsesto) / en un poema antiguo desusado / y supo así alumbrar sus ecuaciones”.

En cada una de sus obras, junto a la indagación y la investigación, se adivinan formas poligonales que, a pesar de seguir un hilo conductor, nos plantean miradas ambiguas y contenidos llenos de preguntas. Es por eso que la intelectualización de las dudas y el desconocimiento es uno de los temas fundamentales de su poética.

“un infeliz intemporal / un infeliz que gasta su saliva / sin secretar ni movimiento / un infeliz rotundo y onanista // pero por dios que ya tocaba / escribirte un poema / un poema procaz / de bocas que comen pezones / de dedos que entran en la inmensidad / se sacian se humedecen // un poema con palabras /que normalmente nunca se utilizan // ya tocaba escribirle algunos versos / a la chica luciérnaga // esa que pasa todas las mañanas / por delante del bar donde almorzamos // más o menos alegres // un poco moribundos”

La sonoridad, otro de los aspectos que subyugan al poeta, se convierte en piedra angular, en un ingrediente casi obsesivo a la hora de crear. El juego y los ritmos se entremezclan para aportar luz. De esta manera, la osadía, el no tener miedo y avanzar se plantean como forma de descubrir mientras se trabaja.

“sí los bonobos sueñan // (son) sus sueños de bonobos // tiempo para el consuelo / tiempo de desnudez/ tiempo de dentaduras y parásitos // tiempo de chapuzones y chillidos // los ojos no le niegan / a nadie la poesía”.

En Frost (escarcha), el autor se muestra descarnado. Parte de la incertidumbre para revelar su desnudez, para hacernos partícipes de su vida, para presentarse con una máscara poliédrica que nos sitúa en una escena llena de sentimientos y emotividades, de realidades y máscara. Su voluntad comienza con el frío más absoluto hasta derretirse (derretirnos) con la pureza de las verdades. Poema y vida se entremezclan, nos acercan al precipicio del amor, del corazón abierto.

“aquel viejo dilema / de la filosofía

el ser y el parecer / un ovillo de lana

se deshace en la noche / el suelo está muy frío

un gato brinca porque / sabe medir tinieblas

sombras esferas frágiles / irisadas pupilas

luz evadiendo la / distal cosmovisión

nada extraño se escucha / todo aparenta calma

pero les aseguro / que un yo desmadejado

un morador vacío / de esa casa en penumbra

un ciego ser sufre un / dolor insoportable”

Luis Miguel Sanmartín es un estructuralista que habla del amor, de la escritura, de sus dudas; del poema que abre una brecha y nos escarcha el alma y no nos deja respirar. Aunque fiel a la poesía, une géneros y construye diálogos que acortan las distancias, que deshacen los cubículos y agitan las fronteras de la creación. Como él mismo afirma, “todos los poemas son el primer poema, lo anterior no sirve”. Así, los poemas son una fuente de la que el poeta bebe para sentirse vivo, vibrante. Sintamos la dulzura y la diversión de los versos en la boca del estómago. Leamos.