Cuando leí hace ya unos meses ANATOMÍA SENSIBLE,  del escritor  argentino Andrés Neuman, recordé enseguida una estrofa de la canción de Silvio Rodríguez, “Compañera”:

Comenzamos un día
por los tiempos
de siempre y todavía;
comenzamos felices
a juntar cicatrices,
como buenas señales de los años…

Porque si hay algo que nos define como humanos y mortales, es la marca que nos deja del paso del tiempo y la experiencia, eso que resulta a la postre ser la vida.

En Anatomía Sensible, Neuman  juega con la prosa poética  como un chiquillo lo haría con su colección de cromos, y ese juego resulta tan seductor, que convierte el libro en un relato de espejos cruzados, de innegable sensualidad en las palabras y en las imágenes, una evocación festiva y fresca del cuerpo humano en toda su extensión.

El autor, reconocido internacionalmente por su obra en la que destacan títulos como El Viajero del siglo o más recientemente Fractura,  se ha permitido el lujo de regalarnos un libro inclasificable que se mueve entre el género ensayístico y la prosa lírica para abordar el tema del cuerpo como abstracción y como realidad,  así como para proceder a la ‘legítima defensa’ de su imperfección estética o de su belleza alternativa,  proponiendo un recorrido sobre él de carácter filosófico, político y erótico. Gracias a su dominio del lenguaje y la palabra; Neuman transita por la anatomía y la metáfora con soltura, desmontando con frescura todos los prejuicios que la imperfección del cuerpo humano ha creado en nuestra sociedad, o mejor dicho que la propia sociedad ha ido creando durante el último siglo.

Andrés Neuman
Andrés Neuman

Antítesis de la publicidad televisiva y de la era del photoshop, Anatomía Sensible recorre, con habilidad e irresistible encanto, el cuerpo humano, recreándose moroso  en sus partes y recodos, en sus usos y lenguajes, descubriendo significados y enlazando ideas que estaban ahí pero no se veían,  para crear un todo, pero defendiendo la parte,  celebrándolo con sensualidad y lirismo, para regalarnos, al final, una suerte de lectura que quieres repetir o rememorar cuando la has terminado y cuyas imágenes te rondan  aún tiempo después.

La belleza de lo imperfecto es para Neuman la razón de ser de Anatomía sensible,  por encima de cualquier otra consideración, y empieza su manual de anatomía precisamente por la piel, que es,  aunque lo olvidemos con frecuencia, el más grande de nuestros órganos, la barrera defensiva frente al germen y la bacteria, incluso en ocasiones frente al mundo;  y lo concluye por lo más inmaterial e inasible, el alma, que no figura en ningún tratado de fisiología. Entre tanto, capítulo a capítulo, recorre partes del cuerpo y órganos, los estudia como un niño curioso, casi obsesivamente,  los define con poético lenguaje, los defiende de la agresión, los celebra como merecen: sin juzgarlos, sin buscarles simetría, alejándose de lo estándar o de lo que puede aparentar, cuando no nos paramos a pensarlo, lo normal y deseable.

Podría parecer que Anatomía Sensible es un tratado (alternativo y originalísimo) sobre las partes del cuerpo, y que además Andrés Neuman nos descubre aspectos ocultos de nuestro cuerpo, aparecen en él “piezas corporales” que desconocíamos que llevásemos con nosotros. Por supuesto el libro está mucho más cerca de lo literario que de lo científico. Pero a pesar de eso, los lectores encontramos en sus páginas mucha anatomía en los treinta capítulos cortos dedicados a los múltiples recovecos, movimientos y proporciones del cuerpo, un atlas de geografía humana apasionantemente arrebatado.

En Anatomía Sensible Neuman se afana, quizá algo forzadamente en ocasiones, en romper los cánones de lo feo y lo bello, presentando estéticas y miradas alternativas, en las que la palabra imperfección deja de tener significado porque simplemente no existe. Todo ello a través de un lenguaje muy arriesgado y lírico.  Lo mejor del libro de Neuman es que nos ofrece modos de comprender nuestro cuerpo, nuestra anatomía, que estaban ahí, pero a los que quizá nunca hubiésemos llegado por nosotros mismos y a la vez, nos permite una celebración del cuerpo, visto desde una nueva óptica, amplia y generosa con él, rompiendo estereotipos. No deja el autor resquicio de nuestra anatomía sin explorar, es exhaustivo hasta la obsesión y eso hace que nos deje en evidencia frente a nosotros mismos, puesto que deberíamos conocernos mucho más.  Su lectura podría ser una buena forma de comenzar a establecer lazos mucho más sanos con nuestro propio cuerpo y también sobre el cuerpo ajeno, una mirada más reflexiva y generosa, donde cuerpo-materia y pensamiento-abstracción conversen sin tensiones sobre la identidad y el deseo.

Como dice la canción de Silvio Rodríguez, las cicatrices forman parte de la historia, de la historia de nuestro cuerpo, señales del tiempo que no se deberían maquillar, sino celebrar como señales de los años y de la vida.