Rebajas por fin del mundo fue el lema elegido hace unos años por la firma de moda Ananda Pascual para inaugurar la temporada de rebajas en su portal de comercio electrónico. Visto con cierta perspectiva no iba esta marca muy desencaminada: desde hace un tiempo el furor que siempre ha despertado en el público la llegada estacional de los grandes descuentos, se ha extendido como planteamiento comercial en el calendario de ventas a la práctica totalidad del año.
Va quedando obsoleto el origen inicial de las rebajas como aliciente para reducir inventario o disminuir la mercancía obsoleta al final de su vida útil. Aunque se ha querido fijar el inicio de las rebajas en la rivalidad que surgió en España entre Galerías Preciados y El Corte Inglés durante los años 40, las rebajas se originan en la década de los 30 del pasado siglo XX tras la debacle del consumo durante la gran depresión que acaeció en Estados Unidos. Unas cuantas empresas de venta al menor optaron por unirse tratando de hallar otras fórmulas para la venta de sus productos. Entre las medidas que tomaron estuvo la de repensar el modo de vender la ingente cantidad de ropa almacenada que no habían vendido durante la temporada.
Nada complace más a los profesionales del sector que la finalización de una campaña con muy buena aceptación, lo que implica vender la casi totalidad de lo almacenado. La novedad de un público acostumbrado ya a consumir siempre con importantes rebajas es un arma de varios filos para creadores, distribuidores y comerciantes. No hay nada que objetar a que los consumidores encuentren sus ofertas, pero la lenta y alargada presión a la baja que se está ejerciendo sobre tantos profesionales, merma sin duda la calidad, la posibilidad de desarrollo e innovación, y hasta el compromiso de las marcas con el consumidor; un consumidor que termina convenciéndose de que bajo coste y calidad quizás vayan de la mano, algo que es sinónimo de una galopante mala información.
Lamentablemente, en un mercado saturadísimo de brillante low-cost, se viene dando cada vez más que las firmas busquen formas alternativas de financiación en lugar de la venta de su trabajo, lo que en otro tiempo hubiéramos llamado simplemente vender humo, logicamente sin descuento alguno.
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