El poeta, dramaturgo y cineasta francés Jean Cocteau fue el autor del primer mensaje internacional, en 1962, que conmemoró el Diá Mundial del Teatro que se celebra cada 27 de marzo en atención de su declaración por parte de la UNESCO.
En 2018, coincidiendo con la celebración de su 70º aniversario, el Instituto Internacional del Teatro ha decidido seleccionar a cinco autores a los cuales les ha encargado escribir los Mensajes del Día Mundial del Teatro. Cada uno de estos mensajes representa a una de las cinco regiones de la UNESCO: Asia Pacífico, los Países Árabes, Europa, las Américas y África.
En el caso del mensaje para la región europea el actor, escritor y director de escena británico Simon McBurney, que, además, es el co-fundador del “Théâtre de Complicité”, es el encagado del mensaje de Europa.
Mensaje del Día Mundial del Teatro- Europa, Simon McBurney, Reino Unido
«A media milla de la costa de Cirenaica en el norte de Libia existe un vasto refugio rocoso de 80 metros de ancho y 20 de altura. En el dialecto local se le conoce como Hauh Fteah. En 1951 el análisis de datación por carbono 14 demostró una ocupación humana ininterrumpida de al
menos 100.000 años. Entre los artefactos desenterrados había una flauta de hueso datada entre 40.000 y 70.000 años. Siendo un niño, al oír esto le pregunté a mi padre:
“¿Ellos tenían música?”
Me sonrió.
“Al igual que todas las comunidades humanas.
Mi padre era un arqueólogo estadounidense, el primero en excavar en Hauh Fteah, en Cirenaica.
Me siento muy honrado y feliz de ser el representante europeo del Día Mundial del Teatro de este año.
En 1963, mi predecesor, el gran Arthur Miller, dijo en un momento donde la amenaza de guerra nuclear arrojaba su sombra sobre el mundo: “Cuando se nos pide escribir en un momento donde la diplomacia y la política tienen brazos tan terriblemente cortos y débiles, el delicado pero a veces amplio abrazo del arte debe soportar la carga de sostener unida la comunidad humana”.
El significado de la palabra Drama deriva del griego “dran” que significa “hacer”… y la palabra teatro que procede del término griego “Theatron”, literalmente significa el “lugar donde se mira”. Un lugar no solo dónde miramos, también donde vemos, obtenemos, entendemos. Hace 2.400 años, Polykleitos el Joven diseñó el gran teatro de Epidauro. Con capacidad para 14.000 personas, la asombrosa acústica de este espacio abierto es milagrosa. Un diálogo desde el centro del escenario puede ser oído en todos los 14.000 asientos. Como era usual en los teatros griegos, cuando observabas a los actores, también podías ver el paisaje detrás de ellos. Esto no solo juntaba varios lugares a la vez, -la comunidad, el teatro y el mundo natural-, también unificaba todos los tiempos. De la misma manera que la obra evocaba mitos del pasado en el tiempo presente, podías ver más allá del escenario tu futuro final. La naturaleza.
Una de las revelaciones notables de la reconstrucción de “El Globo” de Shakespeare en Londres también está relacionada con aquello que vemos. Esta revelación tiene que ver con la luz. Tanto el escenario como el auditorio estaban iluminados por igual. Los artistas y el público se podían ver unos a otros. En todo momento. Dondequiera que mires hay personas. Y en consecuencia, se nos recuerda que el gran soliloquio de, digamos, Hamlet o Macbeth, no eran meditaciones privadas sino debates públicos.
Vivimos en un tiempo donde es difícil ver con claridad. Estamos rodeados de más ficción que en cualquier otro momento de la historia o la prehistoria. Cualquier “hecho” puede ser cuestionado, cualquier anécdota puede reclamar nuestra atención como una “verdad”. Una ficción en particular nos rodea continuamente. Aquella que busca dividirnos. De la verdad. Y de unos a otros. Y así, estamos separados. Las personas de las personas. Las mujeres de los hombres. Los seres humanos de la naturaleza.
Pero al igual que vivimos en un tiempo de división y fragmentación, también vivimos en un tiempo de inmenso movimiento. Como nunca antes en la historia las personas se están desplazando; muchas veces volando; caminando; nadando si hace falta; migrando; por todo el mundo. Y esto es solo el comienzo. La respuesta, como sabemos, ha sido el cierre de fronteras. La construcción de muros. La exclusión. El aislamiento. Vivimos en un orden mundial tiránico, donde la indiferencia es moneda y la esperanza una carga de contrabando. Y parte de esta tiranía es el control, no solo del espacio, sino también del tiempo. Este tiempo en que vivimos renuncia al presente. Se concentra en el pasado reciente y en el futuro. Yo no tengo eso… Yo compraré aquello…
Ahora lo he comprado, necesito tener la próxima… cosa. El pasado lejano está destruido. El futuro sin consecuencias.
Muchos afirman que el teatro no puede ni podrá cambiar nada de esto. Pero el teatro no va a desaparecer. Porque el teatro es un sitio. Me gustaría llamarlo un refugio. Donde las personas se congregan e inmediatamente forman comunidades. Tal y como hemos hecho siempre. Todos los teatros son del tamaño de las primeras comunidades humanas, de cincuenta a 14.000 almas. Desde una caravana de nómadas a un tercio de la antigua Atenas.
Y dado que el teatro solo existe en el presente, también cuestiona esta desastrosa visión del tiempo. El momento presente es siempre un tema del teatro. Sus significados se construyen mediante un acto comunitario entre el intérprete y el público. No solo aquí, sino ahora. Sin la
actuación del intérprete el público no podría creer. Sin la creencia del público, la interpretación no sería completa. Nos reímos al mismo tiempo. Nos conmovemos. Nos quedamos sin aliento o enmudecemos. Y en ese momento, mediante el teatro descubrimos la más profunda verdad: que aquella que considerábamos la más privada división entre nosotros, los límites de nuestra propia conciencia individual, tampoco tiene fronteras. Es algo que compartimos.
Y no nos pueden parar. Cada noche reapareceremos. Cada noche los actores y la audiencia se reunirán de nuevo y la misma obra volverá a ser representada. Porque, como dice el escritor John Berge, “Muy dentro de la naturaleza del teatro hay un sentido de retorno ritual”, la razón por la cual ha sido siempre la forma de arte de los desposeídos, algo que a causa del desmantelamiento de nuestro mundo, somos todos. Dondequiera que haya intérpretes y audiencias las historias que no se pueden contar en ningún otro sitio se representarán, ya sea
en las óperas y teatros de nuestras grandes ciudades, o en los campos que acogen migrantes y refugiados en el norte de Libia y en todo el mundo. Siempre estaremos unidos, en comunidad, en esta representación.
Y si estuviéramos en Epidauro podríamos levantar la vista y observar cómo compartimos todo esto con un panorama mayor. Porque siempre somos parte de la naturaleza y no podemos escapar de ello así como no podemos escapar del planeta. Si nos encontráramos en “El Globo”
veríamos como preguntas aparentemente privadas se nos plantean a todos nosotros. Y si pudiésemos tener la flauta cirenaica de hace 40.000 años entenderíamos el pasado y el presente como indivisibles, y que la cadena que une la comunidad humana nunca será rota por los tiranos y demagogos.»
Simon McBurney: actor, escritor, director de escena y co-fundador del “Théâtre de Complicité”
El actor, escritor y director Simon McBurney es uno de los creadores teatrales más innovadores, volubles e influyentes actualmente en activo. Es cofundador de la compañía Complicite (Antes Theatre de Complicite) en Londres en el año 1983. Desde entonces ha trabajado con algunos de los mismos diseñadores, productores, directores de escena, actores, escritores (incluyendo una íntima colaboración de 25 años con el escritor John Berger quien murió en el 2017), en el marco de un proceso altamente colaborativo y de profunda investigación el cual fusiona una intensa fascinación por el lenguaje con la creencia en que todos los aspectos del teatro deberían poder hablar.
Ya sea creando obras originales o adaptaciones para el teatro, ópera o cine, o reinventando clásicos en Broadway, McBurney continuamente reta los límites de la forma teatral. Así como escribe y crea obras originales, no solo ha llevado grandes obras de teatro al escenario – Beckett, Brecht, Bulgakov, Durrenmatt, Ionesco, Daniil Kharms, Arthur Miller, Bruno Schulz, Shakespeare, y Ruzzante- también ha adaptado numerosas obras literarias.
En los últimos veinte años su trabajo ha retomado continuamente los cuestionamientos políticos, sociales y filosóficos sobre la manera en que vivimos, pensamos y actuamos como sociedad. La exploración y develación de ideas complejas se aborda mediante la utilización de
una teatralidad sorprendente, que no tiene miedo de unir las formas teatrales más antiguas con los aspectos más recientes de la tecnología moderna.
Actualmente de gira por Europa en una nueva versión, The Encounter es simultáneamente una instalación, una meditación filosófica sobre la naturaleza de la consciencia y un clamor acusador contra los supuestos colonialistas de la sociedad moderna consumidora. La obra realiza
cuestionamientos políticos, sociales y formales sobre lo que significa ser humano hoy en día. The Encounter fusiona la más antigua de las formas teatrales ancestrales, la narración simple, con la tecnología contemporánea al valerse de sonido binaural en directo emitido a cada
miembro de la audiencia mediante auriculares individuales. El énfasis, sin embargo, no recae sobre la tecnología sino en las preguntas fundamentales que McBurney plantea sobre la consciencia y cómo la sociedad occidental “piensa” mientras nos recuerda que debemos
escuchar a aquellos que se encuentran en los bordes nuestro mundo, si queremos sobrevivir.
La obra de Simon McBurney y la compañía de la cual es el director artístico ha sido reconocida no solo como la causante de un giro sísmico en el Teatro Británico durante los últimos 30 años, sino también como influencia en la obra de muchos creadores teatrales alrededor del mundo.
Entre los numerosos galardones recibidos destaca haberse convertido en el primer extranjero en recibir el prestigioso Premio Yomiuri de Japón (2011), fue Artista Asociado del Festival de Avignon (2012) y le han sido otorgados doctorados honorarios en varias universidades
incluyendo Lund, en Suecia, la Universidad Metropolitana de Londres y la Universidad de Cambridge.
Mensaje de Asia-Pacífico
Ram Gopal Bajaj, director de teatro, actor de teatro y cine, académico, ex director de la Escuela Nacional de Teatro de Nueva Delhi, es el autor del mensaje de Asia-Pacífico.
Mensaje de los Países Árabes
La encargada del mensaje para los países árabes es la directora de teatro, performer, escritora y cofundadora de la Zoukak Theatre Company, Maya Zbib.
Mensaje de América
La escritora y periodista mexicana Sabina Berman es la autora del mensaje de América.
Mensaje de África
A cargo de la artista multidisciplinar Wèrê Wèrê Liking ha estado el mensaje para conmemorar el Día Mundial del Teatro para el continente africano.
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