No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría.

                                                                           Jean Cocteau

En estos últimos días ha visto por fin la luz del acuerdo de coalición entre PSOE y Podemos. Un pacto progresista largamente esperado en el que, entre otros puntos del área LGTBI, el futuro gobierno plantea la elaboración de una Ley Trans del todo necesaria, y en su extensa sección dedicada al tema feminista se contempla un carpetazo definitivo a un tema tan delicado de tratar como es la gestación subrogada, a la que además el documento se refiere peyorativamente como “vientres de alquiler”.

Con respecto a la Ley Trans nos parece estupendo que por fin se hayan decidido a ello: una antigua reclamación, más bien una necesidad que ya era hora de ser atendida, la añorada confirmación del justo derecho de la comunidad trans a equiparar sus derechos generales y específicos a los del resto de la ciudadanía, pero sobre la que activistas, políticos y agentes sociales implicados no podemos bajar la guardia. Tendremos que estar encima durante todo su proceso de elaboración para que no se desvirtúe ni una sola de nuestras reclamaciones y exigencias.

Con respecto al tema de la gestación subrogada, no y mil veces no. ¿Porqué? Simplemente porque todo tema que ataña al conjunto de la sociedad debe ser debatido y debatible, nunca censurado ni prohibido. Los poderes políticos no deben de ningún modo plegarse de forma sumisa y oportunista a las exigencias de un grupo social cuando afecten a los derechos del resto de la sociedad. En este caso, ese feminismo dogmático e intransigente que más se hace oir en los medios, pero que de ninguna manera habla por todas las mujeres ni por todos los feminismos. La paternidad no es un derecho ni existe razón fundada para ello, pero el libre uso del propio cuerpo sí lo es, y ningún derecho puede ser conculcado por la subjetividad de razones ideológicas o políticas. En este tema existen muchas otras voces que deben ser escuchadas, incluidas las de los padres y madres de estos niños y niñas cuyos derechos deben como mínimo ser blindados y salvaguardados de toda discriminación.

Recordemos que este feminismo sectario no es más que una perspectiva política, existen muchísimas otras. Y aunque en estos momentos se halle en pleno auge y sea respaldado políticamente en nuestro país por las marcas de signo progresista que ven en él un oportuno caladero de votos, debemos también recordar que, como queda claro más arriba, no todas las ideas, filosofías y actitudes que se engloban bajo la marca “feminismo” son por fuerza beneficiosas para el progreso de la sociedad o el bienestar de la ciudadanía. El ya mentado derecho a la propiedad de nuestros cuerpos y a la libre elección individual para utilizarlos y modificarlos tal y como creamos oportuno es un derecho joven, configurado en base a recientes conquistas sociales y a progresos médicos y tecnológicos, y como cualquier otro debe encontrar su acomodo en nuestra sociedad y legislación, siempre mediante medidas inclusivas, nunca discriminatorias.

El surgimiento y aceptación social de avances y cambios importantes como son la transexualidad, la gestación subrogada y otros nuevos hallazgos en el campo de la medicina y la biología está dando lugar a reacciones hostilmente regresivas a nivel mundial, aunque este fenómeno no es para nada nuevo, ya que a lo largo de la historia nunca ha dejado de producirse ante toda innovación que pueda significar una reformulación de los principios sociales y políticos sobre los que se asienta toda comunidad humana. En este momento de la historia esa reacción y ese inmovilismo se encarnan en una ultraderecha coyuntural y, más anecdóticamente, en ese feminismo dogmático con el que guarda muchos puntos en común, junto al conglomerado de religiones y sectas monoteístas que en estos momentos del siglo XXI todavía ejercen cierta influencia social y política. Recordemos a aquellos ludistas que en el siglo XIX, en plena revolución industrial, emprendieron una cruzada de destrucción contra las máquinas que para ellos encarnaban al enemigo. Recordemos también cómo acabaron.

Porque la realidad que subyace bajo esta pretendida “lucha y preservación de los derechos humanos” hipócritamente ejercida por los sectores más sectarios e inmovilistas de toda sociedad no es otra que la antiquísima y muy humana actitud primaria de rechazo, ese miedo cósmico al abismo que se abre fuera de nuestra zona de confort, fuera de ese paradigma económico binarista y pretendidamente inamovible que durante siglos ha controlado con mano de hierro la vida polïtica y social de las sociedades occidentales. Como otras muchas veces nos ha enseñado la historia, es hora de recordar que un avance científico no es bueno ni malo en sí, dependerá siempre del uso que se le dé. Un cuchillo puede ser empleado para matar, pero utilizado como bisturí ese mismo cuchillo puede salvar innumerables vidas. Volvamos a la gestación subrogada: ¿Qué ocurrirá cuando gracias a los imparables avances de la ciencia el cuerpo femenino deje de ser necesario y el bebé pueda ser gestado en el cuerpo de uno de sus padres, sin intervención de terceros? Se trata de un tema que ya se está investigando, y que paradójicamente, aunque aparentemente podría ser también la solución al problema colateral de su mercantilización, con toda seguridad dará lugar a las mismas críticas y ataques que los procedimientos actualmente existentes, ya que las fuerzas de la reacción siempre encuentran razones y escudos “éticos” para su miedo.

Debemos prepararnos para el futuro y valorar los avances médicos y biológicos como lo que son: una oportunidad. En este campo tan intrincado y lleno de ramificaciones la prohibición no debe nunca ser una opción, como no lo es ningún tipo de censura a un diálogo que se debe poner de una vez sobre la mesa. La actitud lógica y verdaderamente valiente a la hora de enfrentar esta encrucijada histórica para la humanidad no debe ser poner puertas al campo, sino enfrentarla ejerciendo una verdadera apertura de miras, recordando que ante todo deberá siempre primar una verdadera ética fundada en la defensa del libre albedrío y el derecho individual de cada persona adulta y en plenitud de sus facultades mentales a elegir libremente sobre su vida y su cuerpo. Cualquier otra actitud no debe ser interpretada más que como demagogia y simple interés coyuntural. Como siempre defenderé, las personas tenemos derechos, las ideologías no tienen ninguno. El futuro es diverso, en todos los aspectos que imaginamos y en muchos más que hoy aún no podemos imaginar, y cerrar los ojos ya no es ni será nunca más una opción.