La innovación y la capacidad para reinventarse ha sido y es uno de los motores principales del sector cultural. Si la necesidad por generar nuevas propuestas, formatos e iniciativas ya era un factor clave para el desarrollo de la cultura antes de la pandemia, este hecho histórico ha elevado los grados de exigencia en este sentido, forzando al sector cultural a incidir en el ámbito de la innovación.

Tomando esta cuestión como núcleo temático, la Fundación Contemporánea desarrolló durante los días 23, 24 y 25 de febrero un foro específico destinado a analizar el impacto de la pandemia en la cultura y las posibles vías de renovación a través de las cuáles esta debería redirigirse. Por ello, se organizó este ciclo online de coloquios, bajo el título Publica 21, en el que se dieron cita decenas de profesionales de todos los sectores de la cultura para intercambiar sus ideas e impresiones al respecto.

El análisis de la situación cultural en estos coloquios se llevó a cabo desde distintos puntos de vista, desde la gestión económica de las empresas hasta el tratamiento que recibe la cultura por parte de los poderes políticos. Sin embargo, dentro de esta multiplicidad de perspectivas, hay una especialmente interesante que se materializó en el coloquio tituladoLa cultura de innovarˮ. En dicho encuentro, moderado por Víctor Costa, participaron Jordi Torrent, Open Innovation Manager de la empresa Damm, Alberto Guijarro, co – director del festival Primavera Sound, Sonia Mulero, directora de la Fundación Banco Sabadell, y Yolanda Pérez, directora del BStartup Banco Sabadell.

Este coloquio parte de la premisa de que la cultura ha de ser fundamentalmente un medio ligado a la innovación, puesto que es una cualidad inherente que le permite sobrevivir. Esta premisa no podría ser más cierta, puesto que para adaptarse a las circunstancias cambiantes, la cultura debe abordar cada una de sus nuevas propuestas desde una perspectiva creativa y arriesgada.

La introducción de elementos nuevos en la gestión implica necesariamente derribar paredes para adoptar nuevas perspectivas y horizontes, que permitan crear unos contenidos adaptados a la situación actual. Es obvio que la pandemia ha acelerado el proceso de redefinición de la cultura que se venía produciendo desde hace algunos años, concretamente desde el inicio de la era digital. Esa innovación implica, necesariamente, no solo saber hacer buenos estudios de mercado, de público, etc. sino también conocer el funcionamiento del círculo cultural en el que se produce la innovación.

En el ámbito de la cultura, la espontaneidad a la hora de lanzarse a nuevos proyectos es crucial. Esto conlleva una dinámica de ensayo y error, pero también genera unos momentos aparentemente espontáneos que son muy valiosos puesto que permiten crear una nueva respuesta muy positiva en el público.

Pongamos como ejemplo un proyecto musical, que se lanza a una comunidad en concreto. En él, las ideas que se plantean no solo deben estar técnicamente bien definidas para su desarrollo, sino que en su proceso de creación deben abordarse desde un punto de vista distendido. De este modo, para elaborar un festival de musica online, una buena lluvia de ideas previa es muy positiva, puesto que suscita ese carácter espontáneo, pero luego ha de llevarse a una oficina en la que el equipo comience a desarrollar esa serie de ideas.

La innovación siempre ha estado muy ligada al crecimiento empresarial, pero ahora mismo esta idea va más allá, ya que en el fenómeno de digitalización cultural esa capacidad para innovar condiciona directamente la supervivencia empresarial. Retomando el ejemplo de la música, esta constituye un tipo de arte que se mueve en unos mercados totalmente nuevos desde hace muchos años, en el sector de internet y de las plataformas virtuales. Lo importante de que algunas industrias como esta lleven ventaja con respecto a las demás, reside en que la ruptura de los límites y la capacidad colaborativa que requiere el sector cultural ha permitido a otras artes abrirse paso en la nueva era copiando las metodologías de reinvención de ciertos ámbitos como la música.

Esto ha puesto de manifiesto la necesidad de agilizar los cambios hacia el mundo digital, donde también se ha visto reflejada claramente la importancia del sector cultural durante esta pandemia. Por ejemplo, los desarrolladores tecnológicos de realidad virtual siempre han visto un gran abanico de posibilidades en ciertos ámbitos como los museos o las galerías de arte. Sin embargo, hasta que la situación sanitaria no ha exigido el salto de estos lugares al mundo digital, no se había tenido en cuenta la importancia de la ruptura de espacios para ofrecer un mejor servicio a ciertos usuarios que, otras limitaciones ajenas a la pandemia, como por ejemplo una discapacidad grave, podrán beneficiarse de este tipo de innovaciones.

Asimismo, la innovación digital suscita la creación de ciertas comunidades que giran en torno a intereses determinados. Son metodologías ágiles que ofrecen al consumidor justo lo que está buscando, por lo que las startups también han constituido un factor esencial para este tipo de desarrollo.

Las startups son compañías o empresas emergentes que otras corporaciones utilizan para colaborar en ciertos proyectos y lanzar iniciativas empresariales nuevas. En el caso de la cultura, este tipo de empresas, sobre todo las tecnológicas, han sido clave para el desarrollo de ciertas plataformas y proyectos online sin los que ciertas empresas no habrían podido seguir adelante.

Pensemos por ejemplo en los teatros que han contratado los servicios de pequeños desarrolladores de streaming para desarrollar sus vías de acceso al público online, aprovechándose de los proyectos personalizados de estas empresas y del bajo coste que ofrecen. A su vez, la startup se beneficiaba de haber incorporado en su currículum un proyecto que, de no haber sido por la pandemia, posiblemente habría tardado mucho en llegar. Pensemos también en aquellas startup que ofrecen programas a las editoriales para crear sus libros en formato online, siendo este un tipo de lectura cuyo porcentaje de consumidores se ha disparado en el último año.

Asimismo, en el ámbito de la innovación cultural, cabe destacar la importancia que tienen las campañas o concursos de presentación de proyectos. En este tipo de iniciativas, los diferentes sectores dentro de la cultura ofrecen beneficios económicos a aquellos que presentan nuevas ideas en lo que respecta a producciones, soportes culturales, u otras iniciativas de desarrollo.

La ruptura de las artes y proyectos híbridos también constituye un factor esencial, ya que en la innovación no solo se trata de ofrecer a los consumidores un formato que les permita seguir accediendo a la cultura, sino nuevas propuestas que les hagan interesarse por seguir consumiendo este tipo de contenidos. En este sentido, podemos destacar ciertas colaboraciones entre instituciones académicas e instituciones culturales, que crean una amplio espectro de posibilidades para la difusión de la cultura en un público mucho más amplio.

Por último, los expertos en innovación cultural destacan la importancia de introducir nuevos talentos y gente joven que revitalice el sector. Esto se debe a que la cultura es un ámbito especialmente sujeto al cambio generacional, y la ruptura de prejuicios y la comprensión de las nuevas expresiones artísticas constituye un elemento fundamental para la supervivencia de las empresas.

Ante esta certeza de que la cultura es un elemento cambiante y dinámico, la innovación constituye una verdadera forma de cultura en sí misma, y sin duda será el condicionante clave en el desarrollo de este sector durante los próximos años.