Vivimos en una era de identidades robadas.
Las mismas identidades distintivas que un día nos enorgullecimos de enarbolar y defender han sido en los últimos tiempos transformadas por otros en limitantes instrumentos de manipulación de nuestra personalidad e ideas, con el objeto de convertirnos en peones divididos y utilizables para fines que en nada son los nuestros.
Nacionalismos grandes y pequeños, etnias, religiones, feminismos doctrinarios, nuestras propias letras y muchas más, junto a ese despreciable marchamo de víctima que nos colocan en la frente y sin el cual parece que no somos nada…
¿Cuando nos robaron el Orgullo por la propiedad de nuestras vidas para ser sustituido por el inoperante orgullo de la víctima?
¿Cuándo nos robaron nuestro impulso de actividad para ser sustituido por esa inane obligación de buenismo y pasividad que nos venden como lo «políticamente correcto»? ¿Cuánto tiempo nos llevan mintiendo para hacernos olvidar y de paso neutralizar nuestra verdadera fuerza?
¿Cuándo nos robaron nuestra identidad como parte del todo para ser sustituida por una interesadamente divisoria identidad pequeña en lucha permanente contra ese todo?
¿Cuándo nos robaron nuestra individualidad, nuestra capacidad de pensamiento, nuestra libertad de decisión, para ser sustituidas por la falsa libertad de obediencia al grupo y el asfixiante encarcelamiento en sus reglas y estereotipos de pertenencia?
Resumiendo: ¿Cuando nos robaron nuestra identidad común y total de Seres Humanos?
Todas las identidades que tomaron la forma en su momento de sujeto político para poder conseguir los derechos que aún nos faltan se han acabado convirtiendo en la jaula de nuestra propia individualidad, la cual es ahora definida por ellas y manipulada por las ideologías a las que sustentan.
Pocas son las entidades y activistas que nos atrevemos a denunciar y nos negamos a participar en esta apropiación divisiva y políticamente interesada, la cual, además de empujarnos a servir fuera de toda ética a fines ajenos a nuestras luchas, nos pretende inmovilizar para que no podamos alcanzar los nuestros, ya que esta permanente indefensión les beneficia.
De sujeto político, a objeto de manipulación.
Y yo digo, ¿Hasta cuándo?
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