“En aquel instante de calma profunda / hablaba con el silencio sobre planes de futuro. / Una breve oscuridad tomaba el espacio / desprendiendo las horas de todo bagaje. // No le inquietaba el reflejo de sueños / amortajados por pecados capitales, / al alejarse almas desnudas / como regueros de palpitantes ilusiones… / No hay espacio tiempo en su íntima imagen”.
Helena Vilella Bas (Elche, 1971) escribe versos desde edad temprana y ha compaginado siempre la escritura con sus estudios, su trabajo y su maternidad. Entre 1994 y 1998 escribió bajo el pseudónimo de Koroa Batekin, palabras que pertenecen a un poema de Gabriel Aresti, “Nire Izena”, y que representa su ser esencial. Como activista cultural, ha organizado numerosos recitales, tertulias y encuentros poéticos. En 2019 entró a formar parte del programa radiofónico “Conectados en la noche”. También ha colaborado en numerosos ciclos y actividades en su afán por difundir la poesía. Hasta la fecha, sus poemarios publicados son: La carta de la luna (Ediciones Azorín, 2015; 2019), Poemas encontrados (Editorial Ringo Rango, 2016; 2018), Cuaderno de viaje (Editorial Ringo Rango, 2017; 2018) y Posiblemente aire (Jmd Ediciones, 2018; 2021).
A veces, una encuentra un motor de sanación y crecimiento en la poesía; una manera de cultivarse y crecer a través del lenguaje. La escritura se convierte en un germen transformador donde la maduración poética y la personal se retroalimentan y crean un todo indestructible. Y es así como Helena Vilella Bas se descubre en Koroa Batekin, un nombre que, lejos de ser un mero pseudónimo, la identifica y la refuerza en su discurso. Desde su verso libre, atravesamos un mundo reflexivo, íntimo y particular en el que los sentimientos son la fibra transmisora.
“Se siente confusa. / Columpiándose entre nubes efervescentes / previene la inevitable caída. / Inquietante, desconfiada… / Siempre en picado, lejana, tardía. // Ama su tierra, aunque jamás fuese profeta en ella. / Pero ama más a su pluma y a la vez ella / adora aquello que sus ojos idolatran. / Catastróficamente escribe / más consonantes desquiciadas. // Se agolpan al encuentro / del diminuto regazo que las besa. / Las guardaría ordenadas eternamente, / pero en un frasco de cristal / acabarían por morir en agonizantes alaridos de pesar”.
Desde La carta de la luna, la autora muestra un universo lleno de vibraciones que apoyan su búsqueda. En cada libro, su visión romántica personal, el anhelo y la necesidad de seguir hacia adelante evidencian su carácter soñador. De este modo, a partir del ímpetu de la adolescencia, la trayectoria se consolida para culminar en un Posiblemente aire mucho más maduro, fruto de la meditación y la propia investigación espiritual. Un diálogo que suma renacimientos: muerte y vida son uno en el alma que siempre crece y vuela un poco más lejos, un poco más alto, en el intento de sobrevivir y ser una misma.
“Una palabra trabada entre cuerdas vocales / copió cien veces con la punta de su rabia. / Negro reguero de culpa manchaba sin tinta / lo más arcano del abismo extraño. // Desbordada la impaciencia, / maldijo la infamia enfermiza. / Sonó un lamento contra el muro callado. / Anegó a la risa en la fúnebre mañana. // Nada que hacer puede el abatido cuerpo. / La verdad es una flecha que mata al instante. / Y se pregunta el talón irredento / qué hizo Aquiles para merecer fatal punzada”.
Marcada por la sensibilidad, la idea de perseguir los ideales se convierte en un trampolín que la impulsa con esperanza, con el hálito de luchar de manera incesante y reafirmarse con las palabras. Ahí florece Koroa Batekin, poeta incansable que une las dos vertientes de una misma identidad.
“A marcha cierta se distanció de la tierra, / que engendrada de esclavitud / le fusiló durante tantos años. // Hoy va cruzando este desierto. / Enjuga sus ojos y respira hondo. / Se aleja lento a paso seguro. // Atrás se desdibuja una ciudad reducida a cenizas. / Su cuerpo está agotado. El alma gozosa avanza / a la belleza de una promesa”.
El concepto de viaje surge en su poética como un generador de luz, como un ejercicio de aprendizaje para descubrir nuestra razón de ser y nuestro camino. En un proceso de apertura consciente, el destino se revela y todo apunta hacia un mismo lugar. Por eso, cada poema nos transmite una vivencia que nos cala de amor y felicidad, a pesar del dolor. El aquí y el ahora lo impregnan todo y se filtran en el acto de escribir.
“Te despierta una inquebrantable serenidad / tras toneladas de historias vomitadas por la borda. / Has encontrado la brújula perdida / y el reloj parado late de nuevo. / La carta que te prohibiste leer hace tiempo has abierto. / Has mirado a los ojos al espectro / que ya no aterra a la niña que eras. / Has creído que el invierno es tan hermoso / como el resto de estaciones, / cuando se mira con el amor a la libertad verdadera. / Dicen que no existe, dicen que hay que buscarla, / pero anoche durmió a tu lado la felicidad / cuando juraste que ya nada sería imposible”.
A través del símbolo de la mariposa, Koroa Batekin (o Helena Vilella Bas), nos traslada la fragilidad del ser humano, la importancia de la belleza y esa necesidad de extender las alas en el proceso vital. En sus obras, aparecen “palabras al vuelo”, micropoemas esenciales que reflejan en estado puro sus emociones y que, en ocasiones, son el alma de otros poemas posteriores.
“Nada podrá desviar mi destino. / Los vientos me son favorables / y navego a buen rumbo. / Mi guía, un perpetuo faro / que se alza majestuoso ante mis asombrados ojos. / … Ya no puedo dejar de remar…”.
La escritura es libertad, comunicación, una forma de expresar todo lo que invade nuestras profundidades; una manera de construirnos y ser capaces de intercambiar pensamientos que van más allá del tono coloquial. Helena Vilella Bas toma la naturaleza como referencia y nos abre su corazón, nos envía mensajes en una botella y nos invita a conocer su isla interior. En el poema “Aunque el mar arda”, incluido en Posiblemente aire, dice: “Si algún día se levantase toda una nación / en contra de mi reino / y ejércitos de guerreros por tierra, / mar y aire, extirpara de cuajo / mi tesoro de bajo tierra, / juro ante lo más sagrado / que no opondré resistencia alguna. / Yo ya gané la tierra prometida un buen día / y moriré cuando llegue mi hora, / fiel a mi verdad, a mi honor de mujer y de poeta”. Toda una declaración de intenciones. Leamos.
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