“Cuando miro de cerca la palabra, / y la palpo y fagocito sus letras, / reconozco que no hay pasión más alta. / ¿De qué nube, / de qué lienzo de artista, / de qué fruto se escapa? / La palabra me escribe a la vez que la escribo…”
Rafaela Lillo nace en Alicante. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, ha desempeñado la docencia en Institutos de Educación Secundaria de la Comunidad Valenciana, y la asesoría de Lengua y Literatura Castellana y Lenguas Maternas en el Centro de Formación del Profesorado de Elda (CEFIRE). Ha impartido Talleres de Narrativa, Poesía y Creatividad y ha realizado actividades relacionadas con la didáctica de la Lengua y la Literatura, dirigidas a profesorado. Es coautora de los libros de texto de Lengua y Literatura para los niveles de ESO destinados a la Comunidad Valenciana, editados por McGraw-Hill (1996-1997). Coordinadora de los CD’s, Recursos Educativos curso 2001-2002 y Recursos Educativos 2002-2003, editados por la Generalitat Valenciana, y es también coordinadora didáctica de la Guía del Museo Arqueológico José María Soler, editada por el Ayuntamiento de Villena (2003).
Cofundadora de la Revista Literaria Auca y parte de su equipo de redacción, sus poemas han sido publicados en diversos libros colectivos. Ha recibido los siguientes premios: Mariana Pineda (Ibi, 2002), Mizares (Barcelona, 2003) y el V Ciclo de Poesía y Prosa Temática Alicante-Murcia (Benerri, 2005). En 2006, publica su poemario La semilla del tiempo (Ed. Torremozas) y en 2018, Siempre existe un lugar donde escuchar un blues (Ed. Frutos del Tiempo. Colección Lunara Poesía).
Rafaela Lillo es, desde el punto de vista creativo, una escritora tardía. A pesar de que siempre ha sido una gran lectora, llegó un momento en el que sintió la necesidad de acercarse más a la poesía contemporánea. Profundizó en autores que no había leído hasta entonces y eso la motivó para empezar a escribir poemas. Comenzó con rima, pero pronto descubrió que quería buscar la musicalidad y la métrica a través del verso blanco. Eso, unido a la gran preocupación por la técnica y el buen uso de la palabra, conforman una poesía depurada y de gran profundidad.
Su primer libro publicado fue La semilla del tiempo, un compendio de poemas con cierto regusto melancólico e impresionista, cuyo eje es el paso del tiempo. Este tema, junto al olvido, o a la imposibilidad de él, son cuestiones recurrentes que aparecen a lo largo de toda su obra.
“Ahora, como siempre, / las manos del reloj marcan las horas, / y el agua de la tierra / sacrifica su cuerpo / para acrecer las nubes / que han de romper en sábanas de lluvia, / y las raíces crecen / buscando el alimento, / y el sol, ya puesto en pie, / ilumina los velos de la aurora…”
Sus versos son reflexivos e intimistas, un viaje hacia el interior, una manera de descubrirse. De esta forma funde la ficción con una visión introspectiva que, desde su punto de vista, es inevitable a la hora de escribir.
“La vida: / una fecha, un nombre, / unos ojos de sauce que ven pasar los árboles, / tan rápido, / que no es la ventanilla suficiente. / Imágenes, destellos, / estaciones, andenes, travesías…”
Su último libro lleva por título Siempre existe un lugar donde escuchar un blues y reúne cinco poemarios con ciertos vínculos temáticos. El poema “Autorretrato etopéyico” sirve como pórtico a todos ellos y define a la perfección a la autora y su poética:
“…me gusta dialogar, / nunca de lo divino, que me parece inútil, / pero sí de lo humano, / y preparar veladas para salvar el mundo, / si eso fuera posible, / sin que falte el café / ni unas piezas de jazz o de country. / Me complace escribir, paladear / los sabores sin par de las palabras…”
Como musgo en los párpados es el primer título y está repleto de reflexiones, acciones y recuerdos que la poeta coloca en un paisaje nocturno. Todos los hechos que redacta en sus versos no fueron, pero podían haber sido. Rafaela Lillo es “ave nocturna”, y como tal, le encanta estar viva en la noche; es un momento en el que ella disfruta y se concentra, escribe, escucha música… y así lo puede percibir el lector.
“Van pinchando mis sienes las gotas de la noche. / La selva nunca duerme / ni los peces saben cerrar los párpados. / La nave de las horas avanza lentamente. / Tengo la sed del pájaro en verano / y la mente aterida…”
En este libro aparece el cosmos, otro tema que subyuga a la autora. A través de él, pone de manifiesto las inquietudes, las incertezas, el orden, el caos y las grandes preguntas de la existencia que están tan presentes en su filosofía personal.
Sonata en tres movimientos cambia totalmente de registro; es un libro de amor articulado en tres partes: el deseo, la crisis y el olvido. La poesía es también ficción y desde este punto, ella construye una historia en la que conceptos como el ser en el otro, hacen de médula a toda la estructura. El “yo” poético trasciende a otro ser, a otro “yo” que permite la universalización de sentimientos y experiencias y convierte el acto poético en transitivo. La primera persona se utiliza como recurso literario y no como vehículo autobiográfico.
“¿Qué sentiría yo si fuese tú? / ¿Qué sabría de ti, / de ti hacia mí; / de mí, a través de ti? / ¿Qué distancia ganada, / qué asombro, abismo o desconcierto, / qué sensación al verme recorrida / – lluvia de lunas- / en tu viaje cósmico? / ¿Cuál mi perplejidad al ser al mismo / tiempo esperma y óvulo?”
Alquimia es el tercer poemario de la composición. Filosofía, lenguaje e intersubjetividad se unen en un ejercicio de metapoesía que encanta a Rafaela Lillo y, en este libro, toma su dimensión más amplia. Hoy, siempre, ayer, mañana se dan la mano para saltar sobre los versos y dar forma a esa voz que nos instiga a seguir haciéndonos preguntas durante la lectura.
“…Palabra y pensamiento, igualdades / que intercambian sus voces y sus logros, / que se derraman juntas en simbiosis / de siglos, y de la mano caminan / alumbrando a la vida…”
Dentro de esta Alquimia, quiero destacar Juegos de Extrañamiento (Poemas Procedimentales), una colección donde la autora organiza los poemas por figuras literarias, inspirándose en una cita de Federico García Lorca donde el autor definía la poesía como “la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio; y cuanto más las pronuncia más sugestiones acuerda”. De este modo, fue renombrando, uno a uno, los poemas que ya tenía escritos y reescribiendo otros, dando forma a un conjunto que demuestra la importancia que Rafaela Lillo da a la técnica.
“POLÍPOTE / Cada noche sueño con soñar / que el sueño es realidad / y la realidad es solo un sueño. / Cuando me hiera el alba / quisiera todavía estar soñando / y dormir al abrigo paliativo / de mi sueño. “
Órbita de la desazón se centra en la naturaleza, la vida y la muerte. En la madurez, el pensamiento se dirige hacia lo más profundo, supera recuerdos y busca explicaciones que tienen mucho de misterio y metafísica. En este poemario, la poeta hace balance y se abstrae de la cotidianidad para colocar el peso de “su equipaje” en lugares más trascendentes.
“…Solo tengo mi voz, / corriendo fugitiva, más allá / de la alta precisión de los momentos / que esconden su razón y su existencia. / Y sé / que la vida es escuela donde el tiempo se escribe / con las cambiantes letras de un incierto paisaje / hasta alcanzar la línea que no tiene horizonte.”
Tu deshojado corazón de pájaro, quinto y último poemario, tiene la particularidad de ser una tercera voz la que habla. Se centra en esa parte de la vida donde uno hace balance y se da cuenta de lo rápido que ha pasado todo, de la fugacidad del tiempo.
“Recubres de antifaces la memoria, / y arrojas a lo oscuro, / a la niebla sin ojos de la nada, / lo que no te interesa / o aquello que su peso o el trago de su copa / es una realidad insoportable…”
Rafaela Lillo es una poeta que nos hace viajar, a través de sus versos, por el asombro de la vida, del universo, de la magia y la libertad de la palabra. Nos sumerge en un acto de introspección que nos transforma y nos hace reflexionar sobre el propio hecho creativo. Una mujer que “se esconde en las letras que tienen el reflejo de todos los renglones hilados de los cuentos”. Un eslabón que nos dejará sujetos a la lectura y a la fuerza poética y nocturna del blues.
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