Dios da bebida a esos borrachos que se despiertan al amanecer
Farfullando sobre las rodillas de Belcebú, totalmente destrozados,
Cuando una vez más espían a través de las ventanas
Acechando, el terrible puente cortado del día.
(Oración para borrachos, Malcolm Lowry)
Malcom Clarence Lowry (Reino Unido, 1909-1957) es conocido por Bajo el Volcán, una de las obras más relevantes de la literatura en inglés. La vida de Malcolm Lowry fue un largo viaje hasta las profundidades del averno. Si morir puede ser un arte, este gringo de ojos zarcos fue un artífice del bel morir esculpiendo su propia urna durante su breve tiempo de vida.
Margerie Bonner, su viuda, contaría posteriormente que escritor, poeta y cuentista, amaba la muerte con una pasión más dulce que el Anís del Mono que bebían tanto él como el Doctor Vigil y Jacques Laruelle, los personajes de su famosa novela ambientada en el Mexico más profundo, a los pies de Popocatépetl, el volcán eternamente humeante, metáfora del Infierno en el que su protagonista se interna en un viaje satánico en el Día de los Muertos mexicano.
Lowry pertenecía a una familia de la alta burguesía de su país, su padre lo envió a estudiar a Cambridge y su abuelo, que poseía una naviera le obligó a estudiar la vida en uno de sus barcos mercantes. La durísima experiencia la contaría en su novela Ultramarina. Bajó de una limosina hasta la escalerilla del carguero y a bordo le esperaban las ratas y una tripulación de marineros noruegos dispuestos a atormentarle durante el viaje. El joven Malcolm llegaba invariablemente tarde al silbato anunciando el inicio de la jornada y a servir los cafés a la marinería.
-“Ah, eres tú. Bueno, hace diez minutos que estoy levantado. He visto al piloto, he dado las órdenes del día y mientras tanto, tú andabas por ahí haciéndote la muñequita.
– Disculpe , señor.
-Disculpe, señor…¡Siempre la misma historia!.¡Disculpe un carajo!..
-Tiene razón, señor.
-Al principio creí que saldrías derecho, que haría un buen marinero de tí. Highton era uno de mis muchachos y ahora es uno de los contramaestres de este barco. ¡A ése lo saqué derecho! Lo llamaban el rey de las grúas. Pero tú no sirves más que para estorbar. ¿No has hecho el café todavía?
-No.
-No, no, no…Es lo único que sabes decir. Siempre “no” y “disculpe”. Y yo ando a las puteadas por todo lo que no haces.”.
Cubierto de polvo de carbón, con un brazo desollado y las moscas zumbando alrededor de sus oídos en el tórrido aire de Hong Kong, el chico añoraba tal vez la camisa limpia de los domingos y a la novia que había dejado en tierra.
“Anduve tambaleando por el barco, cubierto de cal. Las sienes me estallaban, tenía los dedos agarrotados y me temblaba todo el cuerpo. En el castillo de proa había olor a paja mojada; eran las esteras que los estibadores habían dejado durante la noche en los guinchos y que después habían arrojado por la escotilla. Sobre la mesa había dos cartas para mí: una de mi madre y otra de Janet. Las entrañas se me deshicieron, todas mis fuerzas huyeron de mí como el agua cuando vi la letra de colegial de Janet”.
MEZCALITO
Conocí la obra de este borracho genial por intermedio de un amigo tan dipsómano como Lowry , en Menorca, bebiendo mezcal con el gusanito Juanito que contiene la botella envasada en Mexico. En Bajo el volcán, quienes lo hacen juntos serán amigos hasta la muerte. El mezcal, bebida psicotrópica que se extrae del agave o maguey que crece en el desierto, es alcohol para gargantas de acero y almas de latón. Malcolm Lowry bebía porque, como la mayoría de los alcohólicos y adictos a sustancias tóxicas, era alérgico a la vida. Para compensar sus debilidades y su tambaleante estabilidad emocional necesitaba anestesiarse con pócimas espirituosas de alto octanaje. Pero también con otra droga fuerte y peligrosa, el amor. Los marineros del Oedipus Tyrannus, como llamó a su barco en la ficción en la novela Ultramarina, le aconsejaban buscarse una mujer bien fuerte. Creyó encontrarla en la figura de Jan Gabrial, una poeta estadounidense que había hecho algún pinito en el cine, ya que tenía buenas hechuras físicas. Pero Jan se convirtió muy pronto en una pesadilla y se separaron al poco tiempo. No sin antes intentar salvar su relación en una estancia en Mexico, en 1936, donde Lowry se hundió en una depresión y en el alcohol. Ese fue el origen de su gran obra maestra, donde bajo el trasunto de un cónsul británico Geoffrey Firmin tejió un relato delirante en el que el alcohol, mezcal, es el protagonista. La novela se inicia el Día de Muertos de noviembre de 1939, pero él la había comenzado tres años antes en su domicilio de la calle Humboldt, 24, Cuernavaca, estado de Morelos. En 1937 escribió unas cuarenta mil palabras que no gustaron a los críticos ni a los posibles editores. En 1939 intenta alistarse como voluntario en la guerra en Inglaterra, pero se ve obligado a permanecer en Canadá. Allí se dedicó a reescribir el libro durante seis meses, a la espera de ser llamado a filas, pero según sus propias confesiones, “no obtenía ningún resultado, era un fracaso, salvo los pasajes de la ebriedad del Cónsul, y algunos ni siquiera parecían bien logrados”. “El Volcán” iba a ser la primera parte de una trilogía titulada “El viaje que nunca termina” a la que seguiría Lunar Caustic, en una especie de exploración al Infierno y el Purgatorio que concluiría en la novela “En lastre hacia el Mar Blanco”, como el Paraíso.
Como la desgracia perseguía sin tregua a este ángel caído, al menos la tercera parte de los manuscritos se perdió en un incendio de su cabaña. Así es que continuó con la escritura de El Volcán, pero una nueva contrariedad parecía dar por tierra su intento. Otro libro, El fin de semana perdido, llevado al cine, se parecía bastante a su idea original , con lo cual le pareció imposible recobrar la fe en su propia obra, en la que había invertido ocho horas diarias durante dos años.
No obstante, Jan Gabrial, fue decisiva a la hora de empujarlo a concluir el libro. Aunque lo abandonaría unos años más tarde, al darle a elegir entre ella y la bebida. La misma actitud que toma Yvonne, el personaje de la mujer del Cónsul , “mezcalito” como le dicen los locales, de su famosa novela y al igual que éste, Malcolm se agarró a su botella y al fuego volcánico que ardía en su mente para crear la que sería una de las más grandes novelas de todos los tiempos. Posiblemente no sea ésta la más indicada para todo público. Especialmente para los bebedores, porque lo recomendable es leerla con una botella , a ser posible de mezcal, al alcance de la mano. El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que intentó llevarla al cine junto con Joseph Losey, cayó en un trance diabólico (“Fue mi labor de Hércules, hice un viaje a la locura”) y debió ser internado en una clínica psiquiátrica tras escribir el guion, obsesionado con los doce capítulos de una novela de compleja estructura, dividida en doce horas, que se relacionan con la Cábala. Finalmente, sería John Huston el encargado de llevarla a la pantalla, en 1984, con Jacqueline Bisset y Albert Finney en los roles principales.
EL MAL LITERARIO
Para Lowry, la escritura era una enfermedad como su alcoholismo, como cualquier otra. “O más bien como una enfermedad infantil, una diarrhea scribendi” “Lo que uno escribe, si ha de ser algo bueno, debe estar profundamente arraigado en una especie de originalidad”, decía.
En su vida , tan desgraciada, apareció finalmente el hada buena en la persona de su segunda esposa, Margerie Bonner, que lo acompañó en su autoexilio en los bosques canadienses sin exigirle que abandonara el alcohol pero tampoco que se alejara de su máquina de escribir. El mismo día de su boda se instalan en una cabaña de pescadores y Malcolm acaba la tercera versión de la novela, que será rechazada por los editores al año siguiente.
Se les quema la casa, la reconstruyen, él termina la cuarta versión. Regresa a Mexico y ese día de primavera de 1946 se entera de que Bajo el Volcán ha sido por fin aceptada en Londres y Nueva York. Viaja por Europa y sigue escribiendo.
Muere en Susex, el 27 de junio de 1957, tras una crisis etílica. Se dice que en medio de ella intenta agredir a su esposa y más tarde, arrepentido, se echa a dormir y se ahoga a consecuencia del reflujo del alcohol consumido.
Malcolm Lowry convirtió su propia vida en literatura , a través de la cual quiso llegar hasta el fondo de sí, en busca de una liberación. Lo que encontró no fue “el oscuro hueco que antes era su mente” (carta al crítico John Davenport, 1937) sino el mismo Infierno donde lo esperaba Belcebú, el dragón de sus noches .
Ideas de libertad están atadas a la bebida.
Nuestro ideal de vida contiene una taberna
Donde un hombre puede sentarse y hablar o sólo pensar,
Sin ningún miedo al dragón nocturno;
O bien otra taberna donde no aparecen
Letreros de No se Fía ni de No hay crédito
Y, dejando aparte las ilimitadas cervezas,
Nos sentamos tranquilamente borrachos y locos a editar
Panfletos de un país realmente mejor donde un hombre
Puede beber un vino más delicado, ¡Ah!, no destilado
Que intoxica sutilmente sin dolor,
Tejiendo la visión de una taberna inasimilable
Donde siempre podemos beber sin pagar
Con la puerta abierta, y el viento soplando.
(Sin el dragón nocturno, Malcolm Lowry)
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