Confieso que el tipo me caía bien. Parece una frivolidad, es cierto, pero más que la afinidad ideológica me ligaba a él la literaria, puesto que en una ocasión le oí que alababa a un escritor valenciano que a mí me parece uno de los mejores de este país (Rafael Chirbes) y a una de sus novelas insignia (Crematorio) donde relata la epopeya de la especulación inmobiliaria en Benidorm. Me pareció que además de un político que acertaba a menudo con sus diagnósticos de la realidad socio política era un político leído, culto, lo cual es de agradecer.
Los últimos acontecimientos lo han situado en la diana de sus compañeros, de la que fuera su compañera sentimental (Rita Mestre), de la opinión pública, del juicio mediático en suma. Y es justo que así ocurra, sus presuntos delitos ya a medias confesados lo merecen. Por cierto, esa declaración suya adolece, como ya se ha dicho muchas veces, de varios defectos: atribuye al ejercicio del servicio público las afecciones a su “salud física y mental”. Hans Magnus Enzensberger le habría dado la razón, (véase algún artículo mío anterior donde el filósofo alemán se expresa sobre el duro ejercicio del poder), pero ese extremo es dudoso en este caso. No todos los padres de la patria congresistas van por ahí como el lobo hombre en París de Boris Vian y La Unión lanzándose al cuello de las jovencitas cuando hay luna llena o sus groseros apetitos les mueven. Y esa extraña escisión o disonancia entre “persona y personaje” suena a ese célebre personaje de Stevenson con una perversa doble personalidad: probo ciudadano de día y diabólico asesino de mujeres en nocturnidad y alevosía. Dicho esto, quedan en el aire muchos interrogantes. El hombre está acabado, no tendrá opción ni de regresar a la política ni a la docencia, al menos en mucho tiempo, o tal vez cuando cumpla con su posible condena y pague por sus ahora presuntos delitos. Ni siquiera le quedará la posibilidad de acabar como tertuliano de programas chuscos como el de Mejide y otros o de aspirante de un reality de cocina como la ex presidenta de Madrid que parece de vuelta y blanqueada de su cleptomanía y prepotencia de entonces. Parece ser que la condena a fogones forzados redime más que las galeras.
Pero más que eso, me atormenta la duda. ¿Hay en la naturaleza humana un Dr. Jekill y un Mr. Hyde? Freud habría podido aclararnos algo, si estuviera entre nosotros. A diario vemos escándalos que afectan a personalidades del espectáculo, las artes, la literatura, y mayormente, la política. En Chile acaba de destaparse un escándalo que podría afectar al mismo presidente Boric apresurado a decir que él, debido a que un destacado miembro del gobierno ha sido acusado de violación en un suceso acaecido en extrañas circunstancias que se están investigando. Pero la oposición de derechas -oh, casualidad- se ha apresurado a culpar al presidente de haberlo sabido y encubierto.
No cabe duda que los delitos de índole sexual acaparan últimamente las noticias. El mal se extiende como mancha de carburante sobre el océano de las noticias locales, nacionales y mundiales. La organización política que albergaba al ahora execrable paria propone protocolos nuevos, cursos de feminismo, vacuna anti machista o anti patriarcal que promete inmunidad ante el dragón de la lascivia que devora a los varones.
Soy escéptico al respecto, más bien sería partidario de afinar la ley, que en la actualidad deja un margen de actuación a los agresores sexuales, puesto que se espera a que la justicia tenga pruebas muy evidentes para detenerles. Conozco más de un caso cercano en el que alguno ha sido absuelto porque la mujer denunciante aún no había sido agredida físicamente, solo amenazada y sometida a violencia psicológica que también afecta a los hijos menores. Y uno se queda con una sensación de impotencia al ver que ni siquiera los profesionales, que le tratan y conocen sus intenciones, pueden formular una acusación que podría evitar males mayores. Los que conocemos un caso como ése por la versión de la víctima también estamos con una sensación de desvalimiento por no poder aportar más pruebas que la confidencia de esa mujer maltratada de nuestro entorno. Porque el tipo tiene una doble cara que ni el dios Jano, gentil y amable para los de fuera, un ogro, un mal padre y un tirano celoso puertas adentro.
Ciertamente, mucho hombre lobo suelto, mucha manada. Y no es culpa de la luna, ni de la política, eso denlo por seguro.
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