Mientras la nave surcaba un vacío cuajado de estrellas, nueve cápsulas de hibernación se abrieron lentamente y de su interior fueron surgiendo los tripulantes.
-¿Ya han pasado seis años? – preguntó Julia, la bióloga, mientras se desperezaba sensualmente.
-No, solo tres – les dijo el Capitán, que parecía muy tenso -. Ya sabéis que a los tres años debía interrumpir mi sueño inducido para supervisar la operación de invertir la dirección de los cohetes… Pero, ante lo que he podido averiguar, he decidido despertaros y celebrar una asamblea. Vamos al área de descanso.
La nave había estado acelerando durante tres años, creando así una gravedad inercial y ganando velocidad hasta acercarse a la de la luz. Ahora tocaba invertir la orientación y ponerse con los motores de antimateria apuntando hacia delante, para ir decelerando y llegar con una velocidad razonable a las cercanías de la estrella doble Alfa Cetus, objetivo de la expedición.
-Lo primero que he hecho al despertar ha sido repasar todos los mensajes procedentes de la Tierra – aclaró el Capitán a sus nueve compañeros -. Pues bien, siento deciros que la Tierra ya no es un planeta vivo – hizo una dolorosa pausa -. Hace dos años, hubo un conflicto entre Andorra y China que degeneró en un enfrentamiento militar. Y cuando los chinos se disponían a invadir Andorra, ésta, en una acción desesperada, hizo estallar sobre Pekín una bomba sucia de aniquilación total; de esas que se prohibieron en la Conferencia de Antartic City. Parece que se les fue la mano; y la radiación, demasiado fuerte, ha ido matando en unos meses a todos los seres vivos de nuestro mundo. Así que nunca podremos regresar. Aquello es ahora un desierto letal.
Los tripulantes bajaron la cabeza, apesadumbrados. Pero el ingeniero Thunderball, que era el más animoso y enérgico de todos, no tardó en recuperarse.
-Bueno, colonizaremos el planeta Alfa Cetus B-c, que tiene agua y oxígeno, y fundaremos allí una nueva Tierra. Somos 5 hombres y 5 mujeres, jóvenes y sanos…
-Un momento – le interrumpió el Capitán -. Es que también he estado estudiando los informes que nos ha ido mandando la sonda Precursor IV, que llegó a la órbita de ese planeta hace cinco años. Y no sé si será conveniente que desembarquemos allí.
-¿Por qué? ¿Es que está habitado por monstruos agresivos?
-Todo lo contrario, lo habitan criaturas buenas y sabias, de una rara belleza. Su coeficiente intelectual es mucho más alto que el humano. En su cultura predominan las artes y las letras. Su música, su literatura y su filosofía están muy por encima de las nuestras. En cambio, y aunque su ciencia es muy avanzada, su tecnología, condicionada por el más estricto ecologismo, está más atrasada y no utilizan energía nuclear ni combustibles fósiles; solo energías limpias. Además, no tienen armas ni conciben la violencia. En fin, que si nos establecemos allí y competimos con ellos, acabaremos exterminándolos; y habremos destruido una de las culturas más hermosas del Universo. Así que quiero proponeros que pasemos de largo y busquemos otro objetivo…
-¡De eso nada! ¡Iremos allí y conquistaremos nuestra nueva Tierra a esos bichos maricones! – gritó el ingeniero, imponiéndose al Capitán. De modo que procedieron a invertir la orientación de los motores, y vivir así el momento más peligroso del viaje; pues, a esa velocidad relativista y con el gran colector de protones inactivo, el más leve impacto con un cuerpo tan insignificante como un copo de nieve podría destruir la nave. Aunque la probabilidad de que eso ocurriese en el vacío interestelar era remotísima.
Por suerte para los angélicos habitantes de Alfa Cetus B-c, eso fue lo que pasó: Los bárbaros terrícolas se toparon con el único copo de nieve en diez millones de kilómetros a la redonda y, después de un cegador destello, el espacio volvió a quedar gloriosamente vacío, indiferente y ajeno a los afanes humanos.
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