Como no es lo mismo hablar o escribir sobre sexo que verlo a todo color contoneándose encima de una pasarela, solamente hablaremos de él.

Después de lo que hicieron en los 60 y 70 Cardin, Rabanne, YSL o Courrèges con prendas de estilo deportivo y líneas rectas, en los 90 se reinventó el concepto unisex consistente básicamente en perfiles asexuados personificado en una chica bajita y delgada imagen de Obsession de Calvin Klein llamada Kate Moss. Con la llegada de Kate la concepción de belleza cambió a una delgadez extrema envuelta en un aura de melancolía. Hoy podemos hablar del genderless como algo que va más allá de una tendencia. Se trata de una nueva forma de concebir el mundo intentando derribar ese muro en apariencia infranqueable entre hombres y mujeres con prendas de género neutro que en marcas como Louis Vuitton o Balenciaga se traducen en diseños simples adaptables a ambas siluetas presentados además en desfiles mixtos.

A finales de la década Tom Ford relanzó las casas Gucci e YSL con una idea clara: el sexo vende. En la pasarela mostró prendas que abogaban por una sexualidad directa y en fotografías casi al borde de la censura pubis depilados en forma de G de Gucci. El éxito de la cosmovisión al estilo americano enfureció al mismísimo Yves al ver como su nombre se alejaba de la orilla izquierda de elegancia parisina y se convertía en una exhibición de refinada sexualidad que atrajo la atención del público y de una industria que parecía haberse olvidado del maestro de la alta costura.

Con la era 2000, época estéticamente confusa en la que se mezclaron brillos, faldas cinturón y la logomanía, apareció Paris Hilton, una consumidora de moda que saltó a la fama tras filtrarse una cinta de contenido sexual explícito. El propio Ford declaró, sin dar nombres, que no entendía cómo alguien terminaba sus estudios, hacía un vídeo de sexo y se convertía en una celebridad. Lo que no dijo es lo que Anna Wintour exige a la hora de formar parte de Vogue, al igual que un sector de la moda al presentar una colección o campaña: significado.

Ahora con Kim Kardashian se vuelve a repetir la historia de una mujer que ni canta, ni baila, ni actúa y que vendiéndose a sí misma muestra más centímetros de piel que de tela. Es amiga de muchas firmas, reina de Instagram y el retoque, adorada por las juventudes del nuevo milenio, hasta tal punto que Vogue decidió sacarla en una polémica portada con un vestido nupcial de Nina Ricci. Además de esta ocasión, son escasas las veces que ha ido elegantemente vestida si por elegancia se entiende la adecuación entre ocasión y vestimenta acompañado de un comportamiento de ordinariez ausente. Y si además, descartamos las veces que ha hecho acopio de lo que otras ya hicieron en su momento, como su estilo a lo Cher o en la última Gala del Met asemejándose a Naomi vestida de oro Versace, queda claro cuál es su innovación.

Nos encontramos en un momento en el que la moda nos ofrece enseñarlo casi todo o escondernos detrás del negro riguroso y gafas de sol perpetuas, pues la individualidad y el estilo son precisamente cuestión de elección. Pretender censurar pezones de las fotografías o quitar las transparencias de los percheros es un desatino y avergonzar a las mujeres que visten de modo sexy bajo el pretexto de la indecencia es reducirlas a meros objetos. Por ello, es necesario dotarlas de voz y las que están en una posición privilegiada deberían dejar a un lado la evidencia y alzar su voz, para seguir fomentando debate y seguir luchando contra la absurda idea de que una mujer atractiva o que muestra sus atributos físicos pierde automáticamente la credibilidad. Es lógico que existan pensamientos preconcebidos porque existe la estupidez humana, sin embargo, el trabajo de los creadores con autoridad consiste en seguir liberando con prendas de ropa, pero la ropa por sí sola no puede cambiar el mundo, son quienes van dentro quienes pueden hacerlo.