“Luz en la niebla, / amanece el alba / y un crepúsculo de golondrinas / surca la montaña. / Todo se llena de sonido, / pájaros, perros, gallos, / todo clama a la mañana desconocida / y un nuevo día amanece en la duda. / Sobre el asfalto, / un ocaso de sombras / puebla las calles”.
Octavio Jover Rubio (Elda, 1974) comenzó a escribir poesía a los catorce años impulsado por su profesora de literatura. Es miembro de la asociación de escritores Gramática Parda y, junto a tres de sus compañeros, ha escrito las novelas La huida parda (2015) y Después de la huida (2016). En 2007 fue galardonado en Valladolid con el accésit especial en el V certamen poético de la revista Poetas a corazón abierto. En 2015 ganó el primer premio de poesía local Cuentamontes Tolito. En 2016 obtuvo el segundo premio en el V certamen de escritura rápida Gramat. Ese mismo año, recibío el 2º Premio provincial de poesía Ciudad de Aspe por su poemario Viaje al alba. En la actualidad es colaborador en el canal de radio online Radio Universo Literario. Ha publicado los poemarios Amor encadenado (Mistium, 2016), Mis estaciones de ti (Leibros, 2017) y La memoria del agua (Leibros, 2019).
Hablar de la poesía de Octavio Jover es hablar del amor. De ese pálpito que se siente y de manera irremediable se convierte en poema. Los sentimientos, la emoción y el erotismo se entremezclan en sus versos de manera libre y remarcan esa naturaleza romántica, eje central de su poética.
“Esta noche, en un sueño, / has entrado en mi cuerpo / y te has deslizado / por las cavidades de mi boca. / Tu miel ha llenado de esperanza / mi camino / y has rozado las latitudes opacas / de mi vientre, / llenando de humedad la tierra que te espera”.
En La memoria del agua, la voz del poeta se detiene en cada una de sus obsesiones, de sus temas fundamentales. Desde la lírica amorosa, siempre presente, Octavio Jover emprende un viaje que nace de sus propias profundidades y fluye hacia el exterior, en un encuentro íntimo con todo lo que le rodea.
“Habíamos nacido para ser ausentes / dispuestos a descubrirnos en cada paso. / No sobrevivimos a nosotros mismos / ni a la fuerza del tiempo y sus dudas. / Decidimos nuestros caminos, / sembrando de cariño / cada paso atrás”.
Sus versos están afectados por la fuerza de los sentidos, por la emoción que se desata y convierte al sujeto poético en un espejo del propio deseo. Realidad y ficción se entremezclan en un recorrido etéreo sobre la piel, en una “espiritualidad carnal” que se desencadena en cada beso, en cada caricia… La persona amada se recubre de símbolos y metáforas ardientes, de naturaleza viva y desbordada.
“El viaje de mi vida / son tus ojos, / navegar por el mar de tu pupila, / caer por el barranco de tu cuerpo / y quedarme anclado a la sombra de tu ombligo. / Ver París en tus muslos, / ver Nueva York en tus caderas. / Deslizarme por el río Amazonas / que cae en cascada por tu silueta, / admirando su paisaje, / verde como tu esperanza”.
Desde su primer poemario, el anhelo, la perdida y la ausencia se vinculan a la pasión y al sexo. Así, el autor construye historias llenas de nostalgia que, página a página, nos acercan a un mundo onírico e idealizado. En ocasiones, juega con la propia realidad y se desnuda para dejarse llevar por las palabras y reconocerse en el ejercicio amoroso, en el sutil encuentro de los cuerpos.
“Y me veo a través de tus ojos / dibujando un corazón / con tus manos estrelladas, / te imagino cerca… / Al lado… / Abrazando mi ausencia / en tu almohada, / leyendo nuestros versos / secando nuestras lágrimas, / rodeando mis brazos / con tus noches al alba. / Estamos tan cerca…”.
La naturaleza invade los poemas de Octavio Jover Rubio para, por un lado, construir sobre la carne un paisaje de sensualidad y erotismo. Por otro, reforzar la visión humanista del autor y servirle de puente entre el mundo y su propia subjetividad. De esta manera, en La memoria del agua, el recuerdo, la añoranza, la nostalgia y el reconocimiento a sus seres queridos conforman un inventario de imágenes personales que dan forma a esta reconstrucción vital.
“La soledad dibuja su rostro entre jazmines, / su banco poblado de años ve pasar el silencio, / llegará el invierno y se marchitarán más flores / y sus ojos cansados llorarán lágrimas sin rumbo. / Llegará su hora y se perderán las primaveras, / los ojos de las chicas sonrientes, / los pasos perdidos en el mar”.
Octavio Jover es un poeta que late a través de sus palabras, que se descubre cada día en un torrente de versos y sobrevive dentro de ellos. Sus sueños, su fe y sus experiencias desembocan sobre el papel en blanco y nos hacen partícipes de la sensibilidad y el arrojo que lo caracteriza. Para él, cada poema es un ejercicio de desnudez al que nos invita sin reparos, con la cercanía del que sabe que la luz y la poesía siempre habitan en la mirada, en este camino lleno de aprendizajes. En sus propias palabras, “hay que abrir los ojos y soñar despierto porque el camino lo haces tú”. Hagamos nuestro viaje. Leamos.
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