“La esperaba en la escalera con el objetivo de leerle una de mis primeras estrofas, pero cuando la veía salir de su casa, echaba a temblar, me palpitaba el corazón y ella tomaba el ascensor ignorándome completamente. // Han pasado los años y aún recuerdo aquel idilio. Mi vecina se fue a vivir a Alemania y yo tiré a la basura la última antología de poemas de amor de Hölderlin”.
Sergio Gadea Escudero (Alicante, 1971) cursa estudios de Filología y Humanidades en la U.A. Ha publicado en revistas como Ex Libris (Universidad de Alicante), Auca de las letras y en Artes y letras (perteneciente al diario Información de Alicante). Ha escrito los siguientes libros de poemas: Poemas del corazón negro (Lunara, Elche, 2003), Cuaderno de otoño (finalista del Certamen Nacional de Puertollano. Premio de poesía Manuel Muñoz Fernández, 2005. Inédito), Aquel instante en que la noche (Ánfora Nova, Rute, Córdoba, 2005; Premio Nacional de Poesía “Mariano Roldán”, reed. Letradepalo, Alicante 2015), Peligroso cocktail (Letradepalo, 2015). Posee dos libros más que permanecen inéditos, escritos en el verano del 2014: Tras el jade de Eros y La adicción de tus ojos. Aunque es poeta de vocación, ahora se adentra en la prosa con el libro El asesinato del catedrático Salcedo y otros relatos.
Puede parecer curioso que haya decidido cruzar El Puente de los Espejos con un libro de relatos bajo el brazo, pero El asesinato del catedrático Salcedo reúne todos los temas fundamentales de la poética de Sergio Gadea. Sus letras construyen una autobiografía en la que los recuerdos, los sentimientos y las experiencias reales hacen equilibrios con la ficción, con esa visión amplia que se abre camino a través de referencias musicales, literarias y cinematográficas para dibujar su propia vida. Un inventario en el que adentrarse para poder conocer la personalidad de un autor que transita el mundo bajo la iluminación del arte.
“Me gusta la naturaleza, pero no me agrada el aislamiento. Recuerdo la melancolía y se me olvida cierta felicidad. Me fascina la noche elegante de algunos jardines y odio la vulgaridad de algunos bares. Detesto las bibliotecas que atentan contra los pájaros. Amo a Wilde cuando no miente y cuando miente también. Me gusta la naturaleza que imita el arte; al revés, también”.
A través de veintisiete narraciones cortas, encontramos la evocación vital del poeta, del niño que disfrutaba de las primeras lecturas; los descubrimientos de la etapa estudiantil… Amores, viajes, menús con sabor intenso, algún que otro asesinato, erotismo sutil y un barniz irónico que hace que avancemos por las páginas del libro a un ritmo vertiginoso.
“El corazón lo perdí llorando negras lágrimas de jazz. Mi cuello recibió la marea alta del mar de tus labios y se ahogó en su música sin ti. // Mis ojos han aprendido la lección de tu anatomía, estudian tu piel de silencio en vela que se vino a dormir al lado de mi alma”.
Al igual que en sus prosas, su poesía se mueve en una realidad ficcionada que se alimenta de la intertextualidad, de la música y del cine. Ejemplo de ello es su poemario Aquel instante en la noche, con su intenso aroma a jazz,o Peligroso cocktail, una colección a modo de autobiografía intelectual de Gadea Escudero. Además, encontramos en sus versos el sabor penetrante del amor y los cuerpos.
“Silencio, silencio tan solo quebrado / por una voz amada, y un solo de Coleman Hawkins / muriendo de hermosura… / Una amiga que llega con una película / de Wilder, Visconti o Buñuel… / Horas más tarde: / una soledad plena / de recuerdos satisfactorios / y un disco repitiéndose / hasta el final de la noche”.
“Django ha dejado de tocar / en la noche vacía, / y pondré tres veces ‘Solitude’ / porque Ellington la compuso para ti. // Me aburren los festejos estivales, / y me retiro / esperando tu compañía. // Más allá de las chozas / está el mar del paraíso”.
Las experiencias que no se olvidan, la soledad y la melancolía juegan en su creación. Nos transmiten, con un estilo directo y libre de aderezos innecesarios, la intensidad de sus emociones para ofrecer una verdad llena de sueños y elementos intimistas. El erotismo y la carnalidad se hacen cotidianos. El lenguaje recorre un camino que va “del blues a la poesía”:
“Con la ayuda de mi profesor grabé una maqueta con cuatro temas propios. Mi padre la escuchó y no tardó en decirme que la música era nefasta, pero que las letras le resultaban interesantes. En ese momento decidí que quería ser poeta”.
Sergio Gadea Escudero nos muestra en El asesinato del catedrático Salcedo que, escriba en prosa o en verso, su voz poética mantiene sus signos de identidad. Tal y como apunta Joaquín Juan Penalva en el prólogo: “Sergio siempre ha permanecido fiel a una determinada memoria sentimental, presente en todos sus libros de poemas, por eso no me extraña que dicha fidelidad se mantenga en estos textos en prosa: a veces poemas, a veces relatos, a veces anécdotas, a veces recuerdos… pero siempre Sergio”. Vivamos la aventura de la narrativa breve. Leamos.
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