“El mundo avanza / inevitablemente / hacia adelante, / aunque a veces / parece retroceder. / O quizás soy yo / dando un paso atrás. / No saber quién eres / acelera el tiempo, / que parece contagioso / porque todo el mundo / se vuelve viejo a la vez. / Para mí el mundo avanza / tan deprisa / que apenas conozco mi nombre. // Les diré lo que sé: / yo soy las personas / que me quedan, / que se quedan, / que quedan, / cuando yo también / he decidido marcharme”.
María Marín (Cieza, 1991) es Graduada en Lengua y Literatura españolas por la Universidad de Murcia, y correctora profesional de textos por la Universidad Europea de Madrid. Ha colaborado con la revista La Galla Ciencia. Algunos de sus poemas han sido publicados en el fanzine Carne para el perro y en la revista digital El coloquio de los perros; además ha participado en el ciclo Poetas en cercanías, organizado por el colectivo Letras de Contestania, de Alicante.
Casi por un “arrebato de euforia inconsciente” nació en 2018 su primer poemario, El desafortunado intento (Boria Ediciones, 2018), un libro que sirve a la autora para desmitificar lo terrible y poner en perspectiva pensamientos que son recurrentes en su cabeza. Tal y como apunta su prologuista Daniel J. Rodríguez, María Marín intenta responder a una pregunta: “¿quién soy yo para mí misma?”. De esta manera, sus poemas dan respuesta o explican su incomodidad, incluso su malestar ante los desencuentros con el mundo.
“Nunca sabréis / la de veces que he pintado / de rojo el asfalto / con solo asomarme / a la ventana /. Nunca. / Tantas veces / como gotas / en un vaso de agua / que se desborda. / Y es que arrancarse / el corazón / es de las pocas maneras / que existen / de hacer que deje / de doler. / Aunque sea / por un momento”.
A través de su fragilidad, su desconcierto y su indagación, consigue distanciarse y alcanzar con gran ironía, incluso cierto humor, los acontecimientos cotidianos que rasgan el alma o nos conmueven. Su discurso fluye a través de las páginas de este poemario hermoso y ácido para despertar la mente e inquietar el ánimo del lector.
“En un hipotético / diálogo con Dios / le he preguntado / que ‘por qué’, / a lo que / sin pensárselo dos veces / ha contestado: / ‘porque sí’. // Quién esperaba / una respuesta reveladora”.
Derivadas de su gran afición a la lectura, las citas tienen mucho peso en el contenido del poema, abren una ventana a los temas fundamentales de la humanidad y los adaptan a su voz personal. La estética del poema nos arrastra a un estado emocional, al sentimiento que provocan en la autora ciertas situaciones y que surgen de la propia maceración temporal que requiere la escritura:
“Lo que resulta cuando viene / un entendido / a explicarte esa cosa / de la que sabe tantísimo / es que si no has leído / oído escuchado hablado de / extasiado con maravillado por / alucinado ante / es que no sabes una mierda / de esa cosa que sabe tantísimo / ni sabes una mierda de nada / de nada DE NADA / PORQUE ES UN EXPERTO / EN LA MATERIA / y si no te gustan los Beatles / es que no entiendes una mierda / ni de música ni de nada que se le parezca”.
El desafortunado intento es como la vida, con la dualidad o el concierto de contrarios que se siente en el día a día. El dolor, la tristeza y la soledad se debaten frente a la pantomima y la comedia. Un punto de inflexión que nos hace entender la teatralidad que existe en lo diario y tomar conciencia de las complejidades del individuo. La ficción y la creación artística se unen para despertarnos del letargo:
“Oigo voces, / ha estallado la guerra. / ¿Hablarán de nosotros / cuando estemos muertos? / Hoy las guerras / no necesitan nombres / que activen las bombas. / Helena murió / y también sus gusanos. / Los caballos quedaron / para otro tiempo. / Hay tumbas donde llueve / y nunca pasa nada. / Troya ha cambiado / su nombre / y ya a nadie le importa. / Los nombres tampoco importan / ya a nadie. / Las tumbas donde llueve, / menos. / Helena, / sus gusanos, / la guerra, / las voces… / ¿Hablarán de nosotros / cuando estamos muertos?”.
María Marín es una poeta que se dibuja a si misma a través de la literatura, que deja abiertas las rendijas de su memoria, de sus experiencias, de la intelectualidad, para ofrecernos una obra cargada de referentes y necesidades interiores. El discurso meditado y reflexivo nos hace partícipes de lo frágil de la existencia y de la necesidad de desdramatizar para seguir en la brecha. Desde esta perspectiva, me uno a ella, citando un fragmento de su prosa final “La importancia de las cosas importantes”:
“El desafortunado intento de explicar la importancia de las cosas importantes no es del todo importante, no tanto el hecho del intento sino el hecho de intentar el intento. Eso es lo importante. Intentar, digo, decir intentar es muy sencillo, decir intentar es lo más sencillo de este puñetero mundo. Yo lo intento. Lo intentas. Lo intentamos”.
Sigamos intentándolo. Leamos.
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