Difícil tarea la de resumir en unas breves líneas la trayectoria de Juan Carlos Mestre, poeta y artista visual originario de Villafranca del Bierzo (León), cuyo dominio de la palabra y su poder evocador, unido a su firme compromiso ético, consiguen crear una atmósfera mágica en cada una de sus comparecencias.

Además de ser autor de libros de poesía y ensayo, ha realizado antologías sobre obras poéticas, colabora y participa en grabaciones discográficas con músicos de la talla de Amancio Prada, Luis Delgado, Cuco Pérez o José Zárate y expone su obra pictórica y gráfica en galerías de España, Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.

Aunque lo que mueve su espíritu es algo mucho más elevado que los reconocimientos, Juan Carlos Mestre obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2009 por ‘La casa roja’ (Calambur, 2008) o el Premio de la Crítica por ‘La bicicleta del panadero’ (Calambur, 2012). El autor fue el encargado de inaugurar el pasado 12 de noviembre el nuevo ciclo de Casa Mediterráneo denominado ‘Tertulia poética Mediterránea’ que cada mes, bajo la coordinación de la poetisa Rosa Cuadrado, traerá a la sede de la institución diplomática a autores españoles y de otros países del Mare Nostrum, tanto reconocidos como desconocidos para el gran público.

Pregunta: Su poesía, además de belleza, encierra un gran componente ético. ¿Cree que es una obligación moral del poeta tener un compromiso social?

Respuesta: Nada es obligatorio en los actos creativos; al contrario, es la insumisión ante los discursos de orden lo que califica el proceder de toda obra artística, un distanciamiento crítico ante los modelos precedentes, un alejarse de la esclerosis de la rutina, intentando ampliar los horizontes significativos del porvenir del conocimiento humano.

Por otra parte, no conozco ninguna obra artística, tampoco ningún acto de pensamiento, que no implique a su vez un compromiso, ya esté vinculado con los contextos sociales de la historia, o los desafíos, siempre políticos, de la imaginación. Es la identificación con uno u otro tema lo que determina el ámbito de la vinculación ética, ya sea la de asumir dialécticamente la relación con un otro, o la indagación de la intimidad.

Acaso sea el hecho de entender la alianza discursiva con la exterioridad lo que venga a establecer las diferencias ideológicas, ya de proximidad o alejamiento, con los contextos sociales, pero toda obra literaria toma siempre partido, quiérase o no, por el valor simbólico de la palabra, es decir por la eticidad del habla frente a los actos de fuerza. Toda obra literaria, sin excepción, presupone una conducta lingüística, y ese proceder sea tal vez el verdadero compromiso, reabrir la discusión sobre el mundo, la múltiple y dispar asamblea de los diálogos que contribuyan a la repoblación espiritual del mundo.

P: Hoy en día, hay grandes palabras como libertad, justicia o igualdad, que a base de ser repetidas como eslóganes políticos son despojadas de su esencia. ¿Tiene poder la poesía para recuperar su significado?

R: La crisis de los significados no solo es la consecuencia de un deterioro de los valores sociales vinculados al amparo que ejerce el lenguaje como categoría de saber. Cuando una sociedad altera el valor moral de las palabras lo que pone de manifiesto es la pudrición misma de sus estructuras de convivencia que cifran en la lengua el pacto social del respeto y el asenso de la dignidad humana.

Lo primero que una sociedad autoritaria persigue es la demolición del valor de verdad que asiste civilizatoriamente a los conceptos que definen la libertad y la validez de lo justo. Históricamente el fascismo ha iniciado el socavamiento de la legalidad democrática por la destrucción del lenguaje, porque es precisamente ésa la conciencia que pretende devastar, la razón dialéctica que cuestiona el gran fraude demagógico de la propaganda populista.

Acaso tenga la poesía alguna tarea que cumplir en la resistencia frente a ese estado de cosas, la de seguir recordando que las palabras han sido hechas para ayudar a construir la casa de la verdad y no para destruirla, la de seguir repitiendo ante lo ominoso, ante la crueldad de los Estados, ante la despiadada usura de la sociedad de los mercaderes, lo que significa la palabra “misericordia”, lo que ha de seguir significando la palabra “inocencia” y “memoria” ante el olvido de los crímenes civiles y el vergonzante blanqueamiento de las raíces ideológicas del nuevo fascismo.

P: ¿Cómo surgió en usted la inclinación hacia la poesía?

R: Esa manera de entender y estar en el mundo a través de la palabra no ha sido casual en mi vida, sin duda viene dada por transmisión admirativa, las personas que mi infancia representaban para mí un referente de asombrosa fraternidad y admiración, los que preferían seguir las huellas del aire a las marcas de clase de los privilegios injustos. Conciencia poética y conciencia política forman parte indisoluble de mi inclinación a la hora izquierda de la vida.

P: ¿Qué autores le han marcado más en su trayectoria poética?

R: Sin duda Antonio Gamoneda, al que conozco, admiro y quiero desde niño.

P: Además de poeta, colabora con músicos de la talla de Amancio Prada, entre otros muchos, participando en conciertos, performances y lecturas. ¿Podría destacarnos alguna de estas colaboraciones que le hayan hecho sentir especialmente emocionado?

R: Son muchos años los que llevamos colaborando juntos, y tantas por tanto las peripecias durante la travesía. Recuerdo un concierto, una gélida noche en Moscú, donde los exiliados republicanos, que llevaban claveles rojos envueltos en papel de periódico, llenaron el escenario con esa inclaudicable belleza que es la viva nostalgia de la libertad. O en el foro repleto de la Universidad de Concepción, una noche de verano, en el mismo lugar donde Salvador Allende enunció algún día profecía civil de su pequeño país, Chile. La memoria es la única forma de justicia que aún asiste a los humillados y se encara con el espectro de los poderosos. Y esa sigue siendo una emocionante tarea.

P: Hoy en día, el abuso de las nuevas tecnologías, especialmente en la gente joven, puede ir en detrimento de la lectura, aunque al mismo tiempo ha surgido una nueva generación de poetas que utiliza las redes sociales para difundir sus creaciones. ¿Cómo ve usted la situación actual de la poesía en España?

R: Hay poetas maravillosas y poetas malísimos, hay centeno y gravilla, hay ruiseñores y sapos de cinco bocas, hay maderas preciosas y diamantes equivalentes a la basura, hay voces proféticas y cantamañanas, hay seres mágicos e ilustres idiotas, hay alto pensamiento y banalidad extrema, hay maravillosos silenciados y deslumbrantes trepas, hay santos soñadores y zoquetes sin cuento, hay relato de sobra para seguir tocándole las narices a los putrefactos y a los imbéciles.

P: Usted que viaja mucho por el mundo, ¿en qué países ha detectado mayor interés hacia este género?

R: En cualquier parte existe alguien que sostiene la intemperie de su vida con unas palabras cuyo valor es incomparable a todo lo que tiene precio en este mundo.

P: En el sistema educativo español, ¿cree que se sabe transmitir adecuadamente el amor por la literatura y su importancia?

R: Desde luego que no, la cultura ha pasado a ser un discurso residual en las preocupaciones del sistema educativo en el que prima el pragmatismo de otras categorías del comprender. Una sociedad que vive de espaldas a sus creadores, científicos, escritores, artistas, es un redil de criaturas muertas, acríticas, máxima aspiración de los sistemas de dominio. Solo, y digo solamente, la cultura puede poner en mano de los pueblos la llave liberadora de su destino, la reflexión sobre su presente y la imaginación, siempre insurrecta, del porvenir.

P: Usted también cultiva las artes plásticas, habiendo expuesto su obra gráfica y pictórica en importantes galerías del mundo, obteniendo gran reconocimiento. ¿Qué es lo que le mueve a expresarse por este medio? En este sentido, ¿comparte  el espíritu renacentista?

R: De renacentista nada. Hago lo que puedo de la mejor forma que sé, desde la precariedad, como casi todos en este país, desde la desobediencia a lo canónico y al margen de todo reconocimiento, nunca ha sido ése el objetivo del pensamiento utópico.

Más información, en la web de Juan Carlos Mestre

Fuente: Revista Casa Mediterráneo: https://bit.ly/2QtTtOl