Con tres trabajos publicados hasta ahora, el último de ellos titulado Vulnerables, es una de esas voces que un día escuchas y sabes que ya no dejarás de hacerlo. Letras que invitan al cambio, a la movilización, a la empatía, a cuidar lo que la memoria va dejando atrás, a relaciones mejor construidas o a conectar con la tierra son la seña de identidad de este compositor que en casa siempre tuvo buenos ejemplos a seguir (hijo de Luis Pastor y sobrino de Pedro Guerra).

Pregunta: ¿Cómo fue crecer rodeado de músicos y beber de la canción de autor desde pequeño?

Respuesta: Nacer en una casa con ciertas libertades creo que tiene muchas ventajas, tanto musicales como humanas. Nacer en casas donde se respeten las decisiones y las libertades de los hijos y de las hijas es un regalo porque en muchas casas esto no sucede. Hay muchos padres y muchas madres que entienden a sus hijos como una extensión y al final quieren y obligan a que hagan las cosas que ellos quieren que hagan en vez de las que los propios niños quieren hacer. En mi casa siempre ha habido mucha libertad para mí y para mis hermanos para hacer lo que queramos. Nos hemos podido mover, estar mucho en la calle, jugar mucho. Para mí, esa ha sido claramente mi base humana. Ya parto con ciertas taras desbloqueadas, por supuesto que tendré otras que son las mías, pero tengo mucho camino allanado por mis padres.

P: ¿Recuerdas la primera oportunidad de subir a un escenario? ¿Cómo llegó?

R: La primera vez que subí a un escenario fue con 6 años, tenía el brazo escayolado porque me había roto el cúbito y el radio aquí en el jardín, y fue en el campamento de Sintel que estaba en la Castellana. Fue Luis a cantar en apoyo a Sintel y salió Miguel Ríos a cantar con él. Yo conocía a Miguel Ríos porque era amigo de mis padres y me llevaba a ver al Real Madrid al estadio, al Santiago Bernabeu. Yo era muy futbolero de muchacho. No sabía ni siquiera que Miguel Ríos era Miguel Ríos, simplemente Miguel era el amigo de mis padres. Cuando él salió a cantar yo le dije a mis padres que si Miguel cantaba yo también quería cantar. Fue como un arrebato así de celos y salí a cantar aunque no me sabía las canciones. Con todo mi morro. A partir de ahí le pedía cantar siempre que podía a mi padre que venía a cantar a mi colegio, Luis me pedía también cantar, y así fue que me fui subiendo de una manera muy natural. Cuando ya empecé a hacer mis propias canciones y a tocar la guitarra empecé con Luis a grabar los conciertos y me dejaba cantar un par de canciones.

P: ¿Qué balance haces de estos años dedicándote a hacer música, y además, de hacerlo libre de discográfica y a tu manera?

R: Está siendo un camino muy hermoso, la verdad. Parto de la suerte de que he podido vivir de mis canciones desde el principio y eso me ha permitido dedicarle todo mi tiempo a la música y a mi propia obra desde muy joven y eso es un privilegio. Al principio yo hacía música porque quería decir, la música solo era una nave que conducía a la palabra, que era el motor y el promotor.  Ahora con los años, creo que la música cada vez gana más terreno y me siento más músico aunque no he estudiado. Cada vez siento más en mí la música como un lenguaje propio, más asentado, y también es muy bonito estar transitando ahora mismo ese camino. El camino de la evolución musical, ya no solo de la palabra sino también del instrumento y de la musicalidad. En cuanto a la discográfica, es una decisión personal y política. Al principio, cuando me llegó la primera oferta discográfica tenía 19 años, dije que no porque necesitaba los discos para vivir y necesitaba vender mis propios discos en los conciertos porque era mi mayor parte del sustento; más que los conciertos en sí. Ya con los años, básicamente es una decisión política. Creo que alguien como yo que promueve la autogestión como un modelo de vida tiene que llevar la autogestión a su vida, si no sería una contradicción demasiado fuerte. A mí en realidad me apetece no trabajar para nadie que te exija unos tiempos y unas condiciones. Ser dueño de mi propia obra.

P: El año actual ha traído de nuevo evidencias de que el sistema cada vez se sostiene menos, ¿dónde habría que poner el foco y la acción?

R: El foco habría que ponerlo en estos momentos, claramente, en las inversiones públicas. Creo que hay que darle la vuelta al sistema porque nos hemos dado cuenta de que el capitalismo cuando sucede algo que es inesperado para él e incontrolable se satura y explota y deja varado a todo el mundo. Esta reflexión que se usa a través de la Covid-19, tiene que servir para blindar lo público y  generar infraestructuras desde las instituciones que puedan salvaguardar a la gente que lo necesita. Hay que poner la mira ahí. Creo que nuestro gobierno hace cosas que están bien, pero que realmente podría hacer mucho más en ese sentido. Creo que ya está bien, que ya nos hemos dado cuenta de que no puede haber diez personas en un país que acumulen toda la riqueza y tener a un montón de personas mal viviendo y sobreviviendo como puede. Eso tiene que revertirse. Hay que poner facilidades a la gente más pobre y necesitada y hay que poner impuestos más fuertes a las personas que más dinero tienen. Esto, para mí, sería lo más lógico.

P: Sobre la cultura en nuestro país, ¿qué opinas de la situación que atraviesa?

R: Es unos de los sectores profesionales más afectado, sin ninguna duda, porque las normativas no están siendo concisas; no están siendo claras, y no se están llegando a acuerdos concretos. Vivimos en una inestabilidad total en la que un día podemos tocar y al día siguiente no. En la que según qué Comunidades Autónomas podemos tocar o no, en la que se nos cancela los pocos conciertos que tenemos con dos o tres días de antelación o el mismo día y no hay ningún tipo de indemnización. Necesitamos medidas claras. Todo esto, lo que ha hecho, ha sido visibilizar la precariedad que ya existe en nuestro sector. Un sector que tiene una itinerancia, lo que quiere decir que nosotros hay meses de años en que no trabajamos y no generamos ingresos porque estamos grabando, produciendo, estudiando o creando y no podemos tener las mismas medidas fiscales que otros autónomos que trabajan todo el año. Necesitamos regenerar el tejido, tenemos que hacer cambios fiscales para que se entienda la itinerancia de nuestro sector que está incomprendida.

P: Hace unos días salió una noticia de que en el último trimestre las redes sociales habían eliminado más de 22 millones de mensajes que incitaban al odio, ¿qué crees que está pasando en este loco mundo para que ocurra esto?

R: No conocía esta noticia, pero creo que esto ocurre porque las redes sociales no tienen el riesgo de ser presenciales. Incitar al odio de forma presencial puede ser algo que te acarree consecuencias muy negativas. Por eso, en la vida, el odio era algo que estaba bastante más comedido. Incitar al odio por las redes sociales no tiene ninguna repercusión sobre tu persona, digamos que es gratis verter odio, y creo que ese es el peligro y ese es el arma de doble filo de internet y de las redes sociales. Personalmente, creo que el odio hiere más a quien lo vierte que a quien está dirigido en realidad. Quien siembre odio va a tener odio en su vida, lo va a recoger. Yo prefiero fomentar otro tipo de actitudes. Creo que la rabia es necesaria, que la oscuridad está porque es una parte de nuestro ser y hay que darle su espacio y escucharla, pero el odio gratuito hace mal a quien lo vive. Es una pena para quien pierde tiempo por las redes sociales en odiar a desconocidos.