“Si te preguntan por mí, / diles que estoy siendo en otros territorios, / que ahora soy un refugiado, / que aún me duele la patria, / que siempre me maravilla el amor / y los hombres y mujeres / que se autorizan a vivirlo, / que nunca dejo de disfrutar de los atardeceres, que aún me alegra / sentir en mí, / en los amaneceres, en mi espalda, / el calor de un hombre”.

Manuel Antonio Velandia Mora está reconocido como víctima del conflicto armado colombiano y es cofundador del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia (MLHC). Refugiado en España desde 2007 hasta 2019, gran parte de este tiempo en Alicante. Sociólogo, filósofo, sexólogo, actor profesional, especialista en Gerencia de Proyectos Educativos Institucionales. Másteres en Educación, Gestión de las Políticas migratorias e interculturalidad, Proyectos de Autor y Fotografía Contemporánea, Diploma de Estudios Avanzados (DEA) y Doctor en Enfermería y Cultura de los Cuidados por la Universidad de Alicante; DEA en Psicopedagogía y Doctor en Educación por la Universidad del País Vasco. Redactor de arte en revistas virtuales de cultura y tendencias.

Se define como “artivista” marica indígena-descendiente, artista transdisciplinar (fotografía, grabado, escultura, poesía, performances…), político, migrante y refugiado en proceso vivo de descolonización, disidente al régimen blanco-hetero-capitalista-colonial, que ha pasado toda su vida estudiando, co-construyendo conocimiento y creando. Sus libros de poesía publicados son Déjame penetrar por ese oído. Poemas para mis hombres (Colombia, 1997), el fotopoemario Déjame penetrar por ese oído. Poemas para mis hombres (USA, 2015; 2017), el fotopoemario bilingüe castellano/francés Poemas del exilio/ Poèmes de l’exi (USA, 2017) y No habrá quien colonice el silencio (Alicante, 2018).

No habrá quien colonice el silencio es un libro de amor verdadero, de intensas verdades que juegan entre palabras y fotografías. Una muestra del carácter multidisciplinar y abierto de su autor y de ese lenguaje sin tapujos que caracteriza toda su obra. Manuel A. Velandia es, ante todo, un expresionista. Un artista conmovido por todo lo que le rodea y que siente la necesidad de posicionarse ante las injusticias y los abusos sociales. Un marica que lucha cada día, y que utiliza todo lo que está a su alcance para transitar el arte de manera visceral. De esta manera, nos hace llegar sus sentimientos y sus preocupaciones hasta conmovernos.

“Cometemos poemas. / No llegamos gratis a un poema, llegamos porque nos toca el corazón, porque se relaciona con nuestras explicaciones del mundo, porque de alguna manera nos recuerda lo que hemos vivido. // Nada está lejos de nuestros sentidos; lo que ahora nos importa lo hemos visto, saboreado, tocado, escuchado, olido; nuestro corazón se ha afectado y con él nuestra existencia”.

Los recuerdos y la memoria juegan un papel esencial en sus poemas. La vida que hace heridas y la muerte que nos asalta por sorpresa están presentes en el discurso emocional. Las raíces, el amor que no tiene distancias y un corazón abierto que sangra con cada perdida, se conforman como objeto poético de un “yo” que no duda en manifestarse en cada verso, pero que sabe que es parte del otro, y de eso depende la existencia.

“Ella, que me ha sabido / en todos los años de mi existencia / me ha dejado de reconocer; / me fue perdiendo poco a poco, / recordó aquello que ya parecía no existir. / No podía entender que yo, / siendo su niño, fuera de ella mayor. // María no está con nosotros, / hace tiempo dejó de estar. / Conocimos sus historias, sus juegos de niñez, / el gusto por cantar, su interés en dibujar, / me contó que era modista… / que mi padre siempre la trató bien”.

La vida está en continuo movimiento y trae relaciones que nunca nos abandonan. A pesar del vacío que provoca la ausencia o la propia muerte, Velandia sigue inmerso en el apego a la vida y al disfrute, a la condición de ternura hacia el ser humano y hacia todos sus tránsitos vitales. Por utiliza sus propias palabras, no se desgasta odiando, prefiere desgastarse amando.

“GOZAD EL AMOR. / Que tengáis quien roce con sus labios vuestro cuello y / os transporte a espacios siderales. / Que encontréis quien deposite sobre vuestro pecho / el fruto de la pasión desenfrenada. / Que gocéis del toque furtivo de unos ávidos dedos / mientras camináis por una calle de gente que ignora / que el amor se desborda por cada uno de vuestros poros. / Que vuestros ojos brillen con la luz que brota / del fondo de vuestro corazón agitado / al recordar mañanas, tardes, noches / en los que yacen juntos vuestros cuerpos”.

La pasión, los ritos y el placer candente forman parte del espíritu de Velandia. A través de sus composiciones transmite la fuerza de sus relaciones, de la vivencia amorosa que deja huella, de la soledad que se siente tras la marcha del amante. Siempre quedan rescoldos después de la experiencia; el silencio y las cenizas son fuego que se aviva en la mente y se entrelaza con la tristeza del corazón.

“Deshojo uno a uno nuestros encuentros, / tus recuerdos invadiendo mi cuerpo, / tus obligaciones sobre mi pecho, / tus lujuriosas palabras endulzando mi oído, / el traqueteo de tu corazón agitado / apretujado contra mi pecho, / tus manos desgastando mi espalda, / tus labios húmedos regodeándose en mi boca, / el ritmo de tu jadeo acompasando el mío, / el almizcle de tu piel penetrándome / en cada una de mis inhalaciones”.

Tal y como el autor cuenta, su poesía no tiene sexo, no tiene género, no tiene orientación sexual.  El erotismo, el deseo y todos los lenguajes del amor se enfrentan cara a cara con el rechazo, la violencia, el olvido, el abandono e incluso con la exclusión social y sexual. El compromiso, la solidaridad y la entrega se manifiestan en cada intervención, en cada escrito, en cada proceso creativo. Muestra de ello son, por poner un ejemplo, sus performances Analidad no es banalidad o Hablo por ti y por mí:

“Hablo por ti y por mí. / Hoy grito hasta desgañitarme / por aquellos que han tenido que susurrar / sus deseos y sus necesidades, / por quienes no se atreven / a ponerle nombre a eso que otros / denominan inmundicia, pecado, abominación… / por esas otras tantas nuevas mujeres / y esos tantos nuevos hombres / que se vivencian / en sus feminidades o masculinidades / halladas, asumidas y encarnadas, / por aquellas y aquellos cuyos cuerpos / descubrieron el placer / que la religión, la familia, la escuela / y los medios les habían negado”.

Manuel Antonio Velandia Mora es un ser apasionado. En su obra prima la globalidad, su potencial creador y multidisciplinar. Su voz se renueva a cada instante, en cada momento íntimo, en cada reflejo del presente con memoria. Juega, disfruta, ama y nos descubre que no existen fronteras entre los sentimientos, la vida descarnada y el arte. Todo es intenso en él, y así lo comparte. La lucha es parte de su existencia y la combina con la intimidad dulce del que sabe lo que quiere: “Si volviera a nacer sería marica, / escogería ser feliz desde más temprano”. Seamos felices. Seamos libres. Leamos.