En estos días la posible existencia de los extraterrestres ha llegado al Congreso de los Estados Unidos, donde un ex militar, miembro de la inteligencia de la rama aérea, junto a otros, ha testificado afirmando que existen naves y hasta restos biológicos en poder del Pentágono. En el origen de esta historia podría estar el llamado “incidente de Roswell”, ocurrido el 2 de julio de 1947, cuando un granjero encontró restos de lo que podría ser un “platillo volante” y varios cadáveres de su tripulación. Según Charles Berlitz , escritor estadounidense de temas paranormales y también conocido por ser el fundador de las academias y libros de enseñanza de idiomas que llevan su nombre, el hallazgo fue deliberadamente ocultado y mantenido en estricto secreto por la seguridad nacional y el presidente Eisenhower, que habría visto personalmente estos restos, estuvo a punto de revelarlo al mundo , pero sus asesores de la inteligencia militar lo disuadieron. Las razones habrían sido una posible reacción parecida al pánico que provocó la emisión de la versión radiofónica de La guerra de los mundos de Orson Welles, pero también Berlitz -que había trabajado como espía en los servicios secretos- cree que los militares albergaban la esperanza de descifrar la tecnología extraterrestre para desarrollar nuevas armas contra el enemigo soviético.
En el libro, publicado en 1980, después del extraordinario éxito del anterior de Berlitz El triángulo de las Bermudas -que vendió 20 millones de ejemplares- se documentan los pormenores del “incidente”, autopsias a los extraterrestres, descripción de extraños materiales del aparato y también se intenta reconstruir la cronología y circunstancias de los hechos. Al parecer, la causa del accidente sufrido por el OVNI fue una fuerte tormenta eléctrica que provocó la caída e incendio de la nave por los rayos. Los testigos del hallazgo en una zona desértica de Nuevo México, describen la estructura como circular y de unos diez metros de diámetro, con una cabina en la que se sentaban unos pequeños seres de aspecto humanoide, pero macrocéfalos y calvos, con dedos palmeados y uniformados con un mono oscuro. El aspecto de los extraterrestres fue copiado posteriormente por Spielberg en su famosa película Encuentros en la tercera fase y por otros cineastas que trataron el tema. En el caso del primero no es ninguna casualidad, puesto que contó con el asesoramiento de un destacado investigador del fenómeno OVNI, el Dr. Hynek, que tuvo acceso a la documentación a la que se refiere Berlitz. Para el autor del libro sobre el incidente Roswell, “tal vez lo que llamamos ovnis sean una parte de un designio -o mensaje- el significado del cual llegue a quedar claro para nosotros, cabe esperarlo así, mientras aún estemos a tiempo”.
Una encuesta realizada indica que el 68% de los estadounidenses cree que el gobierno les oculta algo sobre la existencia de vida inteligente extraterrestre. La NASA ya se ha puesto en marcha con una comisión , un grupo de trabajo que investiga estos fenómenos, pero aún no ha encontrado pruebas concluyentes.

RIPLEY EN TAILANDIA
Además de un bodorrio o un funeral de campanillas, no hay nada que excite más la curiosidad de las gentes en este país que un crimen espectacular, o sea protagonizado por algún famoso o familiar de alguien muy conocido. Ya saben a qué y a quién me refiero, no he podido evitarlo pues nos bombardean a todas horas en todos los medios sin excepción, como si esto fuera lo más importante en los momentos en que el calor nos asesina y la incertidumbre política mata nuestras esperanzas y arruina nuestras ya escasas convicciones democráticas. A mí el caso de este joven apolíneo y de rostro angelical me recuerda al Ripley de Patricia Highsmith. El móvil material , o la ambición desmedida, parece haber pesado más que los supuestos motivos alegados para la comisión del escalofriante suceso. En el joven Ripley, personaje ambiguo, también había un componente de velada homosexualidad en su relación con el hombre que era su protector y que más tarde sería su víctima. A Ripley lo delató su poca pericia y su crimen perfecto acabó siendo “ferpecto”. Así ocurre siempre, porque la policía-aún en sitios remotos- “no es tonta”. Los únicos asesinatos impunes suelen ser los de los genocidas que gobiernan por esos confines del mundo , frecuentados por ricos, turistas viciosos y amantes del exotismo.
PAKIS
He visionado últimamente Fahim, película francesa en la que tiene un papel secundario el célebre actor francés nacionalizado ruso Gérard Depardieu, que aunque está ancho como un tonel de vino sigue activo en la pantalla y fuera de ella como presunto acosador sexual. En esta ocasión encarna a un profesor de ajedrez que convierte a un niño bangladesí en campeón de Francia en su categoría. La película me hizo pensar en el destino de tantos migrantes como el niño protagonista de esta historia real. Algunos lo despreciaban y le llamaban “paki” (por pakistaní, ya que Bangladés formó parte de esa nación asiática hasta los años 70). Su padre, exilado por la violencia política, es rechazado como aspirante al asilo político, ya que debe aportar para ello una serie de pruebas. Conozco esa situación, yo mismo la he vivido en este país. Los de ACNUR terminaron aconsejándome que me casara con una española para residir legalmente, cosa que podría haber hecho pero rechacé por dignidad.
El pobre hombre, padre del niño prodigio en el juego de tablero, acaba en la calle vendiendo souvenirs a los turistas y solo consigue el anhelado asilo y reunir a su familia cuando su pequeño triunfa. Me recuerda a algunos casos que conozco, entre ellos el de un medallista olímpico de origen caribeño que ha sido reconocido como “español” por su brillante desempeño deportivo. Yo, que lo vi cuando era un niño que sufría acoso escolar por el color de su piel y su origen, maldigo la hipocresía de los europeos.
En mi ciudad conozco a un “paki”, de Pakistán. Debe tener unos treinta años y atiende un comercio familiar de verduras y frutas, donde trabaja hasta catorce horas diarias sin que sus rendimientos económicos sean mínimamente satisfactorios. Me dice que ha tenido varios accidentes de tráfico desde que llegó a este país, en el primero de ellos siendo pasajero en un coche que conducía un compatriota. Ambos fueron embestidos en un cruce por un conductor imprudente, pero pese a resultar heridos no pudieron ser atendidos ni reclamar, puesto que al no tener papeles arriesgaban la deportación. Como recuerdo del accidente tiene una pronunciada cojera y un amargo reproche a los que le desprecian por el color de su piel, por ser de otra cultura aunque él se considera uno más en este mundo y en este lugar donde trabaja duramente para subsistir junto a los suyos. “¿Quién, como yo trabaja catorce horas?”. Y agrega : “¡Y aquí hay quienes piden una jornada de 35 horas semanales!”.