Mi madre, que como profesora de inglés había leído a los clásicos en su idioma, me recordaba a veces la frase del soliloquio shakesperiano de Marco Antonio: “El mal que los hombres hacen les sobrevive, el bien baja a la tumba con sus huesos”.
A propósito de un texto publicado en Somos Alacantí (San Vicente del Raspeig) y del que es autor un compatriota (Carlos García Tejerina, presidente de la Casa Chile en Alicante), me ha vuelto a la memoria esa sabia sentencia. Hablaba este señor de Sebastián Piñera, ex presidente del gobierno chileno en dos ocasiones, fallecido trágicamente en circunstancias que se están investigando. Decía algo así como que “todo muerto es bueno” y que en su país a Piñera, una vez desaparecido, lo llevan a los altares y parece que quisieran canonizarlo. Algo debe de ser cierto, puesto que compatriotas que viven aquí me han enseñado una imagen en la que el ex presidente aparece vestido con los hábitos de una santa criolla. Y prestos, las autoridades le han asignado una avenida en un barrio de los llamados “altos”.
Piñera, de quien se cuentan sus trapos sucios en ese artículo (como defraudador y ladrón de fondos bancarios) fue un político clave dentro del vasto período que se desarrolló tras el fin de la dictadura. Sus lazos con ella son conocidos, lo mismo que su astucia al profitar de su posición como político para amasar una inmensa fortuna que no dudó en poner a buen recaudo en paraísos fiscales. Como presidente fue el responsable de una dura represión en el estallido social que dejó muertos y heridos entre los manifestantes. Y aunque defendió a Pinochet, posicionándose en su momento en contra de su juicio por Garzón, no dudó en firmar recientemente un a declaración con Boric en contra del levantamiento militar protagonizado por el dictador. Un tipo hábil, este Piñera, que en sus últimos días intentaba ser la bisagra de la nueva derecha, la que acaricia a grupos cercanos a lo que es VOX aquí.
ELEGIA PARA UN MÁRTIR
El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince escribió una elegía a su padre, Héctor, asesinado por los paramilitares en su país en la época más violenta de los últimos tiempos, la década de los 80 a los 90 del siglo pasado. La obra fue llevada al cine por Fernando Trueba con gran éxito de crítica (ganó varios premios internacionales, y el Goya de 2021 como mejor película iberoamericana). El protagonista como intérprete del médico Héctor Abad Gómez fue Javier Cámara, que compone un personaje entrañable sobre la figura del que fue un luchador por la libertad, cuya vida fue cercenada por ese motivo.
A medida que la trama avanzaba mientras la visionaba desde la plataforma de RTVE, reflexionaba acerca de lo efímero de la existencia humana y de la importancia que tiene, sin embargo, intentar dejar huella de nuestro esfuerzo cotidiano por mejorar en la medida de lo posible nuestro entorno y beneficiar a nuestros semejantes. Algo que ese médico colombiano retratado aquí en la figura de un gran actor español, tenía muy claro y trataba de conseguir con humildad y perseverancia, arriesgando su propia vida.
Los funerales de algunos grandes protagonistas de la política de sus países, recuerden los de Manuel Fraga, cubren de un manto de almíbar sus grandes defectos y errores. Pero éstos les sobreviven. Pese a la mala memoria de algunos, muy interesada.
Comentarios