Las propuestas para el 2019 giran sobre prendas que pueden llevarse sin esfuerzo en una suerte de reminiscencia centenaria de la cosmovisión de Coco Chanel en la ecuación infalible de comodidad y carácter equivalente a una elegancia y estilo propio.

Puede parecer que las hermanas Hadid o las Kardashian combinando pantalones de chándal con zapatos de tacón o mallas con prendas de noche hayan inventado un nuevo estilo pero, lo cierto es que, las prendas deportivas no han dejado de llevarse desde que aparecieron en los 70. Tuvieron su máximo esplendor en 1999 gracias a la cultura pop, en concreto a las Spice Girls, y a que muchas adolescentes adoraron los tejidos de punto y las cinturas elásticas con las que poder moverse con libertad.

Series como Friends mostraron un estilo casual con un toque lady y Sexo en Nueva York presentó un imaginario de estilismos con trajes, vestidos de raso y tirante fino, chales y faldas largas, que siguen siendo actualmente un referente de estilo. La actitud inconformista del grunge y del rock alternativo acercó a la moda la popularidad del casual chic incluyendo camisetas, sudaderas, zapatillas y el denim, tendencia que de hecho, continuó en la era 2000 y que firmas como Isabel Marant, Balmain, Missoni o Dior incluyen en sus propuestas para la próxima primavera.

El estilo deportivo esta presente en Calvin Klein, Prada y Etro con conjuntos de inspiración surfera. Reaparecen las mallas de ciclista en Fendi, Mugler o Chanel, que después de que en 1991 las subiera por primera vez a la pasarela con Linda Evangelista conjuntadas con una chaqueta amplia y un cinturón con el logo de la maison, las trae de nuevo combinadas con fantásticos sombreros. Además las firmas Erdem y Christopher Kane apuestan por el estilo lencero que Victoria Beckham fusiona acertadamente con elementos de inspiración masculina. Además el estilo artesanal del patchwork de los 70, crochet o macramé inspira a Chloé, Jacquemus u Óscar de la Renta.

En cuanto a colores se refiere el beige es el color estrella que inspira a Dior y sus bailarinas, las gabardinas de Burberry y Tom Ford y los conjuntos diurnos de Jil Sander. Sin embargo, también hay colores vibrantes en trajes con falda o pantalón, como por ejemplo en Escada en amarillo, Armani en verde, Gucci en turquesa, Peter Pilotto en naranja o el mono rojo de Hermès. Los estampados florales y geométricos aparecen superpuestos o en dos piezas combinadas entre sí, como muestra Versace, Roberto Cavalli, Louis Vuitton o Carolina Herrera. En cuanto a los detalles podemos encontrar flecos y plumas en Marc Jacobs, Givenchy y Valentino y lazos en Celine, MiuMiu o Martin Margiela.

A finales del milenio Jil Sander, Helmunt Lang y Prada con inspiración masculina en chaquetas impecables, pantalones de corte recto y prendas de discreto romanticismo establecieron su estatus como diseñadores de la mujer urbana que quería vestir ropa real sin caer en la excesiva sobriedad o renunciar a la feminidad. Veinte años después, se redefine el estilo de la mujer trabajadora envuelta en un nuevo glamour y sofisticación de la mano de Dries Van Noten o Martin Margiela y su vanguardismo parisino. Haider Ackerman crea camisas, chaquetas y vestidos de líneas rectas con un toque de elegancia inmediatamente identificable. Ann Demeulemeester con sus prendas introvertidas otorga una fuerza de sutileza independiente con telas experimentales, proporciones sencillas, asimetrías que muestran hombros, cortes andróginos y transparencias de sensualidad chic.

Esta por revelar lo que veremos en la alta costura y prêt-à-porter del próximo invierno, y tampoco hay certeza de lo que nos depararán los años 20 del nuevo milenio, únicamente espero que la comodidad y la aproximación entre géneros sean las premisas para el cambio de década. Y en cuanto a la actitud se refiere me remito a las palabras de Ann en el 97: “Quiero conocer a la mujer, no al diseñador que la viste”.