El escritor y filósofo existencialista francés, Jean Paul Sartre, escribió que “el infierno son los otros”. Si esto es así, el extraordinario fotoperiodista español Agustí Centelles tuvo la desgracia de fotografiar varias veces con su Leica ese infierno causado por los otros, por las ideologías y las guerras, por el fanatismo y la maldad, por el odio y la miseria.
Lo hizo para su desgracia y para nuestra fortuna, gracias a lo cual hoy podemos contemplar sobrecogidos aquellas terribles imágenes y hacer histórica memoria de lo que nunca debió suceder, de lo que nunca debería volver a suceder.
Podemos contemplar las imágenes de Agustí Centelles en la exposición «Españoles en Bram. La vida en el campo de refugiados a través de la imágenes de Agustí Centelles«, que estará abierta hasta el 29 de abril en la Sala de Exposiciones Antigua Capilla de la Orden Tercera Franciscana en la Plaza Reyes Católicos, de Elche. La muestra de esta colección, que pertenece a la Fundación Pablo Iglesias, la organiza el Ayuntamiento de Elche, a través de la Concejalía de Cultura.
Agustí Centelles haciendo política desde la fotografía
Nacido en Valencia en 1909, Centelles desarrolló su carrera profesional en Barcelona. En la década de los años treinta se convirtió en el gran renovador del fotoperiodismo, al introducir las últimas innovaciones tecnológicas que llegaban al mundo de la fotografía, y que tan brillantemente capturaba con su Leica.
Al día siguiente del estallido de la Guerra Civil Española, un conflicto que cuenta con una cobertura mediática hasta entonces sin precedentes, quizá por actuar como preludio de la cercana II Guerra Mundial, Centelles se enrola en el conflicto como corresponsal gráfico de guerra. Trabajando al servicio del Commissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, se convirtió, según sus propias palabras, en “el primer reportero gráfico en hacer política desde la fotografía”.
Durante los siguientes tres años cubre las acciones del ejército republicano en diversos lugares como el frente de Aragón o el bombardeo de Lérida por la aviación fascista. Sus fotografías retratan de forma inmediata la crudeza del enfrentamiento fratricida, obteniendo imágenes de un enorme impacto visual.
El infierno de Bram
Finalizada la guerra llegó el forzado exilio. Centelles huye a Francia por la frontera gracias a su carnet internacional de periodista, cargado con una maleta con más de 4.000 negativos que confía a una familia de Carcassonne para evitar su incautación por las fuerzas colaboracionistas y que las imágenes pudieran delatar a los derrotados republicanos.
Recluido en el campo de concentración de Bram, cercano a Carcassonne, Centelles retrata con crudeza las pésimas condiciones y el humillante trato al que fueron sometidos los exiliados españoles. “En los campos de concentración de Argelès, Sant Cebrià de Roselló, el de Barcerès y Bram, la vida no era fácil, tanto por parte de las autoridades francesas, que nos vigilaban con tropas coloniales, como por la vida que llevábamos. Continué haciendo fotos en el campo de concentración e incluso monté un cuarto oscuro para revelar. Tuve la suerte de comenzar a trabajar para una familia francesa, e hice que su negocio de fotografía subiera como la espuma. Al cabo de un año entré a trabajar para un patrón socialista. Las cosas me fueron mejor”.
Centelles regresa clandestinamente a España en 1944. En 1976, tras la muerte del dictador Francisco Franco, recupera por fin la maleta que sus fieles amigos habían guardado durante treinta y seis años, durante los cuales él les enviaba cada Navidad una pastilla de turrón, con el único fin de que supieran que aún continuaba vivo.
A menudo solemos poner etiquetas fáciles para describir a una persona y tratar de aproximarnos a su auténtica dimensión. De Agustí Centelles se ha escrito en muchas ocasiones que se trata del “Robert Capa español”. Al compararlo con el mítico fotógrafo, compañero de la no menos mítica Gerda Taro, le hacemos un flaco favor, porque Centelles no tiene nada que envidiar a Capa, ya que en muchas ocasiones su mirada es más audaz y certera. Esta dura y magnífica exposición lo demuestra con la más absoluta claridad.
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