“Cual la tez de la madre: / tegumento que talla / el hueco de las órbitas, / de los pómulos, de / la cavidad ya muda del habla”.
“La cera della madre: / tegumento che intaglia / il vacuo delle orbite, / degli zigomi, della / già muta cavità della voce”.
Miguel Ángel Cuevas (Alicante,1958) es profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Sevilla. Ha traducido al castellano a Pirandello, Tozzi, Luzi, Pasolini, Consolo, Scandurra, Attanasio, Burgaretta, Di Mauro, Cannizzo; al italiano a Valente, Oteiza. En poesía ha publicado, en España: Celebración de la memoria (1987; segunda edición, Memoria, 2013), Manto (1990), Incendio y término (2000), Silbo (2001). En Italia, autotraducidos, 47 Frammenti (2005), Scrivere l’incàvo (2011), Modus derindendi (2014), Sibilo (2015), Pietra-e cruda (2015), la prosa de Una Sicilia deambulata (2016), la antología Ultima Fragmenta (2017).
Su último poemario publicado es Postuma (Le Farfalle, 2021), una obra que no es un libro bilingüe al uso, sino que en su creación conviven el castellano y el italiano. Los versos se enriquecen del intercambio lingüístico, de la reescritura en dos direcciones. Así, en cada página encontramos dos versiones del mismo poema, que giran bajo la voz del poeta y describen una misma trayectoria. Germen y fruto se aúnan sin distinción, se entremezclan.
“Ve su cuerpo caer, / el helor de las aguas. // Tizne oleosa de alquitranes, / agria desleída lama. // Gorga en el cauce, grumo, / maraña”.
“Vede il suo corpo abbattersi, / il gelo delle acque. // L’oleosa fuliggine dei catrami, / l’acri disciolte lame. // Gorgo nell’alveo, grumo, / groppo”.
A través de la renuncia de significados, la abstracción se convierte en un espacio vacío que desemboca en la incertidumbre, en esa nada que nos hace pensar que, quizá, la luz esté bajo la tierra. Un planteamiento esencial del que manan los enigmas de la naturaleza, la fuente del sentimiento poético. Lo ancestral se marca en la piel para encontrar la voz de lo innombrable.
“No supiste el crujido / de la aldaba. // No los pasos descalzos, / la presura del ansia. // Sudario céreo, de tu huella / calco, idas las aguas. // humedales despojos / de lama mandorlada”.
“Non sapesti lo scricchio / del chiavistello. // Non gli scalzi passi, / l’avacciare dell’ansia. // Sudario cereo, dell’orma tua / calco, sparite le acque. // Stagni spogli / di lama mandorlata”.
Muerte y vida se abrazan en un recorrido místico, que sabe de lo sensible, pero también de lo etéreo. De esta manera, la palabra llega a las raíces del corazón y convierte la propia poesía en experiencia espiritual, más allá de explicaciones. La eternidad llueve sobre los versos y transforma en perenne lo fugaz, lo efímero. Vuelve a crearse un ecosistema donde se declina el objeto poético.
“Sima adentro / en horados anfractos / los nidales: // coágulos de osambre, / floraciones de herrumbre. // La carroñera fulva / punza los vacíos / al umbral de la gruta / en la marina”.
“Dentro nel crepaccio / negli anfratti forati / i covi: // coaguli d’ossame, / fioriture di ruggine. // La necrófaga fulva / becca sotto le costole / sulla soglia dell’antro / alla marina”.
Durante la lectura hallamos muchos estratos que traspasar y que van hacia la concepción de una idea, hacia la utilidad de lo que se nombra como cumbre de comunicación y existencia. Un vuelo sobre el concepto que unifica el fin y el origen. Desde esta perspectiva, el discernimiento acude en busca del silencio, de los agujeros que acogen lo inexplicable; de los espacios en blanco entre la lengua y el alma.
Postuma se centra en lo velado de la palabra, en el poder de la poesía para dar forma a todo lo que no se alcanza desde la superficie del lenguaje. Una experimentación que traspasa barreras y se nutre de los sonidos abisales. Miguel Ángel Cuevas nos invita, con su poética, a entrar en un universo de metáforas que enlaza al ser humano con la naturaleza; al pensamiento con lo oculto de la memoria y sus raíces. Recuerdos de una “isla exhausta” que abren el camino hacia el pasado, el principio del hombre y todo lo nombrado. Dice el poeta: “En los hondales / el velo desaparece de calígine. // La traza de la herida / vean los ojos: miren”. Leamos.
Comentarios