Sencillez, contemplación, ironía, emoción, profundidad…

Pedro Serrano (Pinoso, 1963) pasó su infancia entre tebeos del “Capitán Trueno” y “El Hombre enmascarado”. Aquellas páginas llenas de dibujos en blanco y negro lo convirtieron en un aventurero que desde los ocho años, con Julio Verne, sigue soñando entre las páginas de los libros. Recuerda cuando, casi de contrabando, cogió de la estantería de su hermano la novela “Papillon”, de Henri Charrière. Ahí empezó su gran pasión por la lectura.

Antes de tener contacto con la poesía, sus primeros escritos fueron unas pequeñas prosas poéticas en la parte trasera de algunas fotos de familia, que le costaron una fuerte reprimenda. Después llegó Vicente Aleixandre, Miguel Hernández y muchos otros que, hasta hoy, completan su extensa biblioteca.

Es miembro del consejo editorial “Ediciones Frutos del Tiempo”, proyecto literario que recibió el galardón “Datil d’or” (2013) por la extensa labor cultural realizada en Elche, así como el Premio “Importante del Mes” concedido por el diario Información. Además, ha dirigido la colección de poesía Le Chat y es cómplice en los ciclos literarios del Ayuntamiento de Elche, coordinados por Frutos del Tiempo. También ha coordinado el Certamen de Microrrelatos Eróticos “Jeanne Tramouvelle”, en colaboración con el Instituto Municipal de Cultura de Elche.

En poesía ha publicado “Poemas de amor y resistencia”( 1993), “De la ironía sentimental”(1995), “Como flores en vasos”(2001) “Enlaces”(2010), “Entran jazmines en casa”(2015) y “Heredar la nada”(2016) y «Falta de perspectiva» (2017). Ha ganado el Premio Tiflos de poesía para personas con discapacidad visual en 2013 y 2016.

Pedro Serrano es un hombre sencillo lleno de complejidades; huye de etiquetas y con un envoltorio domestico, amoroso y cotidiano, utiliza el lenguaje poético para sumergirnos en las grandes cuestiones del ser humano. A pesar del estigma que él mismo se pone, “Primera tarea del día: no ser poeta”, su visión del mundo es absolutamente poética y cada día se levanta pensando: “¿a quién tengo que amar hoy? ¿a quién tengo que abrazar?¿a quién voy a decirle te quiero?”. Así, la ciudad, el tráfico, la gente…aparecen en sus versos desde el asombro y la sorpresa, desde la contemplación silenciosa del poeta que se niega a serlo.

Al leer a Serrano somos testigos del trasiego que vivimos cada mañana al salir de casa. ”Cuando esperas el autobús, ves muchos personajes, muchos paisajes, ves como la ciudad se divide según el transporte público. Es muy interesarte fijarte en todo esto. No puedes más que observar y reflexionar.” Su libro “Enlaces” es muestra de ello.

A la hora de escribir, practica el “versolibrismo”. Cree que no es necesario pasar por la métrica y la rima. “Yo cojo una idea y la exploto. Eso no quiere decir que me ponga a escribir y escriba cien versos. Tienes una idea, escribes y te paras. Luego, sigues escribiendo. ¿Cómo construyes? Lees, relees, colocas y recolocas. Te fijas en el vocabulario, en su riqueza, en el ritmo, en la fuerza que va cogiendo el poema. Tienes que ser muy crítico.”

Un factor muy importante para nuestro autor es ahondar en las emociones. Bucea más allá de la estética para llegar al fondo de cada sentimiento y a través de la sencillez hacer que el lector vaya más allá del poema. A través de la primera persona crea una agradable sensación de cercanía e identificación que nos despierta el corazón y nos pone alerta.

En “Entran jazmines en casa” afirma:

¿En qué consiste la

espera? Buscas una fruta

adentro del frigorífico,

y el equilibrio lo encuentras

entre el calor de la brisa

que viene algunas tardes,

y el corazón tan frío

del primer mordisco.

 

La espera, es la coordenada geográfica

de esperanza,

tú y yo caminamos junto al río,

ambos también formamos parte del río,

como una visita guiada al cosmos que existe

entre los puentes, bajo ellos,

el mundo actual palpándome las costillas

de la urbe;

mientras tanto,

el equilibrio no se altera,

la fruta se mantiene intacta

a cero grados. El amor también.

Se conserva inmune a cero grados.

En un lugar entre lo próximo

y otros lugares.

A pesar de que en su poesía encontramos como constante una tristeza contenida, Pedro utiliza la ironía, la crítica y la autocrítica como armas que le permiten suavizar la melancolía y la nostalgia. “Aunque esté muy vital, en mí emerge la melancolía a la hora de escribir. Sin tristeza no hay alegría, así que para mí es fundamental. Soy irónico, triste, alegre, melancólico, bromista, serio…¡Soy tantas cosas!”

Muestra de esto es el poema “En público”, de la plaquette “Falta de perspectiva”:

En un escenario que acompasa la respiración,

el juglar se censura

iluminado por la luz pobre que aportan las libélulas:

que doy las gracias de haber sobrevivido a todas las batallas,

no tiene ningún misterio.

La duda, os expongo, es si voy a ser capaz de resistir el próximo

asalto, con todas mis heridas.

En su último poemario, “Heredar la nada”, Serrano se muestra mucho más ácido que en libros anteriores, sin esa ironía mordiente del principio, para entrar en otros territorios que mueven su sensibilidad actual. La luz, la noche, la oscuridad… toman protagonismo en esta colección de poemas que nacen «buscando el pálpito en los escombros de los ojos», cuando «solo brilla lo oscuro», tratando de «conjurar la noche» y poner “remedio poético para prevenir cualquier cambio climático en el corazón.”

Soy un mortal feliz. Entiendo la metáfora

que he comprado con un libro de poemas

y aunque decida no pisar las cucarachas

taciturnas que vengan a mis inmuebles, haré

eterna la ficción.

 

El hombre ciego entra en la casa

tras plegar el báculo. Las estrellas brillan

fuera, tantea en la pared y manipula la llave.

Enciende la luz, sólo él se hace visible

en esta noche, palpable con la fisonomía

de los astros.

 

Se erige en metástasis de la sombra. Se

vuelve sombra.

Cada verso de Pedro Serrano es un destello. Un hombre que deja la quietud de una balsa para convertirse en océano y transmitirnos la sencillez del amor y la poesía más allá de la luz.