“Olvida / todas esas palabras / sobre la valentía / o la longevidad. / Todos esos filósofos. / Una vez muertos, / no hay término medio. / O al revés, si quieres: / una vez muertos, todo / es una equidistancia con respecto / a nada”.

 Natxo Vidal (Monóvar, 1978) es profesor de música. Ha publicado el libro de relatos Stravinsky en el Birdland (2018). Ha colaborado con las revistas de arte y literatura El coloquio de los perros o La Galla Ciencia, y parte de su trabajo aparece además en otras revistas, foros y fanzines. Forma parte de la antología de relato breve Semana de pruebas (2009) y ha recitado sus textos en Murcia, Alicante, Almería, Cartagena, Madrid, Valencia, Albacete o Nueva York, entre otros lugares. Actualmente es profesor de trombón en el Conservatorio de Música de Murcia.

Sus poemarios publicados son: Atrás no es ningún sitio (Accésit en el VI Premio de Poesía Dionisia García, 2006); Sal en los ojos (Finalista en los Premios de la Crítica Valenciana 2013); La niña que jugaba a la pelota con los dinosaurios (2013); Ícaros desorientados (2015); Mi parte de la pólvora (2018); Así termina (2020) y XL (2021).

En los recuerdos siempre hay algo irreal, una ficción que dialoga con la realidad y se convierte en cierta bajo los parámetros de nuestro propio latido. Un yo que juega a conocerse y se descifra a través de la memoria y sus contradicciones. El tiempo, las vivencias, los ejes emocionales crean el presente y se transfiguran para convertirse en objeto narrativo. Desde esta perspectiva, XL (La Fea Burguesía Ediciones, 2021) transcurre como un largo poema que repasa las experiencias desde el poder de los símbolos y la magia del lenguaje.

“El sol rompía la mañana, / cada día, / igual que una promesa de raíces, / de frutos escondidos y lejanos / aún / bajo la tierra fría / rompe la primavera, / y el alba / dejaba / sobre las telarañas lágrimas / de plata, / solo para mí. / Solo para que yo, / abierto, / traspasado de luz, / pequeño todavía, / pueda jurar que nunca he vuelto a ver, / jamás, / un espectáculo / así / de hermoso”.

La nostalgia de los pequeños detalles que Natxo convierte en trascendentes, la sonoridad y todos los aromas que emanan de los versos, nos acercan a un paisaje de clima íntimo, de distancias cortas. El poeta discurre entre opuestos que parecen amarse entre sí y moldean los elementos. El bien y el mal, la luz y la oscuridad, las certezas (pocas) y las incertidumbres, el todo y la nada… dan sentido a la existencia y se convierten en piedra angular del sujeto poético, del acto mismo de la escritura.

“De modo que el diablo siembra sobre la misma tierra / por la que luego picotean los gorriones, pastan las cabras / o ponen sus huevos las arañas, y así el diablo va / de aquí para allá, escampando su mal por todo el mundo / y sabe más el diablo por viejo que por diablo / y luego todo son lamenta- / ciones / ora- / ciones / y yo le pregunté a mi padre si tenía miedo a morirse”.

La belleza tibia se trenza con sombras llenas de inocencia y tradición. De esta manera, Vidal potencia un efecto carambola entre lo terrenal y lo elevado, entre el espíritu y la realidad vertiginosa y fría a la que se enfrenta. Mediante esta alternancia, fluye un hilo conductor que nos deja perplejos ante la fe y sus aledaños, ante la observación dramática de las costumbres.

“Como una religión / Si marzo no ha pasado, / no hables mal de lo sembrado / posible e iniciática. / Por San Pedro, saca el ajo y planta el puerro / Igual que un dios sencillo / Siembra perejil en mayo / y tendrás para todo el año / hecho de esparto vigoroso y firme: / El garbanzo, agua al nacer y al cocer / el orden impasible de los días…”.

La ideología ajena, la religión-losa, la fe que aplasta y las casualidades van definiendo un entorno social que pone de relieve la fragilidad del poeta frente al automatismo que le rodea. La poesía, el dolor, la felicidad, la inocencia, junto a otros conceptos abstractos, forman una manera de sentir que araña el corazón, una mirada no perceptible para los ojos más prosaicos.

“ElcuerpodeCristoAménlapazseacontigo / Aquella voz atravesando el aire / PodéisirenpazdemosgraciasaDios / igual que la garganta / los trozos de cristal de un vaso roto. / Adiós / Los niños bien. / Hasta la próxima semana. Da / recuerdos. / De lejos, / todos los hombres son el mismo hombre. / Todos los cuerpos son el mismo cuerpo”.

El Amor, en mayúsculas, se precipita sobre el mundo, sobre la piel, sobre los pensamientos. Ya no existe miedo que no se pueda superar, ni soledad insalvable. El meridiano vital se define y adquiere el poder mágico de las palabras:

“Ella me quiere y yo la quiero a ella. / Parece poco pero créeme: / la vida, he dicho, / el tacto incomparable de su piel / sobre la mía, / el viento y su canción / de día repetido, / uno tras otro iguales, / ese montón de conexiones químicas / son más / de lo que un hombre como yo merece. / Un hombre sin memoria, / solo, / perdido / en / un páramo de leche”.

Ante el tiempo como telón de fondo, Natxo Vidal, en XL, conmemora sus cuarenta años de vida. Nos deja mirar entre las rendijas de su biografía, con la honestidad de un corredor de fondo, para hacernos ver que todo es susceptiblemente poético. Nos presenta a John Lepperman y nos guía por los conceptos físicos de lo verdadero, desde el principio, con la certeza de la muerte. El poema nace “en el centro de un círculo de fuego” y nos deja un inventario emocionante al pasar las hojas del calendario, “aún y todavía”. Salud, querido amigo. Leamos.