El pasado domingo 21 de octubre, a las 11 de la mañana, en el Museo del Calzado de Elda se celebraba la décima edición de los premios Gramat de escritura rápida y al instante, escritos presencialmente durante cuarenta y cinco minutos y con una extensión máxima de trescientas palabras. Se encuentran enmarcados dentro de la III Quincena cultural de Gramática Parda, que se ha dedicado al Siglo de Oro. Por eso, la frase elegida por la presidenta del jurado, y desconocida por los participantes hasta el momento de iniciar sus creaciones, procedía de la gran novela de la literatura castellana, española y universal: El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha.

El veredicto del jurado fue el siguiente: ganadora Teresa Pérez Luz, siendo primera finalista Marisol Puche y segundo finalista Fermín Bonet. La entrega de premios se efectuó en la tarde del domingo 28 de octubre, tras el Paseo Literario por las calles de Elda, en el cuartelillo Poderío 22, y sirvió también como acto de clausura de esta tercera Quincena Cultural Gramática Parda.  La asociación ya está comenzando con los preparativos de la cuarta edición, a celebrar en el mes de abril de 2019, y cuya temática central será «La pintura».

A continuación los tres relatos ganadores:

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo…

Dos pasos adelante; tres pasos atrás. Así transcurría la batalla. Al más pequeño de los dos, al más aguerrido, sabedor de su desventaja, solo le quedaba competir por temeridad. Su minúsculo tamaño le permitía hacer fintas con la agilidad de una lagartija. En uno de sus contundentes ataques -más por pasión que por dimensión- vio cómo su contrincante se acercaba peligrosamente a los confines de la tierra, a esa delgada línea que separa la vida de la muerte, a ese Rubicón que uno siempre duda si debe atravesar. Dudó. ¿Debía retirarse? Debía permitir que su enemigo -o acaso amigo- recuperara terreno? ¿Debía dejar que el fuego que le subía hasta las mejillas se extinguiese? O todo lo contrario. ¿Debía asumir la crudeza e la batalla y de la vida? ¿Debía asumir que en toda lucha unos ganan y otros pierden? ¿Qué no hay mayor afrenta que no permitir que los demás den lo mejor de sí mismos? Paró un segundo, en un segundo que contuvo todas las preguntas que alguna vez se hiciera un guerrero. Contempló a su amigo suspendido, ingrávido, entre los vivos y los muertos. Ya sin ninguna duda en su cuerpo, dio el último paso al frente empuñando su espada de madera.

Mucho tiempo después le asaltaría de noche la duda de si había llevado demasiado lejos aquel juego.

Teresa Pérez Luz

Ganadora

 

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo… y es que toda su furia estaba concentrada en aquel momento. Sí, acababan de salir de un trance de riesgo infinito. Eran de edad no avanzada, pero sí madura. Su contienda había merecido la pena. Era una lucha por su honor, por sus raíces, por sus ramas. Estaban casi al borde de no ser merecedores de obtener ninguna victoria, pero allí estaban luchando como guerreros por la causa que les movía hacia adelante. O quedarse estancados en el abismo de la frustración, del ostracismo, del desencanto.

Uno tenía dos hijos treintañeros. El otro dos esposas (una no declarada), de las cuales habían nacido cuatro preciosos retoños.

Cada uno, en su “castillo”, albergaba algún ascendiente, gracias al cual se podía ver bullir la olla de fuego. Pero no era suficiente. Debían de ser ellos mismos los que salvaran el honor de sus respectivas castas.

Y allí estaban, blandiendo sus cortantes herramientas, temblorosas tras haber salido del temido trance: pasar una prueba de aptitud para ser merecedores del puesto de trabajo que solamente uno de ellos iba a poder conseguir.

El otro… al abismo del paro.

Marisol Puche Salas

Primera Finalista

 

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo…

—Tú siempre tan docto, tan retórico, tan grandilocuente. A veces llegas a cansarme con tu verborrea tan cuidada.

—¿Me preferirías acaso distinto? Ya sabes… no sé, zafio, vulgar…

—¿Qué has querido decir con esa lapidaria frase, VT? ¿Insinúas acaso que pugnamos el uno contra el otro? No me da la sensación de estar luchando contra nada y mucho menos contra ti. Sólo pretendo saber quién soy y qué papel desempeño en tu vida.

—Querida, no quisiera decepcionarte, pero has de saber ante todo que no eres quien crees ser sino algo muy distinto.

No he podido olvidar aquella tarde de otoño, aquella solitaria y casi abandonada casa, su forma de mirarme, sus ademanes de chulo de taberna ni su embriagador perfume envolviendo sus demoledoras sentencias quijotescas. Yo solo pretendía poner en claro lo nuestro. VT seguía perorando sin cesar, turbándome con sus palabras escogidamente percutidoras.

—¿Y bien, Eva? ¿Por dónde íbamos? ¿Tengo entendido que, según parece, necesitas prontas respuestas?

—VT, no necesito que me adules. Sé quién soy, soy la gran escritora que sé que soy y no te necesito para nada. Soy un ser humano creativo, inteligente y con talento y mis frecuentes crisis de identidad son siempre provocadas por el mismo factor: tú.

Tras ello, él volvió a mirarme a los ojos, apuró de un trago su tercer ron dominicano de esa tarde y me besó en la boca como antes nadie lo había hecho, compartiendo conmigo parte del licor que aún permanecía bajo su lengua. Tras ello me susurró:

—Escucha princesa. Tu verdadero nombre es Eva Amarga Pasión y no eres un ser de carne y hueso sino un personaje de novela, de mi próxima novela para ser más exactos. Eres algo evanescente y como tal te comportarás.

Fermín Bonet Ferrándiz

Segundo Finalista