El Museo de la Universidad de Alicante (MUA) en colaboración con la Colección Ars Citerior, presentan la exposición «Joan Hernández Pijuan. Caminant 1967-2003», dedicada al pintor catalán cuando acaba de cumplirse el 15 aniversario de su fallecimiento (diciembre de 2005). La muestra se podrá visitar hasta el próximo 14 de marzo.

El coleccionista y comisario de la exposición, Javier B. Martín, conservador de la Colección Ars Citerior, explica que «recordar su legado es la mejor forma de rendirle homenaje». La exposición revisa el legado artístico del protagonista, a través de una treintena de obras, casi 40 años de trayectoria (1967-2004), con un recorrido expositivo que permite ahondar en sus procesos y conocer sus contextos, siempre tan determinantes, como lo fue la Casa Gran de Folquer en Lleida, ese espacio físico, creativo y emocional que habitó desde los años 70 y que se convertiría en su estudio, segunda residencia y última morada.

El paisaje siempre fue el detonante inspirador y referente constante en la creación de Hernández Pijuan; ese paisaje que habitamos y nos habita, con el que establecemos una fusión primordial; un paisaje de formas esenciales, sintéticas, puras, plasmado desde la observación pero también reinterpretado desde la memoria a través de la evocación de formas, colores, sensaciones, estados de ánimo… Sus cuadros de grandes superficies, solo interrumpidas por elementos-signo  (síntesis expresiva de una montaña, una casa, la lluvia, el sol, la luna, un árbol, la línea del horizonte o los surcos del arado), hablan de vacío y silencio, de sutileza y materia; realidad abstraída en formas elementales, interiorizadas a costa de vivirlas y asimilarlas.

A través de hilos invisibles, Javier B. Martín vuelve a entrelazar los caminos de Joan Hernández Pijuan y el artista alicantino Eusebio Sempere –que da nombre a la sala que acoge esta muestra–, cuya amistad comienza en el París de los años 50, continúa en los 60 a través de los pintores del Grupo de Cuenca, y perduraría hasta la muerte de Sempere a mediados de los 80. Uno de esos pintores vinculados al Museo de Arte Abstracto de Cuenca, Fernando Zóbel, definió a Hernández Pijuan como un pintor “limpio, sutil, riguroso y elegante”.

Afirma el comisario que «es nuestra voluntad que su evolución coherente y su trabajo incansable –que él llamaba ‘el acto de no desertar’permanezcan como elementos identificadores de su personal poética y sean inspiración para todos».