La victoria electoral de Trump mueve a variadas reflexiones a periodistas, políticos y gente de la calle. A unos les parecerá asombroso que un “felon”, o sea un delincuente, el lenguaje jurídico anglosajón y que es imputado de graves delitos, haya podido llegar a la presidencia. Pero el hombre del pelo naranja y rostro rubicundo ya había declarado que le votarían igualmente sus conciudadanos y seguidores aunque asesinara a tiros a alguien en plena calle. A otros, los de su misma cuerda en el ámbito de la política internacional, les parecerá que por fin ha triunfado “la libertad, carajo”, o sea el plan neoliberal y capitalista a ultranza que, aderezado con un autoritarismo que desmiente todo aire liberal, pretenden imponer en sus países. El interrogante que aparece ya en algún medio es: “¿Es Trump un fascista?”. Los próximos tiempos darán la confirmación a esta hipótesis, nada descabellada. Su lenguaje difamatorio, procaz en ocasiones, sus soflamas hacia un nacionalismo americano tan reminiscente del “Deutschland über alles” (“Alemania por encima de todos”, la frase más famosa de Hitler, extraída del himno nacional alemán y que luego fuera expurgada), y su desprecio por las normas más elementales de la democracia, le hacen candidato a esta etiqueta. Ciertamente, las etiquetas de nada sirven en estos tiempos revueltos en los que la pretendida superioridad moral de unos y otros, a las izquierdas o a las derechas, ya no es un valor absoluto. Sin embargo, ahí quedan como señal de advertencia para los que aún creen que significan algo.
Yo me quedaría, de momento, con la expectativa y con la necesidad de entender el porqué de estos fenómenos de involución de los valores democráticos. Henri-Fréderic Amiel decía que “la democracia llegará al absurdo cuando deposite en las manos de los más incapaces las decisiones que afectan a las cosas más grandes”. Y por cierto, como afirma el filósofo italiano Remo Bodei, que lo cita (“Domio y sometimiento, Alianza Edorial, 2022) la dignidad humana no es algo connatural a la especie, sino un constructo cultural que a pesar de todo es necesario seguir edificando con las leyes, “porque se han ganado con esfuerzo para salvar a la totalidad de los seres humanos de los atropellos, las humillaciones y el exterminio”. (Op. Cit. Pág.183).
Desde hace algún tiempo mantengo una frecuente correspondencia electrónica con Victor Cavallo, un antiguo amigo y condiscípulo que reside en los Estados Unidos. A él, que es también periodista y autor de libros de ciencia ficción (que he comentado en estas páginas) le he preguntado por sus impresiones tras la victoria de Trump. Me permito transcribirlas aquí, sumariamente, y son éstas:
“Ya sospechábamos que ganaría y estábamos más preocupados por unas enmiendas que afectan a Florida y lamentablemente no fueron como esperábamos, y se refieren a temas como el medio ambiente, el aborto y otros. Por lo visto el poder del negocio y del gobierno seguirán sobre nosotros afectándonos de alguna manera. Ya sabemos cuál es el tema de Trump y como se ha usado la ignorancia increíble de la gente para engañarla con el hacer “América grande de nuevo”. ¡Aparte de echarle la culpa a los inmigrantes y acusarlos incluso de comerse las mascotas! Increíble. Acá donde vivimos, que es el condado de Broward, ganó Harris con el 60% y aquí no hay influencia cubana o similar. El latino es más diverso y hay más gente joven y retirados americanos del norte. El tema internacional será la novedad, pues esas decisiones las toma el Pentágono y la industria armamentista. Veremos que hace este presidente al respecto, que es alguien que no tiene experiencia alguna ni conocimiento en esta área. Como dijo su asesor John Bolton, Trump era el presidente más ignorante en política internacional que le tocó asesorar. Para mí, este tipo se está asegurando su bolsillo y el de su familia y futuro. Descubrió que la ignorancia se vende a muy buen precio y nos tendrá a todos en jaque. ¡Que por favor lo mantengan lejos del botón rojo!”.
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