Como preámbulo al inicio de las fiestas de Moros y Cristianos de Villena, su Teatro Chapí volvió a organizar las jornadas de Puertas Abiertas donde se celebran varias sesiones de visitas guiadas al espacio realizadas por profesionales del teatro.
Teatro Chapi que fuera y que siga siendo. Que fuera porque sería esencial que en otros teatros de la provincia imitaran esta experiencia de Villena que ilustra y acerca a la ciudanía sus espacios culturales. Que siga siendo es para que sea una dinámica que no se pierda y que incluso en algún momento pueda duplicar durante el año, siguiendo por ejemplo el calendario festero, pudiendo realizar otras sesiones gratuitas en el Ecuador Festero o por las Fiestas del Medievo de marzo, solo como sugerencia y que seguro tendría un gran éxito también, además de las visitas que se realizan un domingo al mes por parte de la Oficina de Turismo que tiene un pequeño precio de entrada.
El Teatro Chapí es un Teatro de la gente. No solo porque adapta su programación a una audiencia fiel de la ciudad, de la comarca, de la provincia si no porque abre sus puertas a la ciudadanía para descubrir sus secretos que no están al alcance en un día de función. Participar de las jornadas de puertas abiertas es conocer su historia, atender y descubrir espacios que nos son habituales cuando uno va allí y, además, disfrutar de algunas anécdotas más o menos divertidas de su vida de ayer y de hoy.
El Teatro-Circo Chapi fue un proyecto inaugurado el 20 de junio de 1885 con la zarzuela “La Tempestad” a la que asistió el compositor Ruperto Chapí en la que incluso dirigió varios números de la obra entre el entusiasmo de sus paisanos presentes en la representación. El Coliseo en 1908, por ser de madera y dado su estado, tienen que cerrarlo y desmantelarlo. Fue en diciembre de 1925 cuando se inauguró el Teatro Chapí tal y como lo conocemos hoy en día, de estilo neomudéjar en sus laterales y del clasicismo en su fachada, mucho más austero que el primitivo proyecto del arquitecto José María Manuel Cortina.
En nuestra última visita tuvimos la oportunidad de descubrir la colección de maquetas escénicas de las Zarzuelas y Opera compuestas por Chapí. Volví a encontrarme con el proyector de cine de época que se utilizaba para los pases de cine en el Teatro que funcionaba con electrodos y no con bombillas.
El hall posee el gran mural del Cine Imperial obra de Vicente Melió de 1958 que tras su cierre acordaron donarlo al Ayuntamiento que encontró este lugar con medidas casi exactas. Recrea el otorgamiento de la Carta de Fueros y Privilegios a la ciudad por los Reyes Católicos, así como escenas costumbristas y agrícolas con una significativa presencia de los tradicionales ajos.
Nuevamente tuvimos la oportunidad de conocer la historia de Joaquín María López, villenero que fue presidente del gobierno, y que era conocido como «pico de oro» por su habilidad para la oratoria. Tanto fue así que según cuenta la “leyenda”, Su Majestad la Reina Isabel II ordenó conservar su lengua y puedo confirmar que allí está, en una vitrina, junto a otros objetos, en el Teatro Chapí.
Un teatro a la italiana, por eso de facilitar la observación al público, no solo del escenario si no especialmente del otro público. Una tendencia arquitectónica, la herradura, que pretendía la máxima conexión del público con el público: el otro teatro, más realista.
Solo destaco dos anécdotas, de las tantas que contaron, como son la llamada FILA ONCE, que dicen que desde allí “no se ve un pijo”. También nos resultó divertido la Sala de Ensayo que allí también la conocen como la Sala de los dos pianos. Y es que realmente hay un uno pero que, al reflejarse en un gran espejo de la misma, confunde, y parece que hay dos pianos.
Una jornada muy interesante de un lugar tan cercano y con tantas posibilidades. Un lugar habitual para los públicos intranquilos que necesitan estar conectados con la oferta cultural del entorno.
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