El escritor colombiano Carlos Alberto Palacio Lopera ha sido el ganador del Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana” en la edición de 2020, convocado por la Fundación Cultural Miguel Hernández, al que han concurrido 383 poemarios, dotado con 8.000 euros, un elemento artístico acreditativo y su publicación a cargo de la prestigiosa editorial madrileña Devenir. La obra ganadora lleva por título “Abajo había nubes”.

Debido a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, el fallo se ha tenido que realizar de manera telemática, si bien tanto el presidente del Jurado, D. Francisco Javier Díez de Revenga, como el director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, Aitor L. Larrabide,  han querido destacar en la esperanza que deja este nuevo libro, cuyo autor es un enamorado del poeta oriolano.

Carlos Alberto Palacio Lopera es graduado como médico y cirujano por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, en Colombia, y ha dedicado los últimos veinticinco años de su vida, de forma exclusiva y tras realizar estudios musicales en el Instituto Superior de Artes de La Habana (Cuba), al cultivo de la palabra cantada y escrita. Ha publicado dos poemarios: “Pasacintas” (2013) y “Así se besa un cactus” (2017) y ha sido ganado, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura de Colombia.

Con nueve discos editados, es considerado por la crítica especializada como uno de los más destacados letristas de su generación. Su pasión por las relaciones entre poesía y canción se ve reflejada, de forma especial, en su más reciente álbum, “El siglo del  loro”, un homenaje a la literatura del Siglo de Oro español consistente en sonetos musicalizados y cantados en compañía de algunos de los más reconocidos cantautores hispanoamericanos entre los que se cuentan Javier Ruibal, Jorge Drexler, Pedro Guerra, Coque Malla, Marta Gómez, Rozalén y El Kanka.

En la actualidad cursa el último año de los estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Antioquia, en Medellín, y combina la escritura de su tesis de grado, centrada en el fenómeno de la musicalización poética, con sus labores como docente en música y literatura.

Dirige y coordina La Cofradía de la Palabra, un espacio virtual con más de 1.200 integrantes de dieciocho países, dedicado al cultivo de la escritura de las formas clásicas de verso rimado en español.

El Jurado ha sido presidido, por su condición de patrono de la Entidad, por Francisco Javier Díez de Revenga, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Murcia. Además, el Jurado ha estado compuesto por la escritora y poeta Blanca Andreu y los poetas y profesores Joaquín Juan Penalva (Universidad Miguel Hernández) y Arcadio López-Casanova (Universidad de Valencia), y el editor Juan Pastor. El director de la entidad convocante ha actuado como secretario.

El profesor Díez de Revenga, presidente del Jurado, ha destacado “la buena construcción y su coherencia estructural, a pesar de la evidente variedad argumental y de los distintos intereses temáticos que lo enriquecen”. Además, ha afirmado que el libro está “presidido por una evidente sensibilidad, es emotivo y comprometido con reflexiones de notorio humanismo que revelan una evidente madurez y convicciones sólidamente sustentadas. Es destacable en todo caso la originalidad de sus planteamientos temáticos y de los resultados obtenidos”.

Por su parte, Blanca Andreu ha subrayado su “enorme riqueza verbal” y la conmoción que provoca su lectura gracias a su originalidad.

Joaquín Juan Penalva, ha resaltado que el libro traza un amplio recorrido a través de los lugares de la memoria (la infancia, ciudades como La Habana, la reflexión sobre el paso del tiempo y la imposibilidad de atraparlo…)”. Por ello, según Penalva, “el resultado es un poema-río que recorre la propia existencia del yo poemático a través de las distintas composiciones que jalonan el volumen, dividido en tres partes bien diferenciadas: “Anamnesis”, “Mañana, la piedra” y “Aquí, el ocaso”. Además, ha destacado que “una enorme fuerza poética alienta la mayoría de las composiciones del libro, con un fraseo brillante que permite, al mismo tiempo, el relato, la evocación y la construcción de hermosas imágenes”. Concluye con la afirmación de que “se trata de un libro bien armado, que sirve de soporte a una voz plenamente formada”.

El profesor Arcadio López Casanova ha indicado que se trata de un libro extenso e intenso en el que el autor, con voz original y variedad de tonos y registros, da representación lírica a la intrahistoria personal (con foco en el “yo”) y social (en el “mundo”)”. Concluye con la opinión de que se trata “de una poesía de hondo signo testimonial, con poemas de poderoso aliento enunciativo, de esmerada construcción y sostenida modulación rítmica, y de un lenguaje de sorprendentes valores expresivos. Un libro, además, de muy marcado acento renovador”.

El editor Juan Pastor ha destacado del libro la intención de su discurso poético, donde las imágenes se suceden y envuelven al lector a lo largo de todo el poemario”. Asimismo, según Pastor, “destaca la rotundidad del lenguaje poético y la riqueza de su intención en el mensaje globalizado del libro”. Asimismo, ha adelantado que el libro saldrá publicado en una tirada de 1.500 ejemplares en el próximo mes de octubre, y el acto de entrega del Premio, al mes siguiente, en noviembre.

El director de la Fundación Cultural Miguel Hernández ha comunicado al ganador la concesión del Premio, y Carlos Alberto Palacio Lopera ha remitido el siguiente texto:

“Si para un poeta en lengua castellana el nombre de Miguel Hernández resulta insoslayable, para un cantautor, para un escritor de canciones cuyo catalejo está puesto en el texto, la figura del poeta de Orihuela deviene punto cardinal. La tintineante musicalidad de los textos de Hernández los hace susurrables en los códigos de la música y dulcemente cantables como los cantautores del siglo XX se encargaron de demostrárnoslo. Su obra, profunda y leve, jamás abandonó el original terreno de la oralidad que, por siglos, contuvo a la poesía; su vocación de tierra”.

“En mi lejana infancia de pueblo, en las laderas de los andes y en un país en guerra, Miguel Hernández sonó siempre cercano, con el tono local que sólo tienen las voces universales. Recibir el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández, honor aparte, me obliga a regresar al huerto de la casa de mi infancia donde mi padre leía en voz alta, para mí y para mis hermanas, los poemas que amaba mientras nos pedía jamás olvidar el privilegio de no ser niños yunteros”.