Un cráneo mesocéfalo, de campesino del Levante, cercado por escasos cabellos recortados en un ralo flequillo. La tez curtida por el tiempo y el sol, los ojos grandes y brillantes expresan una mirada entre burlona y melancólica, la nariz gruesa y aguileña, rematada en un poblado bigote, también de paisanaje de la tierra, tapando una boca amplia y sensual. El torso amplio y una mano rugosa y venosa que sostiene la chaqueta de viajero sobre unos amplios hombros. Es el retrato de Rafael Chirbes (1949-2015), que aparece en la primera parte de sus Diarios A ratos perdido 1 y 2 (prólogos de Marta Sanz y Fernando Vallas, Anagrama, Narrativas hispánicas, 2021). Un autorretrato escrito, descarnado y desnudo.
AL DESNUDO
Los diarios de los escritores, ya lo decíamos en textos anteriores aquí, a menudo resultan más interesantes que sus ficciones. No es este el caso, ya que Chirbes ha demostrado en sus obras una potencia de estilo y una enjundia narrativa que lo sitúan entre los más talentosos escritores españoles contemporáneos. En su dietario, considerado uno de los mejores libros publicados el año de su lanzamiento, Rafael Chirbes se desnuda de cuerpo entero y se nos exhibe sin afeites, con sus abominables hábitos, su bilis y su sexualidad , a veces oculta en los escondrijos sucios donde tenían lugar los coitos homosexuales, en tiempos de la prohibición franquista, o sea en mingitorios públicos y parques de Madrid.
El escritor va desgranando día tras día sus obsesiones, el tiempo que le roba a la escritura le araña el alma, se culpabiliza por ello. “Hoy no he ido a trabajar. Me he pasado el día en la cama. Anoche bebí hasta las cinco de la mañana. Después de arrastrarme por todos los tugurios de Madrid que conozco, acabé en la Gran Vía, junto a la Telefónica, intentando ligar en plena calle, pagándoles cervezas y comprándole cigarros a putas desdentadas y a decrépitos chulos borrachos. Me traje a casa a un tipo maduro, que iba más borracho que yo y que, al despertarme, he descubierto que se ha ido, robándome tres mil pesetas”(Diarios, 25 de marzo de 1986). La vida se le va en trabajos que le permiten alimentarse y viajar, también en juergas interminables que le dejan la resaca culpable del tiempo irrecuperable para la escritura. En esas páginas íntimas sobrevuela la ausencia del amor, que a momentos encuentra en sus citas a mata caballo entre Madrid y París, donde reside su amante, François. El mismo que será junto a su alter ego , un joven pintor, coprotagonista en su novela póstuma París Austerlitz, bajo el nombre de Michel.
VERTIGO Y DEPRESIÓN
Las notas que leemos en los Diarios parecen ser los apuntes necesarios para esa novela, apenas concluida a causa de la enfermedad, en la que el escritor revelará por fin su verdadera identidad sexual. Resulta significativo que ésta haya sido un secreto a voces durante largos años, en los que, como vemos en el episodio de uno de sus viajes promocionales en Alemania (país donde es ampliamente conocido y reconocido como un gran escritor) le preguntaban por “su esposa” y contestaba que se había quedado en el hotel, ya que era “poco sociable”. Chirbes no quería entrar en explicaciones al respecto. Bastante tenía con sus dudas, sus repentinas enfermedades, inexplicables ataques de vértigo y agudas depresiones. Tal vez eso se debía a que la maquinaria desbocada de su mente subía y bajaba como una montaña rusa, en medio lecturas minuciosas de los clásicos, Balzac, Walser y algunos actuales, como Bowles , en una aplicada preparación para descifrar el misterio de los estilos y forjar el suyo propio. Un ejercicio que nos parece innecesario, porque en la lectura misma de este dietario se advierte que el Chirbes de las crónicas gastronómicas de la revista Sobremesa y el novelista maduro de Crematorio está también contenido en este relato íntimo y descarnado, que a pesar de los necesarios retoques posteriores, rezuma la mordacidad y penetración de su pluma. No se reserva Chirbes sus dardos contra los advenedizos del primer socialismo transicional , para él meros administradores y en algunos casos herederos directos del viejo régimen: “La gente se cree progresista porque vota al PSOE y eso les permite defender posiciones de individualismo a ultranza y justificar el pelotazo, la rapiña” (.Página 191 Diarios) También contra los ultras de la izquierda de los primeros tiempos, léase FRAP o el socialismo “real” de Cuba y China. Es demasiado lúcido e inteligente como para formar parte de esas tribus, aunque mantiene un cierto orgullo proletario de sus orígenes familiares y una decidida voluntad de rechazar ese fascismo resiliente que observa también en escritores como Arturo Pérez Reverte, al que fulmina con certeros comentarios. Chirbes es un verso suelto en el enrarecido mundo de los clanes literarios, a los que ve compinchados con la crítica y la casta mafiosa del mundo editorial español.
Las lecturas de Chirbes y sus notas al margen nos dan una idea de lo que bullía en su atormentada cabeza cuando se ponía a recuperar el tiempo perdido en orgías lúgubres de sexo y alcohol o acostado en su lecho frío contemplando a la también gélida y desalmada París, su ciudad fetiche.
Los Diarios merecen leerse sin haber profundizado siquiera en la lectura de sus obras. Son el testimonio subjetivo, certero en sus apreciaciones, de una época ya pasada, que ya anunciaba tiempos peores como los que vivimos. Para Chirbes el franquismo no había muerto, sino que seguía recorriendo los caminos de España como un zombi aterrador.
“La historia como olvido, injusticia sin la que se supone no se puede vivir”, reflexiona en el inicio de la segunda parte de A ratos perdidos (1995-2005).
En Crematorio, Chirbes disecciona la sociedad levantina y la ambición destructiva que ha convertido al litoral valenciano en una Miami para jubilados y mafiosos rusos. En estos dietarios, se reúnen las cenizas de sus días, la realidad cotidiana, los pensamientos, las glorias y miserias de un hombre que entendió el oficio de escritor como una condena, también como un fuego que lo consumía al tiempo que le daba luz y calor a su existencia. “La literatura es marjal cargado de complicada y frágil biomasa” (pág. 255, Diarios). Una excelente conclusión , que también podría resumir el contenido de estas páginas de no ficción llenas de vida y cenizas. Polvo enamorado y con sentido.
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