Geólogo, paleontólogo, escritor, profesor… De entre todos los científicos históricos del ámbito alicantino, pocos hay que puedan igualarse a la figura de Daniel Jiménez de Cisneros. Hoy, de la mano de su nieta, Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudin, repasamos la vida y obra de uno de los intelectuales más polifacéticos, y posiblemente desconocidos, de nuestro territorio.
Daniel Jiménez de Cisneros nació un 16 de abril de 1863 en Caravaca de la Cruz, Murcia. Los datos biográficos de los que se dispone describen al joven Daniel como un niño extremadamente curioso, aficionado a la lectura y con una inteligencia francamente destacable. Es por ello que cuando comienza a cursar el bachillerato en Lorca (ciudad donde se había trasladado su familia en 1872), destaca por sus calificaciones excelentes, llegando a obtener el Premio Extraordinario de Bachillerato.
Estos datos biográficos podrían confundirnos y hacernos pensar en Jiménez de Cisneros como un joven absorto por los libros y distanciado del mundo exterior. Nada más lejos de la realidad, desde muy temprana edad demostró un interés empírico por la naturaleza, aficionándose a realizar con frecuencia excursiones por el campo. Fue en una de estas excursiones, con catorce años, donde Daniel encontró su primer fósil, que sería el inicio de una de las mayores colecciones realizadas en el territorio.
No transcurrió mucho tiempo hasta que uno de sus profesores se percató de su vocación por el estudio de las ciencias naturales. Teniendo en cuenta esa inclinación y los excelentes resultados académicos, en 1881, con tan solo 17 años, se trasladó a Madrid para estudiar la carrera de Ciencias Naturales. Allí pasó graves dificultades económicas, y finalmente tuvo que regresar a casa para finalizar la carrera a distancia debido a la falta de dinero.
A pesar de los obstáculos, Jiménez de Cisneros se licenció en Ciencias Naturales con Premio Extraordinario en 1887, y los próximos cinco años los dedicaría a trabajar en su tesis doctoral. En el año 1892, tras haber obtenido el primer puesto en las oposiciones a cátedras de Historia Natural, fue destinado al Instituto Jovellanos de Gijón, ciudad donde pasaría los próximos 11 años de su vida, se casaría y vería nacer al primero de sus cuatro hijos.
En esa misma ciudad, en 1895 tuvo lugar uno de los episodios más conocidos en su carrera como naturalista: el conocido como “episodio de la ballenaˮ. El 11 de octubre de ese año, el pesquero Sultán encontró, a unas 15 millas de la costa asturiana, una ballena varada con un arpón clavado en el lomo, que fue remolcada hasta la pequeña playa de la Salmoiera, cerca de la desembocadura del Piles.
Hasta allí se dirigió Jiménez de Cisneros acompañado de un séquito de profesores del Instituto Jovellanos. Los pescadores concedieron la posesión de la ballena a la institución, y el propio investigador se dedicó a elaborar una minuciosa descripción del ejemplar. Sin embargo, la hazaña científica va mucho más allá de esa labor de reconocimiento, ya que una vez que se hubo despiezado al animal para aprovechar sus recursos, se decidió trasladar el esqueleto al Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Fue Jiménez de Cisneros quien realizó esta propuesta, y se encargó de comprar el esqueleto a los pescadores por un precio de 1000 pesetas, realizando todos los trámites necesarios para que se planificara el posterior traslado. Él mismo se encargó de realizar los trabajos de clasificación para que todo llegara intacto durante el transporte. Esta voluntad por salvaguardar el hallazgo puede considerarse como un verdadero logro, si tenemos en cuenta los medios técnicos de la época y la magnitud del trabajo, ya que se trataba de un ejemplar de 22 metros de longitud, cuyo esqueleto estaba compuesto por un total de 167 piezas.
Los huesos permanecieron hasta 2004 en el museo, y actualmente se encuentran clasificados en las instalaciones del CSIC. Asimismo, esta hazaña científica le valió a Daniel Jiménez de Cisneros una gran reputación en la localidad asturiana, y más concretamente en el Instituto Jovellanos, donde a día de hoy se le recuerda como una de las personas más célebres que han pasado por la institución.
Tras ese periodo en Gijón, que resultó fundamental en las primeras etapas de su carrera como investigador y docente, obtuvo el traslado en 1903 al Instituto General y Técnico de Alicante, que actualmente lleva el nombre de Instituto Jorge Juan. Allí desarrollará el resto de su trayectoria como profesor, y empezará a dedicarse más arduamente su trabajo como paleontólogo y geólogo. Durante el resto de su vida, sus investigaciones estarán a caballo entre la zona sur de Alicante y el norte de Murcia.
De entre todas las zonas sobre las cuales trabajó, destacan sus estudios de la Sierra de Crevillente, que fueron publicados en la prestigiosa revista científica Ibérica en 1919. Sus detallados esquemas geológicos y la amplia colección de fósiles marinos que recopiló allí, constituyen uno de los testimonios naturales más valiosos dentro del ámbito levantino.
En estas excursiones se puso de manifiesto también el carácter aventurero del investigador, tal y como nos señala su nieta Consuelo: “él era un hombre muy valiente, ya que la Sierra de Crevillente por aquel entonces era un paraje prácticamente virgen. En sus memorias relata cómo salía a las excursiones con dos pistolones en el cinturón para defenderse de la fauna salvaje, sobre todo por las noches, ya que era habitual que realizara salidas nocturnas y pasara varios días allí. Ten en cuenta que entonces todavía había lobos y otros animales peligrosos en esas zonas.ˮ
Cabe destacar también que, en la vida de Jiménez de Cisneros, su labor como docente y como investigador están estrechamente ligadas entre sí. Siempre utilizó sus investigaciones como un medio para hacer comprender las ciencias naturales a sus alumnos de una manera empírica. Era frecuente, algo que en nuestros días resultaría impensable, que realizara salidas de campo con sus alumnos y pasara varios días con ellos en el monte. Tal y como declara Mariluz Galisteo, profesora de biología del Instituto Jorge Juan de Alicante, “les gustaba cargar las cosas en un carro e irse a pasar varios días a la sierra. Era todo muy improvisado, no sabían muy bien cómo iban a llegar y cómo iban a volver, pero los alumnos sentían un gran respeto por él y antes las cosas se hacían así.ˮ
En sus excursiones también le acompañaron personajes célebres del panorama alicantino, como el músico Óscar Esplá, y en algunas de esas salidas realizó hallazgos que iban mucho más allá de la geología y los fósiles. Entre esos descubrimientos especiales, podemos destacar el estudio de yacimientos arqueológicos, minas, pozos de agua e incluso pinturas rupestres.
En sus investigaciones se reconoce también una visión pragmática de la naturaleza. En su percepción del entorno, se pueden vislumbrar los inicios de un ecologismo primitivo, que empezaba a darse en España entre los naturalistas de inicios del siglo XX. Más allá de su profundo respeto por los parajes naturales, Jiménez de Cisneros analizaba los lugares desde una visión práctica, y planteaba las posibilidades agrícolas o ganaderas que tenían los parajes visitados por él.
En la entrevista que mantenemos con su nieta, Consuelo también nos informa de un detalle poco conocido de la biografía de Jiménez de Cisneros: sus vínculos con la masonería. “Alicante, en esa época, era uno de los principales núcleos masónicos de España. Gran parte de los intelectuales de su entorno eran masones, y por ello no es extraño que él tuviera contacto con este tipo de sociedades“, ha señalado Consuelo. Se puede afirmar casi con total seguridad que Jiménez de Cisneros no era masón, ya que no hay ningún testimonio que lo justifique, pero según declara su nieta, “está claro que él asistió a ceremonias masónicas y conocía perfectamente el funcionamiento interno de esos grupos.ˮ
La faceta artística
Son muchos los trabajos y artículos que se han publicado acerca de Daniel Jiménez de Cisneros. No obstante, casi todos ellos están orientados a su labor científica como geólogo y paleontólogo de gran renombre. Aunque es comprensible que esto sea así, teniendo en cuenta la importancia de sus trabajos, resulta curioso que en la mayoría de monografías se pase por alto la faceta artística y creativa de Jiménez de Cisneros.
El investigador se dedicó profesionalmente a las ciencias naturales, pero desde muy temprana edad fue aficionado a escribir poesía, relatos e incluso a dibujar haciendo uso de diversas técnicas. Aunque su creación literaria no sea demasiado prolífica, ha constituido para sus descendientes la puerta de acceso al lado más personal, intimista y privado de Jiménez de Cisneros. Su nieta nos confiesa incluso que “yo a mi abuelo pude conocerlo a través de sus memorias, ya que nací después de su muerte, y ahí estaba plasmado su lado más personal, todo lo que yo he podido saber de él.ˮ
Relatos, cuentos, poemas, memorias… De entre todo este material literario, resultan especialmente conmovedoras las cartas que intercambiaba en sus últimos años de vida con su hijo Miguel, cuando este se encontraba luchando en el frente durante la Guerra Civil. En ellas, escribía poemas inspirados en las noticias que le daba su hijo, y encontramos algunos tan originales como esta estrofa, en la que le pide a su hijo que le escriba utilizando el papel que le ha tenido que enviar él debido a la escasez durante la guerra:
A mi buen hijo Miguel
Le remito este papel
Para que escriba enseguida
Porque sabe no le olvida
Su padre y maestro
Daniel
La recuperación de su legado
A pesar de la valiosa labor científica de Jiménez de Cisneros, el interés por su legado fue relativamente escaso a lo largo del siglo XX. De hecho, para muchos alicantinos a día de hoy, estos apellidos no son más que el nombre de una calle de la capital ubicada en el barrio de las Carolinas Altas.
El interés por su figura comenzó a revitalizarse a partir del año 2004, gracias a un ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Alicante. A partir de ese momento, y más intensamente a partir del año 2016, comienzan a publicarse gran cantidad de trabajos monográficos acerca de la vida y obra del investigador. En 2019, con motivo del centenario de sus investigaciones en la Sierra de Crevillente, el Ayuntamiento de Crevillente recopiló los principales trabajos sobre Jiménez de Cisneros en un solo volumen que se realizó con la colaboración de sus descendientes. Este resurgimiento de las investigaciones sobre Jiménez de Cisneros se puede consultar más detalladamente en el primer número de la revista digital recientemente publicada por su nieta Consuelo: El Cantarano (https://elcantarano.com/)
Dado que sus principales investigaciones tuvieron lugar en la Sierra de Crevillente, esta localidad alicantina le ha rendido un merecido homenaje al investigador a lo largo de los últimos años. Es por ello que en la Casa de Cultura del municipio se puede encontrar una exposición permanente sobre Jiménez de Cisneros, en la que se recoge una buena parte de su amplísima colección de fósiles.
Debido a las restricciones sanitarias, no nos ha sido posible asistir a esta exposición en Crevillente, pero sí hemos podido visitar, en Alicante, la muestra que se encuentra en el Instituto Jorge Juan. Acompañados de Mariluz Galisteo, profesora de biología del centro, recorremos los pasillos de este Instituto de Educación Secundaria, poblados por las vitrinas que contienen una pequeña parte de la colección personal del investigador.
“Esta muestra es solo una pequeña parte de todo lo que él había conseguido acumularˮ, nos explica Mariluz, “pero es muy valiosa teniendo en cuenta su finalidad. Él preparó este conjunto de fósiles de una manera muy didáctica con el objetivo de exponer claramente a los alumnos las distintas especies que poblaron la Tierra. Unos los encontró él, y otros los compró a investigadores nacionales y extranjeros.ˮ Según afirma la profesora, esta muestra contiene fósiles de tres grandes periodos: el Paleozoico, el Mesozoico y el Cenozoico. Quizá sea en esta muestra donde se puede ver más claramente la intención constante de Jiménez de Cisneros por enseñar las ciencias naturales de una manera visual y sencilla, poniendo para ello sus propios materiales a disposición de los alumnos.
“Desde el año 1988 hasta 1992, este conjunto de fósiles escogidos formaron parte de una exposición itinerante que viajaba por distintas zonas de la provinciaˮ, ha señalado Mariluz. No obstante, hoy en día, la docente del Instituto Jorge Juan lamenta la falta de presupuesto por parte de las instituciones que les permita atender y conservar debidamente las piezas, cambiando los soportes deteriorados, los carteles, etc. “Cuando me canso de ver las vitrinas llenas de polvo y los soportes mal colocados, yo misma me ocupo de venir fuera de mi horario laboral para adecentarlo todo un pocoˮ, ha señalado Mariluz.
A raíz de este rápido repaso por su vida y obra, se puede concluir que acercarse a la figura de Jiménez de Cisneros no es solo introducirse en la vida de un investigador célebre del entorno alicantino, sino que también supone conocer la labor de un intelectual complejo, y tan polifacético que pocas figuras parecidas a él podríamos encontrar en la historia reciente del territorio.
Llegados a este punto, no podemos sino cerrar nuestro artículo agradeciendo el compromiso de Consuelo Jiménez de Cisneros, nieta del investigador, que se ha involucrado plenamente a la hora de introducirnos en la vida y obra de su abuelo, y nos ha proporcionado una cantidad ingente de valiosos materiales para realizar nuestro trabajo. Asimismo, cabe agradecer también a Mariluz Galisteo el haberse prestado a enseñarnos la muestra de fósiles del Instituto Jorge Juan durante su jornada de trabajo; del mismo modo, agradecemos a esta última institución el habernos abierto las puertas a pesar de la complicada situación sanitaria.
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