Malos tiempos para la lírica, la parlamentaria, especialmente. Un diputado del PP toma la tribuna y llama inútil a la Ministra Montero. Lo vio toda España, sentada en su sofá, mientras el guiso diario se calentaba en otro fuego menos vivo. Manuel Vicent, que a sus 86 años ha visto mucho con esos ojos celestes, pequeños pero penetrantes, entrevistado por Xabier Fortes en La noche en 24 horas, ha calificado a la melé parlamentaria como un “corral de patos”, indigno de una institución fundamental para la democracia.
No sería la primera ni la última vez que un padre de la patria elegido con nuestro voto democrático y pagado con nuestro dinero salta a la palestra para lanzar jeremiadas o injurias a sus contrarios. Julio Camba, en su excelente serie de crónicas parlamentarias “Diario de un escéptico”, reseña así la intervención del diputado carlista Rafael Díaz Aguado Salaberry, furibundo representante de la minoría carlista: “Es un orador violento, exaltado e impulsivo. Estos oradores no son de mi gusto. No tienen nunca una sonrisa ni una ironía; no están jamás a tono con el ambiente que les rodea, y sus mayores indignaciones son acogidas siempre con una íntima y piadosa hilaridad. El Sr. Salaberry debe ser un hombre de mal genio; pero el mal genio no está reconocido todavía como una dualidad dialéctica (…) Yo protesto contra la oratoria agresiva del Sr. Salaberry, y amo, en cambio, la oratoria clara, reposada y serena de esos hábiles oradores que se levantan modestamente y comienzan a hablar, poco a poco, en una conversación florecida de anécdotas y de ironías, sin indignarse jamás, sin descomponerse nunca, sin abandonar la sonrisa ni perder la intención. Esta oratoria es compatible con todos los menesteres mentales del auditorio. Al tiempo que se le escucha se puede pensar o soñar, sin temor a que un grito inoportuno o un puñetazo inesperado vengan a deshacer la áurea madeja de nuestras cábalas imaginativas. Es una oratoria propicia al ensueño y a las buenas digestiones, y es la única oratoria que tiene razón de ser, puesto «que ninguna verdad hay en el mundo que merezca la pena de decirse a gritos”.
Yo grabaría estas sabias palabras del cronista de las Cortes más ingenioso que ha existido en una placa de bronce, junto a la pareja de leones de la entrada. El Congreso, como concluía Camba en su crónica posterior a la sesión del 24 de mayo de 1907, “es un estrecho recinto en el que todo se puede decir a media voz”.
La bronca, los malos modos, amenazan con apoderarse del foro madrileño, también fuera de él. En el ayuntamiento de Zaragoza, una concejala de Ciudadanos ha proferido una serie de injurias inaceptables contra la Ministra de Igualdad, que la descalifican a ella misma por su contenido machista y soez. Cierto es que doña Irene no ha estado fina tampoco descalificando a la magistratura, lo cual ha elevado el tono de las réplicas de la oposición. Sin embargo, nada justifica esta falta de tino y de modales. Hay más educación en la calle que en la llamada “clase política”. Qué desgracia.
Malos tiempos, para la democracia también. Cito a otro gran periodista, también fallecido: “Los partidos se han convertido en mecanismos del Estado, que se ha convertido en mecanismo de los bancos” (“Hijo del Siglo”, 1998, Eduardo Haro Tecglen). Ahora los hipotecados, entre los que ya no me encuentro, por fortuna, ya que he elegido finalmente vivir de alquiler, mendigarán una tregua a los bancos. Falta saber si éstos decidirán quedarse nuevamente con las viviendas para malvenderlas o si aceptarán cambiar las condiciones a cambio de seguir como siempre en su papel de Shylock , aplazando el cobro de su libra de carne.
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