Recuerdo cuando, hace unos años, con motivo de la nominación a los premios Goya de la película Princesas, de Fernando León de Aranoa, la actriz Candela Peña introdujo en su intervención en la Ceremonia de aquel año a una representante del Colectivo Hetaira, el cual se ocupaba por entonces de la defensa de los derechos laborales de las trabajadoras en el mundo de la prostitución, y a la que se le dio la oportunidad de hablar de ello. La actriz le puso el broche a esta intervención con un cariñoso y reivindicativo «¡Putas! ¡Todas somos putas!»

Dados los cambios, retorcimientos, giros ideológicos, disensiones y colisiones que se han dado dentro del ideario defendido a lo largo de estos años por la autodenominada, dividida y muy sufrida (también hay que decirlo) progresia española, hoy este verdadero ejercicio de reivindicación y libertad hubiera sido del todo imposible y, de atreverse alguien a llevarlo a cabo, le hubieran llovido bofetadas de todos lados.

La ceremonia de los Goya 2024 que pudimos presenciar ayer exhibió, más que otras veces y por simple acumulación, un músculo marcadamente reivindicativo. La guerra de Gaza, la violencia contra las mujeres en el mundo del cine, la contestación de Almodóvar al cernícalo de V💩X, e incluso una inesperada defensa de la lucha contra el cambio climático por parte del actor mejicano Gael García Bernal fueron, junto a la merecidísimamente multigalardonada La sociedad de la nieve, los verdaderos protagonistas de la Ceremonia. 

Portadora de quince nominaciones, la película 20.000 especies de abejas, otra de las favoritas, representación del cine independiente y la cual trataba un tema tan del todo reivindicable en este momento como son los derechos e identidad de la infancia trans, se llevó finalmente tres premios, los correspondientes a Dirección Novel, Actriz de Reparto y Guión Original. Pero resultó frustrante comprobar cómo, a lo largo de la Ceremonia, la infancia trans estuvo del todo ausente como reivindicación, nadie que tuvo oportunidad de coger el micrófono en el escenario se atrevió a hablar de ella, siquiera simplemente a mencionarla.

Desde estas letras respaldo y aprecio de verdad y de todo corazón el mérito que tiene el trabajo de su directora Estibaliz Urresola a la hora de entrevistar a personas trans y a sus familias, de bucear en esta realidad y de reflejarla y mostrarla al mundo lo más fielmente posible. Una realidad social generalmente ocultada, tergiversada y atacada en los medios y en la esfera pública como es la de la infancia trans.

Pero en el espacio que brinda la Ceremonia como altavoz a las más diversas causas sociales y políticas, sí que eché de menos un poco más de valentía por parte de la directora o de cualquier miembro de la sala que salió al escenario, porque nadie mencionó en ningún momento a la infancia trans, que es justo el tema de que trata -y muy bien, por cierto- la película. Quizá por un impulso de comedimiento o seguimiento de directrices impuestas para no salirse del «guión», al recoger el primero la directora no mencionó en ningún momento la palabra trans, refiriéndose de una forma que se me antojó muy tímida a la importancia de nombrar las cosas. Sí se refirió en los agradecimientos a nombres bien conocidos en la esfera trans con los que pudo contar a la hora de documentar la película, pero el hecho es que no nombró el tema en concreto en ningún momento de los que tuvo oportunidad de utilizar el micrófono. Fue la actriz Ana Gabarain la que, por una iniciativa individual que la honra, habló de las personas trans a las que ahora entiende mejor, pero lo cierto es que en ningún momento a lo largo de toda la gala se habló de infancia trans. Sólo al final, la voz en off del locutor que presentaba la ceremonia se refirió de una forma cuasi fantasmal a la adolescencia trans. ¿Quizá en un intento de remediar la sonrojante omisión del tema a lo largo de prácticamente toda la ceremonia? 

La sensación que me queda al final es la de frustración y de oportunidad perdida. Me imagino una escena parecida a la que protagonizó Candela Peña hace unos años en la que ayer se hubiese presentado a una verdadera niña, niño o niñe trans para reivindicar su identidad y sus derechos en TVE, una escena que en la actualidad se nos antoja hoy por hoy del todo imposible.

Naturalmente, si ahora mismo el poder lo ostentasen PPVOX hubiese ocurrido lo mismo, pero simplemente porque la segregación, la falta de respeto y la hostilidad y la guerra frontal declarada contra los derechos de las minorías identitarias y de orientación, de forma a veces disimulada y otras utilizadas como bandera demagógica, son parte integral y genéticamente sustancial de sus principios ideológicos.

Pero quien gobierna en este momento es el PSOE, RTVE depende del gobierno del PSOE, y el mundo de nuestra cinematografía depende y una gran parte de él simpatiza con el gobierno del PSOE, teniendo claro además que el feminismo rancio y ofensivamente sectario que defiende el PSOE es tan transfóbico como cualquier formación de ultraderecha, hasta el punto de que, para defender ciertos privilegios adquiridos que no derechos, llevan años atreviéndose a negar la existencia de los hombres, mujeres, niños y niñas trans y personas no binarias. Una gran parte de nuestro mundo cinematográfico y artístico se mantiene en silencio con respecto a este flagrante atropello a los Derechos humanos, los unos por miedo, los otros porque se identifican plenamente con él. Y esto hay que decirlo.

La ceremonia de entrega de los Goya de ayer fue una oportunidad más de constatar quién establece las reglas y quién controla los medios, del estado actual de censura y autocensura ideológica en los medios y canales públicos, y de una patente pretensión de militante sesgo político de cancelar la realidad que vivimos en este momento, y también del borrado sistemático al que desde distintos sectores interesada y sectariamente partidistas se somete a las verdades incómodas, entre ellos la existencia, identidad y reclamación de derechos de las Personas Trans. 

A esta pretensión de borrado de una realidad de la esfera pública se la llama cancelación, así y con todas las letras. Muy triste, lamentable, y también del todo previsible.