“Te miro a ti, / a vosotros que vivís dentro de mí, / y veo lagos, islas / y arrecifes de coral, / atardeceres deslumbrantes, / prados oceánicos con un brillo lunar. / ¿Acaso no lo veis? / El tesoro siempre ha estado ahí, / en la médula de la pena, / en el abismo de la soledad”.
Mª Engracia Sigüenza Pacheco (Orihuela, 1963) es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, en la especialidad de Psicología, por la Universidad de Murcia. Trabajó en el campo de la psicología clínica, ha ejercido la docencia y actualmente se dedica a la orientación educativa. Ha participado en diversas antologías, libros colectivos, exposiciones y montajes audiovisuales, y publicado artículos y poemas en revistas y periódicos (Norte: revista de psiquiatría y salud mental, Empireuma, Cuadernos del matemático, Opticks magazine, Las afinidades electivas, Frutos del tiempo o minutocero.es). Su poema “Utopías” resultó finalista con mención Honorífica en el I Premio Nacional de Poesía Villa de Madrid 2015, y su microrrelato “La joven” ganó el V Concurso de microrrelatos convocado por la editorial ACEN. Ha publicado los poemarios El fuego del mar (Celesta, 2018) y Huellas en el paraíso (Ars Poética, 2019), y tiene inéditos el libro de relatos Nadalia y otros relatos, y la recopilación de artículos y reseñas Por amor al arte: cine, literatura y coeducación.
Huellas en el paraíso es más que un libro de viajes. Es una matriz de ciudades y esferas donde la poeta vive y revive cada instante para convertir en intemporal la propia experiencia. Sus poemas nos recuerdan que la vida es fugaz, que el mundo es un espacio limitado por el nacimiento y la muerte, y que ese círculo empieza y acaba en la luz. La propia vida es una travesía contradictoria cuyo movimiento (hacia dentro y hacia fuera) da sentido a la existencia.
“Nosotros lo supimos: / la vida era una ráfaga / de belleza insondable, / un instante que nos petrificaba. / Así quedaremos para siempre: / jóvenes, hermosos y amados, / polvo de estrellas…/ Auroras radiantes / en el dédalo intemporal / de la Memoria”.
Cada poema de Mª Engracia es una búsqueda que invita al lector a sumergirse en un recorrido subjetivo a través de las piedras, del arte, de los elementos que conforman el Universo. El tiempo es símbolo y hábitat natural del viajero. La memoria es un tesoro que nos detiene y nos hace sentir el presente que se va, pero perdura en cada uno de nosotros.
“Por las calles del recuerdo / pasea mi corazón solitario, el viento preñado de voces / lo arrastra a los jardines del tiempo.”
Esa manera de apreciar el camino, a cada paso, como un trayecto que comienza con el propio nacimiento y tiene un destino inevitable, permite que el corazón ejerza de ojos y transforme todo lo que ve en objeto poético. Así, el dolor, la muerte y el amor se enraízan en las vísceras de la humanidad y dan sentido a este espacio en el que transitamos.
“Amanece un día más. / Los misterios de la noche / sufren la metamorfosis del Alba. / De mis ojos se aleja el velo de la oscuridad. / Otro día más me aturde la vida / que se abre ante mí, / un gigante que muestra / toda su miseria y su esplendor.”
En la poesía de Mª Engracia Sigüenza, las imágenes y las paradojas son elementos fundamentales. Esto tiene relación directa con su claridad frente al concepto de que el mundo está lleno de elementos contradictorios que se complementan. Así, la gran paradoja en la que apoyar su discurso sería la muerte como generadora de vida.
“Multitud de seres nacen, / crecen y mueren cada día. / Forman parte de la Tierra, / son árbol y semilla. / Viven juntos, / y florecen y maduran / unidos por un hálito insondable. / Pero están solos, / solos en el infinito país del Universo”.
La mitología está muy presente en su obra y se sirve de ella como herramienta para generar metáforas y como recurso de imágenes. Un fondo para dibujar un paisaje propio y avivar la llama creativa. De esta manera, su imaginación vuela y se apoya en personajes mitológicos que hacen de espejo. Entra en un juego de identidades lleno de misticismo y realidad.
“Me llamó Zeus / desde su morada / y Poseidón, cómplice, / me envió la sal pura / de su aliento. / No tardaré, le susurré / a la isla primigenia. / Yo te pertenezco, / también llevo / un laberinto en el alma. / Pronto acudiré / querido Mare Nostrum, / Zorba me aguarda / en tu mítica orilla.”
El amor por la creación y por la naturaleza es otro de los aspectos que acompañan la poética de Mª Engracia Sigüenza Pacheco. Su interés por lo esencial, por el tejido emocional intrínseco a la propia existencia y por los pequeños detalles que nos rodean son una continua referencia en sus letras. Siente con la humildad de aquel que observa y se llena con todo lo que le ofrece la globalidad del universo. El aquí y el ahora invaden la memoria, lo ya vivido, para convertirse en rabioso presente. Como consecuencia, a lo largo del poemario, se puede disfrutar de lo que es, fue o pudo haber sido. Pisamos la frontera entre los recuerdos y la propia realidad, que hacen de filtro de la experiencia, salpicándonos de anhelo y sueño.
“Pasado, presente y futuro, / voces sin tiempo que me reclaman. / Ciudades que laten con estruendo, / la infamia, el llanto y el dolor, / la conciencia, el amor y la dicha, / los muertos al lado de los vivos: / todo clama dentro de mí, / nada me es ajeno. / Escucho el rumor de mi lava, / siento el crepitar de mi pecho.”
Su curiosidad, y esa conciencia de que somos finitos, se agarra a cada poema que compone Huellas en el paraíso para invitarnos a disfrutar del viaje, de la pasión y la energía telúrica que genera la autora.
“La Vida. / Cierro los ojos / y dejo que llueva sobre mí. / Escucho sus gotas vibrantes: / una sinfonía, / un grito, / un susurro estremecido. / Dejo que me arrastre / su flujo enigmático, / las lágrimas de su luz.”
Belleza, arte, mito y resilencia acompañan cada verso en este poemario vitalista e íntimo que juega en un baile de contrarios para tomar conciencia de todo lo que tenemos alrededor, del milagro que significa respirar. Conciencia que bebe del amor como poder que transforma y nos hace soñar hasta el último latido.
“Cuerpos fértiles, / enredaderas de manos y de labios, / sexos como posidonias, / el faro que gira y gira / imperturbable a nuestro alrededor; / danza derviche de la luz, / aviso de naufragios, / advertencia inútil para los amantes. / Te aferras a mi ardor / y yo me entrego a tu espejismo. / Reverdecemos / en la dulce insolación / de la noche”.
Mª Engracia Sigüenza Pacheco es una mujer (musa, milagro, creación) que siente la poesía como una fuente regeneradora y cósmica; como el vínculo que une el desasosiego de la escritura con la manifiesta necesidad de la lectura. Una poesía celebrativa que se funde con los elementos de la Madre Tierra y anida “en la rama de la incertidumbre” para saltar del papel a las manos, a la mente, al corazón; para marcar sus huellas en nuestro propio paraíso.
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