Esther Domínguez Soto (Santiago de Compostela, Galicia, 1953) trabajó como profesora de inglés en un instituto de Pontevedra hasta su jubilación. En 2015 publicó Garum, presentando a un personaje, la teniente Chelo Expósito, que también aparecerá en su siguiente novela, La cuna vacía. Con su novela histórica El rubí de Marco Polo obtuvo el I Premio de Novela Feli Úbeda en 2017, a lo que suma otros premios de narrativa breve. Su libro de cuentos Malos amores apareció en 2018. Ha publicado en medios de España, Alemania, Argentina, Chile, Costa Rica, Estados Unidos y México.

Empiezo por contar todo esto porque, en su carta, Esther no menciona sus premios ni apenas su currículo literario. Y ello pese al éxito que ha conseguido en ese género tan de moda que es la novela de intriga o detectivesca, con la peculiaridad de haber creado un personaje de detective mujer, guardia civil, de pueblo… Vamos, una visión, gallega y en femenino, del inolvidable policía Plinio que forjó el escritor, manchego de Tomelloso, Francisco García Pavón.

Apenas acabamos de conocernos en la distancia y ya puedo saber, por el intercambio de correos y las conversaciones telefónicas, que Esther es una persona trabajadora, eficiente, sencilla, con sentido del humor y con una especial preocupación por el universo de la mujer, como quedó reflejado en su ensayo “Las ciencias también tienen madre”, reivindicación de mujeres científicas, que ha obtenido un accésit en el I Premio de Ensayo Breve de El Cantarano el cual, precisamente celebra la entrega de premios en este mes de enero en el IES Jorge Juan de Alicante.

“Omne agens agit sibi simile” decía el clásico. Y en román paladino diríamos que cada uno obra como quien es. Basta entonces leer la carta que nos escribe Esther para saber quién es y cómo es esta profesora y escritora con la que, en los inicios de de este año 2024, nos honramos en abrir nuestra sección “Mujeres que nos escriben”, que ya va por su tercer año de vida fecunda y literaria gracias a mujeres tan especiales como esta.

    ¡Hola, Consuelo! Agradezco encantada tu invitación a colaborar en LOBLANC. Siempre es agradable escribir, sobre los libros que llevo publicados y los personajes que viven en ellos.

     Ante todo, me presento. Soy Esther Domínguez, santiaguesa, cosecha del 53 – una buena añada, aunque quede mal decirlo – y profesora de inglés hasta que me jubilé. Los libros fueron mis juguetes preferidos y creo que, excepción hecha de la ciencia ficción, leí de todo. De los cuentos de hadas pasé a las versiones adaptadas de obras clásicas para niños y a los cómics – me confieso tintinóloga eminente y fan perdida del Corsario de Hierro y el capitán Trueno.  Después vinieron en cascada Jane Austen, las hermanas Brontë, Stevenson, Conan Doyle, Agatha Christie y un larguííísimo etcétera donde se mezclan novela, ensayo, teatro, comics… Esta querencia por las letras tenía que acabar en una filología, en mi caso, la inglesa. Disfruté zambulléndome en ella y salí con unas ganas tremendas de seguir leyendo y la idea de escribir empezó a rondarme la cabeza.

      No empecé inmediatamente, pero me dediqué a observar a la gente que tenía a mi alrededor. Si quería crear personajes creíbles, debería ir coleccionando tics, manías varias, rutinas y, ¿por qué no?, pequeñas ruindades y actos de generosidad, que de todo hay. Todas esas cosas que nos definen y que yo utilicé y sigo utilizando.

    ¿Sobre qué escribo? Pues, sobre casi todo. Humor – me lo paso de maravilla imaginando situaciones y personajes –, historia, terror – ¡qué vidilla dan la sangre y las tripas! –, misterio, algún cuento infantil y ensayos.

     Cuando ya había escrito un par de novelas históricas, un buen día, hace ocho años – y salvando las distancias – me pasó lo que a Umberto Eco. Me apeteció matar a alguien, mira tú. Que nadie se me espeluzne. No en la vida real. Y no me planteé a quién iba a matar, sino quién iba a descubrir al asesino. Tuve muy claro que tenía que ser una mujer, – para mí es mucho más fácil meterme en la piel de una congénere –, joven – treinta y un años –, inteligente, muy bien formada y con un toque de humanidad, tan necesaria cuando – en casos de muertes violentas o desapariciones– tratas con personas en el peor día de sus vidas. La tradición familiar asomó entonces la cabeza y me dijo lo que yo ya sabía de antemano. Esa chica tenía que ser una guardia civil. Le añadí una buena dosis de retranca gallega y la bauticé con uno de esos nombres que se heredan, que han ido pasando durante generaciones de madres a hijas. La nombré teniente, la destiné a un pueblo ficticio en las Rías Bajas gallegas, frente al Atlántico y ¡hala! Chelo Expósito entró en acción. Lo que parecía ser un accidente, se convirtió en un asesinato por encargo y vinieron un par de víctimas más. Lo que un compañero de Chelo calificó como “una lluvia de muertos”

      Para ayudar a la teniente, está la cabo primero, Bea Castro, veintinueve años, tenaz, intuitiva y, sobre todo, una amiga de verdad. De las que no fallan cuando las cosas se ponen feas. Y la doctora Alicia Cuenca, – treinta y cuatro años – forense de Pontevedra, meticulosa, profesional y con un sentido del humor tirando a negro oscuro. La otra gran amiga de Chelo desde la infancia. Así nació lo que uno de mis editores calificó como “mi personaje fetiche”

    Si a esta ayuda, añadimos la dotación del cuartel, seis hombres honrados, normales – aquí no hay superhéroes ni personas con poderes extraños o soluciones imposibles – y que confían en la teniente y su lógica a la hora de enfocar el misterio que tienen delante, no debe extrañarnos que formen un equipo que funciona como un reloj bien engrasado y a quienes, en palabras de la forense, “no hay caso que se les resista”

     No todos son asesinatos, por supuesto. En el día a día del cuartel pasan casos tristes, a veces trágicos, ridículos o divertidos.  Y debo admitir que no me privo de dar pinceladas de humor aquí y allá. La vida no es una tragedia sin fin, ¿verdad? Y todos los personajes de cualquiera de mis novelas o cuentos, hablan, se comportan y se mueven como lo hacemos los seres de carne y hueso. En palabras de una compañera y amiga, no son reales, aunque sí realistas.

      Chelo Expósito lleva años solucionando problemas o resolviendo misterios. Aparece en dos novelas Garum y La cuna vacía. Y en un buen número de relatos publicados a lo largo de estos años: ¿Con o sin muerto?, Cerrado cinco minutos y el vampiro del monasterio. Deseo firmemente que mis lectores disfruten tanto leyendo las aventuras de Chelo y su equipo como yo escribiéndolas.