“Es el mar contra el mar: / un maricidio. / Una sublevación de costa a costa. / Se levantó el Levante. Se amotinó el timón. // La historia, un pentimento. / El caballo deforme / galopa con seis patas. // Recuerda el cielo raso, un toldo y poco más. / La memoria se seca / como ropa tendida, se destiñe / como algo que lavamos muchas veces”.

Luis Bagué Quílez (Palafrugell, 1978) reside en Alicante desde la infancia. Es doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante. Trabaja como investigador en la Universidad de Murcia. Sus principales líneas de investigación son la poesía española contemporánea y las vinculaciones entre el discurso poético y el discurso plástico e intermedial. Codirigió la revista de poesía Ex Libris. Además de ser crítico literario y de elaborar numerosas ediciones, es autor del libro de relatos 5 capitales (Sevilla, Algaida, 2017). En ensayo sus obras publicadas son: La poesía de Víctor Botas. Una relectura de los clásicos grecolatinos (Gijón, Llibros del Pexe, 2004), Poesía en pie de paz. Modos del compromiso hacia el tercer milenio (Valencia, Pre-Textos, 2006; Premio Internacional Gerardo Diego), La Menina ante el espejo. Visita al museo 3.0 (Madrid, Fórcola, 2016) y La poesía española desde el siglo XXI: una genealogía estética (Madrid, Visor, 2018). En colaboración con el poeta Joaquín Juan Penalva, ha escrito el libro de poemas cinéfilos Babilonia, mon amour (Murcia, Universidad de Murcia, 2005) y la plaquette Día del espectador (Logroño, Ediciones del 4 de agosto, 2009).

Ha publicado los siguientes poemarios: Telón de sombras (Madrid, Hiperión, 2002; Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal» y Premio de Poesía «Ojo Crítico» de RNE, 2003), El rencor de la luz (Talavera de la Reina, col. «Melibea», 2006; Premio de Poesía “Joaquín Benito de Lucas”), Un jardín olvidado (Madrid, Hiperión, 2007; Premio de Poesía “Hiperión”), Página en construcción (Madrid, Visor, 2011; Premio de Poesía «Unicaja» 2010), Paseo de la identidad (Madrid, Visor, 2014; Premio de Poesía «Emilio Alarcos» 2013) y Clima mediterráneo (Madrid, Visor, 2017; Premio de Poesía «Tiflos” y Premio de la Crítica 2018).

Lejos de la poesía a corazón abierto, Luis Bagué en su poética transita la indagación sobre los reflejos singulares que centellean a nuestro alrededor. La controversia entre lo real y lo ficticio, entre la interpretación y la verdad, entre la abstracción y lo puramente figurativo de la vida dan juego a unos versos llenos de significados y referencias artísticas. Así, desde su primer poemario, Telón de sombras, hasta Clima mediterráneo, la memoria, el tiempo y las distorsiones ópticas crean un escenario, con distintos estilos y estéticas, que refuerza un discurso de desconcierto y reflexión.

“Y entonces se trataba de pintar el bisonte / para cazar bisontes. // En eso se parece a la pornografía: / que nazca de la imagen la pura realidad. // Pero el gesto moderno consiste en preferir / la Capilla Sixtina al santuario rupestre. // ¿Qué dice de nosotros / un muro de grafitis / paleolíticos? // No hay mancha que no salga con lejía. / Mordamos la manzana de Cézanne. / Huyamos del bisonte de Altamira”.

De esta manera, el ingenio provoca una catarsis a través de los naufragios; un mundo lleno de fusiones, de fronteras, de oscuridades en las que queremos creer (o en las que creemos) y a las que nos acostumbramos. La fantasía y la visión construyen un todo relativo donde se unen sombras intercambiables. Llegamos, pues, a la extrañeza, a la decepción.

“Tampoco está mal lo sucedáneo, / lo idéntico a sí mismo, / lo que tiene de todo / menos aura. // Pues claro que buscamos la originalidad, / pero no a cualquier precio. // No estoy legitimando la falsificación. // Me refiero más bien a la carencia, / una línea torcida, un número borroso, / el titubeo del nombre en el dorsal”.

Con ironía, el poeta se enfrenta a la impostura, al fingimiento y a la incredulidad de lo que parece ser y no es; a ese ciclón vital que, como una moneda de dos caras, gira enésimas veces, a “alta velocidad”, en un abrir y cerrar de ojos. Desde la filosofía del instante, la fugacidad de la vida y la belleza efímera toman forma de haiku impuro:

“Alta velocidad. / La vida se detiene. / Pasa el paisaje”.

“No confundas lo público / con la publicidad, / ni la velocidad con el progreso”.

“Paz y gloria. / Te he dejado la piel, / me llevo nada”.

“Si un tren pasa dos veces, / desconfía: / ya no es el mismo tren”.

Evolución, cambio e identidad se muestran en Clima mediterráneo como eslabones de una misma cadena que nos permite unir el mito con ciertos símbolos de la posmodernidad. El pasado y el presente son parte de ese futuro escéptico que abre el apetito del que escribe y plantea cuestiones más allá de la propia historia; un camino desde lo antiguo a lo nuevo que muestra la deshumanización y el individualismo actual.

“LOCUS AMOENUS // Incluso tiene un valle / hecho de silicona. // Una fuente de datos que nunca se detiene, / manzanas de diseño / y el trino de los pájaros de Twitter. // Nada que ver con la viña de Horacio / y el huerto de Fray Luis, / rústicos simulacros de la mediocridad. // Llévalo contigo a todas partes. / Baja la aplicación. // Al fin era esto / la soledad amena”.

Lejos de cualquier certeza, Luis Bagué Quílez nos muestra un mosaico climático en el que las emociones se vuelven digitales, se filtran a través de las redes sociales y nos inundan de espejismos y proyecciones. La civilización sigue su curso, sin perder sus personajes y sus paisajes referenciales, pero con la renovación extraña que nos toca vivir: la cruda realidad. Desde esta perspectiva, la intertextualidad, los homenajes, las citas aportan luz a los versos, que se despojan de lo accesorio para volverse incisivos. Dice el autor en el poema Contra lo sublime: “No me seduce el vértigo. / No me tienta el abismo. / No me fío de nada que no pueda medir. // Más que miedo, respeto. // Pido una proporción hospitalaria. / Busco la magnitud de lo habitable”. Así me siento. Leamos.