Creemos de vivir una vida que cada día nos presenta obstáculos que, a veces, se convierten en barreras que se pueden transformar en auténticas fronteras. No importa si se trata de barreras físicas o mentales, tenemos que parar y pensar qué hacer. En realidad, todavía no hemos entendido que la vida no puede existir sin ellas, ya que estas barreras son parte de nuestra rutina, son intrínsecas. La primera la conocemos cuando nacemos y tenemos que pasar de uno estado de protección y dependencia en el vientre de nuestra madre a uno de autonomía, donde aprendemos a respirar y a comer solos. La última, o quizás no, es la desconocida muerte.
Cada frontera que encontramos en nuestro camino nos obliga a tomar una decisión, que necesariamente tiene consecuencias, positivas o negativas.
Cruzarla puede conducir a la muerte, como cuando Kalimat en “Apuesta” conoce el mal y queda atrapado fatalmente en la que puede denominarse una destrucción moral y ética.
En cambio, una muerte física es la de Sara, una niña migrante que intenta derribar la frontera territorial para escapar y encontrar una vida mejor, pero no sabe que el mar tiene hambre (“Naufragio”).
Más afortunado es Osama, que desmantela la barrera geográfica, pero se encuentra con una nueva: la distancia, que lo separa de su familia y de su patria. Saldrá tanto ganado como vencedor: ganador, porque volverá a casa sin miedo; ganado, porque no afrontará realmente la distancia sino la eliminará (“Fronteras”).
En cuanto se supera un límite, que la sociedad o que nosotros mismos nos imponemos, ya no es posible retroceder: cambiamos y nos trasformamos irremediablemente. Una de las barreras mayores que el ser humano encuentra es la vida misma, que con su infinidad de facetas lo fuerza a enfrentar la realidad sin ninguna delicadeza.
Es posible escapar temporalmente de esquemas preconcebidos existenciales a través de la locura, que nos permite conocer lugares inexplorados por un lado, pero nos impide comprender la diferencia entre el sueño y la realidad por otro (“Ciudad”).
Además, se puede en cambio emprender una vía sin salida: el suicidio, última decisión que el protagonista de “Vivir de Gorra” toma para evadir de un mal de vivir que no le permite de estar realmente feliz.
Mal de vivir al que la sociedad contribuye, no protegiendo las categorías de gente más frágil o desafortunada. Para ellos, superar todos los límites es más difícil, porque tienen menos recursos.
En “Fronteras”, Sara lucha contra una enfermedad que la acompañará para toda la vida y que la antepondrá a muchos obstáculos, inicialmente sencillos y luego cada vez más complejos.
La protagonista de “El niño”, además, tiene que luchar contra la desconfianza de la gente, que la evita, dado que vive en la calle y no tiene una apariencia respetable.
El tema de la pobreza vuelve en “Inocente”, donde la autora propone una reflexión sobre la precariedad económica y la indigencia.
Superar las fronteras nos ayuda a mejorar la relación con nosotros mismos y con los demás, porque nos lleva más allá de nuestra zona de confort, haciéndonos vivir nuevas experiencias. La edad que avanza, y en consecuencia el comienzo de una nueva etapa de la vida, conducen a Ana en “Regreso” a repensar a recuerdos pasados y al talento que no había aprovechado, prometiéndole a sí misma dar un cambio a su vida insatisfactoria.
Juan (“Mapa”), entonces, decide aprovechar el momento con Marta, superando la barrera de las palabras y de la inseguridad, conduciendo su relación a un nivel de mayor cercanía.
Solemos pensar que las fronteras dividen, porque separan un lado del otro. Sin embargo, a veces, esas fronteras poseen el mágico poder de unir y crear conexiones, dado que, más o menos inconscientemente, la humanidad les comparte.
Ser conscientes de este vínculo nos ayuda a ser más empáticos hacia lo demás, porque los límites que el otro está afrontando ahora, un día podrían ser nuestros.
En las historias de este libro es fácil encontrar límites donde reflejarse y nos hacen sentir menos solos. De hecho, el título parece como un himno a un territorio compartido, tanto concretamente como sobre todo interiormente.
Esta colección de relatos que os he contado lleva el título de La frontera: relatos para un territorio compartido de la Colección Todo Era Junio de la editorial alicantina ELÉCTRICO ROMANCE y ha sido escrito por los autores y autoras Esther Abellán, Manuel Velandia, Jon López, Lydia Na y Pepa Navarro, con un prólogo inteligente que avisa bien realizado por Francisco Cobos Prada.
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