Consuelo Jiménez de Cisneros publicó el pasado 17 de febrero su nuevo poemario titulado “Somos islasˮ, una extensa recopilación de poemas breves que constituyen un pequeño universo lírico. Esta obra elaborada por Stereografica – web ha sido publicada en la revista online El cantarano, que fue inaugurada recientemente por la propia autora.

Consuelo Jiménez de Cisneros y Baudin nació en Alicante, y es catedrática jubilada de lengua y literatura española, así como escritora y conferenciante. Ha estado destinada como profesora y asesora técnica lingüística en diversos programas educativos y culturales en Francia, Holanda y Luxemburgo. Además, residió durante seis años en Marruecos, país donde también desempeñó una notable labor como asesora técnica. A lo largo de su vida, ha compaginado su labor como docente con su trabajo como escritora e investigadora, acumulando un total de más de cien publicaciones de diversos géneros y estilos: poesía, narrativa histórica, narrativa infantil y juvenil, ensayos, artículos, antologías, adaptaciones y biografías. De entre estas publicaciones cabe destacar aquellas destinadas a la figura de su abuelo, el célebre geólogo y paleontólogo Daniel Jiménez de Cisneros.

Buena parte de su obra ha sido traducida a varias lenguas, como el catalán, el gallego, el euskera e incluso el árabe. A lo largo de su trayectoria literaria ha recibido diversos galardones, como el premio Ciudad de Benidorm de Poesía, en el año 1984, el premio Ala Delta de novela, en 1994, y el premio Juan Valera de ensayo, que le fue otorgado en 2018.

Ahora, presenta este poemario cuya temática y estilo dejan entrever una madurez literaria bien consumada, y que nos acerca desde una perspectiva intimista a la voz poética de la autora. El prólogo de la obra ha sido elaborado por Francisco Mas – Magro, y la ilustración de la portada ha sido realizada por Juan Miguel Asensi.

Lo primero que salta a a vista tras la lectura de este extenso poemario es la importancia del yo poético, que saca a relucir una sentimentalidad con tintes dolorosos como medio principal de expresión. Esta expresión, a su vez, está motivada por escenas cotidianas, que a través de los ojos de la autora cobran un valor especial como fuente de creación literaria. Tras pasar por el tamiz de la construcción poética, todo ello se cristaliza en una poesía intimista cargada de riquezas expresivas.

En lo que respecta al desarrollo de dichas escenas, en numerosos poemas puede apreciarse la importancia de la naturaleza, que se trata siempre desde la perspectiva de lo urbano. Si ciertos poetas como Neruda cantaban a los grandes espacios naturales, aquí la autora se ceñirá a ámbitos más reducidos, en los que un trocito de mar, una flor o un pájaro son suficiente para despertar el espíritu de la creación.

Esta visión de la naturaleza quizá no sea el tópico predominante del poemario, pero sí que cobra una especial importancia si lo ponemos en relación con otros aspectos del contenido, gracias a los cuales adquiere un sentido profundo que va más allá de la mera representación de escenas naturales.

En este poemario existe un tristeza velada que subyace a todas las composiciones, y que permanece de principio a fin con distintos grados de intensidad dependiendo de la sección en la que nos encontremos. Sobre esa melancolía se van construyendo los temas, que no atienden a una disposición lineal del contenido, sino más bien a una nebulosa en la que se van entrelazando distintas cuestiones que oscilan en torno a una concepción doliente de la vida y la importancia de la reminiscencia.

Para el desarrollo de esas cuestiones se utilizan ciertos temas que poseen un carácter simbólico en sí mismos, como el desconsuelo ante la vejez, el sentimiento de pérdida o el amor pasado. Gracias a ellos, los recursos semánticos como las metáforas (o los símiles, que aparecen en menor medida) cobran una efectividad mucho mayor de la que poseen por sí mismos.

Para materializar este contenido en composiciones poéticas, el poemario incorpora tres tipos principales de poemas: odas, poemas meditativos y elegías. En las odas y en los poemas meditativos es donde se recurre mayormente a esos elementos naturales a los que nos referíamos anteriormente, que se utilizan como símbolos o como entidades con las que se identifica la propia autora. En el caso específico de los poemas meditativos, este tipo de construcciones recuerdan enormemente a los proverbios de Machado, en los que la reflexión acerca de aspectos muy concretos de la existencia busca una significación que se abre desde lo específico hacia lo universal.

No obstante, el tipo de poemas en los que se aprecia una mayor efectividad sentimental posiblemente sean las elegías. En ellas, la tristeza y la melancolía que subyacen a todo el poemario salen a la superficie con un desgarro de dolor, en el que el lamento se vuelve explícito y el discurso poético se convierte por un instante en un nudo que atenaza la garganta de la voz poética.

Las elegías se construyen de dos formas distintas. Por un lado, algunas de ellas hablan del dolor de la partida, tomando como núcleo temático la pérdida y la marcha del ser amado. En estos casos, por tanto, se habla de la partida de forma explícita. Sin embargo, hay otro tipo de elegías con un significado más oculto: nos estamos refiriendo a aquellas en las que la voz poética no se lamenta por la pérdida del ser amado, sino que espera un encuentro con él que nunca llega a producirse. En estos último, si cabe, la carga emocional es mucho más densa, porque el dolor de la pérdida no se produce directamente, sino que se llega a él a través de una expectativa frustrada.

Volviendo al conjunto general de poemas, cobra también una especial importancia el tono de nostalgia frente a la juventud perdida, pero al mismo tiempo se glorifica la sensibilidad para percibir el mundo que solo se puede adquirir a través de la madurez. Este sentimiento de pérdida cristaliza en la expresión de la soledad familiar y el amor, sobre el cual la autora solo puede escribir desde el recuerdo, la memoria, la nostalgia o la pérdida irremediable.

Respecto a esta última idea, el sentimiento del amor se presenta como una reminiscencia constante cargada de felicidad amarga. En torno a él, cobran una especial importancia la sensualidad y el erotismo, que se tratan desde una perspectiva sutil y delicada que bebe directamente de las influencias de la poesía erótica femenina que se desarrolla a lo largo del siglo XX en el ámbito hispánico. Como ejemplo de esta percepción del amor se puede citar el siguiente poema, cuya relación entre título y contenido sintetiza todo lo dicho en este párrafo:

Evocación

El olor de la piel desnuda

La brisa de tu voz en mi oído

La madera crujiendo

Toda esta temática va configurando en el poemario una visión doliente de la vida, que además cobra una especial efectividad gracias a la brevedad de los poemas y los versos. De este modo, la síntesis lingüística se utiliza como el medio principal para cargar de sensibilidad el poema, pues al hacerlo se confiere a cada una de las palabras un significado mucho más amplio del que poseerían en una construcción mayor.

Esta voluntad por buscar la brevedad como medio de expresión emocional nos hace pensar que quizá este poemario reciba influencias de la poesía oriental, cuyo funcionamiento formal se basa en esta práctica de reducción. Esta idea se nos confirma en la propia contraportada de la obra, en la que se afirma que en su elaboración se han tenido en cuenta las corrientes poéticas orientales, que se reflejan a través de la forma estrófica principal que rige todo el poemario: el haiku.

El haiku es una composición poética japonesa que se basa en la construcción de poemas de tres versos carentes de rima. En su adaptación métrica al castellano, estos poemas se establecieron con el esquema silábico 5 – 7 – 5. Sin embargo, en este poemario esa adaptación tradicional que se realizó en el periodo de las vanguardias, a principios del siglo XX, se moderniza y no parece ceñirse ya a un esquema silábico concreto. Esto nos lleva a pensar que la autora, más allá de haber recibido influencias directas de autores como Matsuo Bashō, seguramente haya tomado como punto de partida los haikus de otros poetas mucho más posteriores inscritos ya en la tradición hispánica, como es el caso de Mario Benedetti, que trabajó ampliamente sobre este tipo de estrofa.

Sobre esa forma de haiku, se construirán la mayoría de poemas de la obra, sobre todo en la segunda mitad. Por ello, la búsqueda de la brevedad se hace patente gracias a esta estructura, mediante la cual se elaboran poemas que incluyen esas temáticas relacionadas con el sufrimiento ante el paso del tiempo, que va cargando la vida de problemas y malas experiencias. Como ejemplo de ello, podríamos citar el poema Nanaˮ:

Nana

Para N. y S.

Dormid, mis niños, dormid.

Que todavía es temprano

para empezar a sufrir.

En toda esta nebulosa temática, que gira en torno al desconsuelo, la tristeza y la añoranza del tiempo pasado, se reconoce también una intención del yo poético por disfrutar de la belleza del mundo, una intención que se ve acrecentada por el temor ante el paso del tiempo. En ese disfrute del mundo, volvemos a reencontrarnos con la apreciación de los elementos naturales, que se utilizan a menudo con una finalidad simbólica, y entre los cuales destacan la noche, el atardecer, el amanecer, las estaciones o la Luna. De hecho, esa apreciación de la naturaleza también posee tintes dolorosos que recuerdan a aquel pasaje de “Las ratasˮ, de Miguel Delibes, en el que el anciano que se encuentra próximo a la muerte percibe la naturaleza como algo cambiante, y cierra su vida con el duro testimonio en el que confiesa al protagonista que, siendo consciente de su inminente final, había vuelto “a bajar al río, pero el aire ya no olía como cuando era jovenˮ.

En todo ello se produce una identificación simbólica con los elementos naturales, entre los cuales destacan algunos como las plantas cuyas hojas se las va llevando el viento, o las flores que ya nadie acariciaˮ.

Respecto a la métrica, se confiere en el poemario una especial importancia a los haikus, a los que ya nos hemos referido. No obstante, también se incorporan otras formas poéticas en las que se sigue reconociendo ese gusto por la brevedad y la síntesis. Por ello, se incluyen estrofas como los cuartetos o los sextetos, que al igual que ocurre con los haikus, han sido modernizados, dejando de lado los esquemas fonéticos y silábicos tradicionales para dar prevalencia al mensaje.

De este modo, la forma se suscribe al contenido, y se libera a los versos de su encasillamiento rítmico para darles una mayor eficiencia expresiva, melódica o comunicativa. Como ejemplo de esta modernización estrófica, podemos poner el poema Palabrasˮ, en el que los dos tercetos que lo componen obedecen a una estructura puramente temática:

Palabras

Hay palabras como escalofríos,

cuchillos que se clavan en el alma,

espadas que hieren mortalmente en el corazón.

Y también hay palabras

que curan y acarician

salpicando la piel de paz dulcísima.

Con todos estos rasgos y características, temáticas y formales, Consuelo Jiménez de Cisneros ha conseguido construir una obra intimista y emotiva, cargada de una sentimentalidad universal en la que cualquiera puede ver reflejada su propia voz. Todo aquel que lo desee, puede leer gratuitamente el poemario a través del portal web de la revista digital El Cantarano, accediendo al siguiente enlace: https://elcantarano.com/somos-islas/