“Conmigo no cuentes (aproximadamente 100 relatos)” (Ed. Mankell, 2022) es el sugerente y paradójico título del libro de relatos escrito por el profesor, historiador y periodista Pepe Reig Cruañes, quien, a lo largo de su trayectoria, ha ido trazando historias breves sin más intención que inmortalizar sus pensamientos sobre escenas de la vida y que ahora ven la luz en un compendio de 99 relatos. La brevedad no es sinónimo de simplicidad, sino más bien todo lo contario. Reig consigue decir mucho con poco. La superficie siempre esconde otras lecturas que el autor destapa en sus relatos con inteligencia y sagacidad.

Casa Mediterráneo acogerá el jueves 4 de abril a las 19:00 horas un encuentro con Pepe Reig Cruañes, en el que se mostrará quién es su artífice y qué hay detrás de esta singular obra de relatos, la primera incursión en este género del autor, cuyos libros hasta la fecha se han centrado en el mundo académico y periodístico. El evento se desarrollará a modo de diálogo entre Pepe Reig, Fran Sanz (abogado) y Andrés Maestre (periodista, 12TV). El acto será presentado y conducido por Pilar Cuenca (periodista, consultora de comunicación) y Marina Vicente (editora del libro, Ed. Mankell) leerá un relato. El acto es abierto al público hasta completar aforo, con emisión telemática en la web casa-mediterraneo.es).

Pepe Reig Cruañes ha sido profesor de Documentación Informativa y Periodismo Especializado en la Universidad de Castilla La Mancha y en la CEU-UCH, así como documentalista en el Consell Assessor de RTVE en la Comunitat Valenciana. Se doctoró en Historia por la Universitat d’Alacant con una tesis sobre Opinión pública y comunicación política en la transición democrática. Ha sido colaborador en diferentes periódicos, revistas y medios de comunicación tanto impresos como digitales y audiovisuales (INFOLIBRE, Ojos de Hipatia, CV Radio, etc.).

Es autor o coautor de más de 15 libros y se ha prodigado en conferencias, debates, ponencias, etc. Junto a sus numerosos libros, opúsculos, artículos y otros textos y publicaciones de investigación en su especialidad y también como periodista (en particular, sus colaboraciones en el terreno del pensamiento político son muy notables), la escritura de relatos ha sido su actividad privada paralela, casi secreta hasta la obtención de dos premios literarios y, sobre todo, hasta la edición del libro de relatos “Conmigo no cuentes”. En esta entrevista, Pepe Reig nos descubre la intrahistoria de su reciente obra y nos cuenta algunos de los asuntos que rondan por su, siempre inquieta, cabeza.

Este libro es un compendio de relatos que ha ido escribiendo a lo largo de su vida. ¿Los escribió con la intención de publicarlos o de que sus pensamientos quedaran plasmados en papel?

Nunca pensé en publicar, ni que lo que escribiera tuviera calidad publicable. Simplemente, lo hacía por dar salida a una especie de corriente de pensamiento constante. Digamos que mi cabeza estaba ocupada en los asuntos de la vida, la familia, el trabajo, pero siempre por debajo había una corriente constante de creatividad, de imaginación, no tanto fantasiosa, sino en cuanto a que mi mente se ponía a reflexionar y a buscarle las vueltas a las cosas, al margen de la utilidad práctica. Ésa era la razón, la motivación principal, para escribir, pero nunca me pareció ni siquiera tener la opción de publicar. Alguna vez presenté algún cuento a algún concurso y en 2014 gané dos. Ahí sí me apareció la idea de que, tal vez, mis relatos le sirvieran a alguien. Pero la intención de publicar es muy posterior. Me vino a partir del momento en el que me diagnosticaron una enfermedad que me acorta mucho el futuro y, entonces, cambiaron mis prioridades. En parte, por mí mismo y, en parte, convencido por mi hermano, me planteé juntar todo lo que había ido escribiendo a lo largo del tiempo, desechar lo menos interesante y darle un poco de estructura en forma de libro.

El año de publicación fue 2022, ¿la idea de publicar surgió durante la pandemia?

La pandemia no tuvo nada que ver. Yo seguí escribiendo como siempre en los ratos que sustraía a mis tareas. En septiembre de 2021 fue cuando me diagnosticaron y, entonces, tras la tormenta inicial empecé a ordenar cosas. Mi hermano Pedro me dijo: “Oye Pepe, tengo seis o siete relatos tuyos que creo que serían publicables. ¿Tienes alguno más que podríamos añadir?” Y le respondí: “Tengo centenares”. Ahí fue cuando empezó todo. Él fue el primero que creyó en un libro compuesto con mis relatos.

A continuación, se involucró Marina Vicente, directora de la editorial alicantina Mankell.

Exacto, ella es la segunda persona que creyó en el libro, mucho antes que yo. Apostó desde el primer momento, algo que me sorprendió porque sé que tiene experiencia y conocimiento en ese mundo. Y me dije: “Si a ella le parece publicable, igual tiene razón. Y me puse en sus manos”.

¿Qué hay más allá de las historias y anécdotas que cuentan los relatos?

La pregunta es apropiada porque creo que la clave de mi escritura está en que parece hablar de algo, cuando en realidad se está preocupando de otro asunto. Es decir, cuento la historia de un personaje que va por la calle y se tropieza con un viejo conocido, y parece que el problema aquí es recuperar la amistad, cuando en realidad lo que va a aparecer de modo lateral es otra cuestión, una urgencia que tiene esa persona en su trabajo… Siempre hay otro asunto y se suele relacionar con mis comeduras de coco, con mi manía de darle la vuelta a las cosas y buscarle los tres pies al gato; complicar intelectualmente la vida, lo cual es una idea aparentemente inapropiada, pero, en realidad, muy entretenido. La vida está súper bien, pero no siempre es lo más divertido del mundo. Mientras que darle la vuelta y buscarle otras salidas a la vida sí lo es. Mi mente se inclina por esa dirección; de algún modo se deja arrastrar por ese entretenimiento de buscarle a la vida otros recovecos que normalmente no están muy a la vista.

La alternativa entre vivir y pensar yo la resuelvo diciendo que hay que vivir pensando más.

Son recovecos que están ahí, pero que hay que escarbar para encontrarlos…

Sí y pensar un poco más. Digamos que la alternativa entre vivir y pensar yo la resuelvo diciendo que hay que vivir pensando más.

En uno de los relatos, titulado “Ventana”, cuenta la historia de un hombre que se recluye en casa por miedo a que alguien se vengue de él por un suceso del pasado, aunque ese temor nunca se materializa. En la vida, ¿habría que intentar no preocuparse por cosas que quizás nunca ocurrirán?

Esa historia es un ejemplo claro de eso que acabo de decir. Aparentemente, cuento la historia de un tipo que está obsesionado con la posibilidad de una venganza de alguien a quien envió a la cárcel tiempo ha. Y todo el tiempo parece que todo se reduce a esa preocupación, pero la demostración de que hay siempre otra puerta, otra forma de mirar, es que la persona a la que teme hace mucho tiempo que se olvidó de todo y está viviendo despreocupadamente. Por lo tanto, el que verdaderamente está en una prisión es él. Y esto me lleva a que, a menudo, la peor actitud en la vida es la del resentimiento. Y, en cambio, la de vivir para adelante y afrontar las cosas de un modo más generoso te da un plus.

Un amigo que ha presentado el libro en alguna librería, después de leer la obra dijo: “En el libro de Pepe no hay malos. Los que podrían serlo, resulta que no lo son tanto”. Y en cierto modo es así. Creo que todas las personas sostienen una vida y una biografía que tiene muchas vertientes. Y siempre que vemos una biografía desde la nuestra, estamos viendo sólo una parte.

¿Lo dice en el sentido de que no deberíamos juzgar a los demás sin conocer el conjunto de circunstancias que han marcado su vida?

Claro, pero incluso conociéndolas, no es lo mismo conocer que vivir. Por lo tanto, es difícil que nos juzguemos unos a otros; hay parámetros. Por ejemplo, a mí, que me considero una persona progresista, con preocupación social, me importa mucho la igualdad, la igual libertad. Los comportamientos que van en contra de eso son reprobables y los condeno. Condeno los comportamientos dictatoriales, elitistas, los privilegios, y apoyo todo el movimiento de declaración social de igual libertad para todos. No soy creyente, no creo que exista una cosa llamada pecado, porque si existiera sería contra los demás. Y ese pecado sería la insolidaridad, el egoísmo de clase, el único pecado que de verdad conviene perseguir.

Los relatos que componen el libro son breves, pero encierran mucho contenido. ¿Es complicado hacer este ejercicio de síntesis?

Quizás sea complicado, pero tienen la ventaja de ser ágiles. Debo ser un poco perezoso porque si un relato me va a llevar demasiado, tiendo a buscar la sinopsis y así me ahorro el trabajo de escribir una larga novela. Por eso nunca he escrito una novela, porque busco esa forma de relato que usamos cuando le contamos a alguien una película. En ese caso, estamos luchando por poner palabras a imágenes a situaciones, pero es difícil encontrar los términos precisos para evocar. La palabra concentra lo que quieres decir y la persona que la oye, dispara o expande sus significados a partir de las sugerencias que contienen y genera las imágenes adecuadas. Es el método que uso: concentro y escojo muy cuidadosamente aquellas palabras que pueden restaurar en la mente del lector la visión de la película entera.

¿Algunos relatos contienen elementos biográficos?

Sí, bastantes de ellos. Ten en cuenta una cosa: en un sentido, todos son biográficos; en otro sentido, sólo los del final del libro. En el primer caso, en realidad, todos los he pensado mientras me pasaba algo, pero lo que cuento no es lo que vivía, sino lo que pensé mientras vivía. En una temporada, cuando estaba a punto de ser padre y estaba preocupado por la futura salud de mi hija, en esa situación de estrés emocional escribía un tipo de cosas distintas. Por ejemplo, me obsesionaban dilemas lógicos. Algunos de los cuentos que tienen el aspecto de discurso metafísico pertenecen a ese momento. Entonces, son biográficos en el sentido de que responden a un momento de mi vida, pero lo que cuentan no es mi vida, sino lo que pasaba entonces por mi cabeza.

Los relatos de la última parte, titulada “Biogramas”, sí están basados en episodios de mi vida, que no me parecen especialmente interesantes ni atractivos, pero sí entregan alguna clave paradójica de lo que me suele interesar. Hablo de un problema, pero en realidad se trata de otro.

El libro contiene ilustraciones hechas por Marta Reig González (su hija), Juan Garrigós Salas y Luis Mena Esquivias. ¿Qué aportan a los relatos?

Me gustan tanto esas ilustraciones que hubiera querido incluir más, pero las pedí cuando el libro estaba ya en proceso. Marta tiene una vena parecida a la mía con la literatura, pero ella hace además una cosa que yo no sé hacer. Así como a veces tengo la necesidad de contar algo que pasa por el sustrato de mi cabeza, ella lo que hace es dibujarlo, y lo hace de un modo muy parecido al mío, muy sintético, y además elegante.

También se lo pedí a mi cuñado, Juan Garrigós, que es pintor. Y la otra ilustración que hay, la que acompaña uno de los cuentos biográficos, “¡Jeromiiiiiiiiín, he venido!”, me la proporcionó un amigo de la infancia, que me dijo que tenía el dibujo perfecto para este cuento y me lo mandó. Muestra a dos amigos de escasos años caminando juntos. Me pareció un poema en sí mismo. Ese relato es mucho más importante biográficamente de lo que parece. Refleja un momento en el que yo, con cinco o seis años, perdí a mi mejor amigo.

La foto de portada le muestra a usted a la edad de 10 años. ¿Por qué la escogió? ¿Está relacionada con el título del libro?

Es una historia que me gusta contar porque tiene, como todas las mías, varias puertas. Creo que a todas las personas les pasa que su autoimagen no coincide exactamente con la imagen que los demás tienen de uno. Siempre he creído que era un chico tímido y apocado, como si tuviera algún complejo, aunque no lo tengo. Pero mi manera de desenvolverme socialmente era de un tono apagado; al menos, así me veía yo. Sin embargo, cuando se lo comentaba a mi madre ella me decía que estaba equivocado, que era echado para adelante, un tipo arrojado. Yo le contestaba que no me recordaba así a mí mismo, sino como alguien a quien siempre intentaban sacarle del sopor.  Cuando murieron mis padres, empezamos a examinar el cajón de las fotografías y me di cuenta de que en todas las que salgo aparezco en una actitud chulesca, en vez de la tímida y apocada que recordaba. Entonces, empecé a pensar: A ver si va a tener razón mi madre.

Esa foto me muestra con diez años, con un pantalón que me viene corto, porque mi madre quería tirarlo, pero era el que más me gustaba. Con las manos en los bolsillos y las piernas abiertas, desafiante, me gustó porque me reivindicaba algo menos tímido de cómo me veía.

Y se relaciona con el título del libro. Lo anduve buscando junto a Pepa, mi mujer, que siempre ha sido partícipe de mis cuentos. Siempre ha sido la primera lectora y según su gesto, sabía si el relato valía o lo tenía que mejorar. Siempre ha sido una autoridad en eso. En este libro, quería que el título llevara la palabra “contar” porque es una tradición que los libros de relatos la contengan. Y en un gesto muy típico de ella, que es un poco guasona, en mitad del debate sobre el título, salió del salón llevando algo y se volvió diciendo: “Conmigo no cuentes”. Y se convirtió en el título que iba perfectamente con esa foto. En mi libro, donde como antes te decía no hay malas personas, lo que digo es precisamente: “Cuenta conmigo”. Es un juego más, como también lo es el propio subtítulo, que reza: “(aproximadamente 100 relatos)”. Realmente hay 99, pero, a mi modo de ver, todos juntos forman uno.

¿Por qué 99?

Porque si hubiera incluido 100, tendría que haber puesto: “(aproximadamente 101 relatos)”. Y 101 remite a los dálmatas (risas).

En el encuentro que le traerá a Casa Mediterráneo, mantendrá un diálogo con varios ponentes, en el que no sólo hablará de los relatos, sino también de otros asuntos que le preocupan. ¿Qué temas se abordarán?

Uno de los participantes en el evento es periodista y le interesa mucho la parte de mi vida que se refiere a la docencia del periodismo y mis investigaciones sobre las fake news, la posverdad y todo ese complejo entramado. En este sentido, hablaré sobre la relación entre el periodismo y la democracia.

Mientras que el otro interlocutor es un amigo mío que quiere hablar conmigo de filosofía. Quiere someterme a varios enunciados filosóficos para discutirlos, como si yo supiera algo de filosofía, cuando lo único que sé es que no sé nada.

Habría que vivir preguntándose cosas, hay que reflexionar, porque ya dijo alguien que la literatura y el arte son la demostración de que la vida no es suficiente.

Pero el libro es bastante filosófico… Contiene filosofía como reflexión y porque se pregunta muchas cosas.

Sí, es filosófico porque pienso. Creo que no se puede vivir sin preguntas. En uno de los cuentos una mujer abandona a su amante porque él ha entrado en una especie de espiral de preguntas sobre el nombre de un objeto. Y él agradece que lo abandone porque piensa que para qué quiere estar con alguien que no hace preguntas. Habría que vivir preguntándose cosas, hay que reflexionar, porque ya dijo alguien que la literatura y el arte son la demostración de que la vida no es suficiente.

Las preguntas importantes casi nunca obtienen respuesta, pero ¿esa inquietud o insatisfacción es la que nos hace querer avanzar?

Eso es lo que hace avanzar, ir preguntando cada vez con más precisión. Decía Dostoievski que las familias felices son muy aburridas porque no ofrecen aristas que investigar, mientras que las personas atormentadas tienen muchos interrogantes y observarlas resulta mucho más interesante y se aprende más. Yo me considero una persona razonablemente feliz, porque no tengo tormentos en general, pero siempre me ha interesado penetrar un poco en las vidas de la gente porque todo el mundo tiene aristas, todo el mundo tiene mucho que contar.

Fuente: Revista Casa Mediterráneo. María Gilabert. https://www.casa-mediterraneo.es/pepe-reig-cruanes-mi-mente-le-busca-a-la-vida-los-recovecos-que-normalmente-no-estan-muy-a-la-vista/