“El aire es denso y alto tras la nieve. / La luz tiene sonido; / carece de costuras. // Mira cómo el dolor del corazón / se vuelve cuerpo, / hierve, / se agiganta. // Mira cómo el camino se divide / en mil senderos solitarios. Mira / morir el aire en esta masa triste / hecha de adioses y de bayas muertas. // Cuando termine el viento, / cuando amaine la luz, seremos agua. // El agua misma que los ríos llevan”.
Agustín Pérez Leal nació en Teruel en 1965. Ha publicado los libros de poemas Cuarto Cuaderno o Libro de Siberia(Pre-Textos 2001), La Noche en Arras (Pre-textos 2006), Tú me mueves(Pre-Textos, 2016; XXIX Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás) y las plaquettes En la Tumba de Orfeo(Comunidad Budista Soto Zen Luz Serena, I Premio de Poesía Naturaleza y Conciencia, 2014) y No es sino luz(Ed. ad minimun, 2018).
Hablar de Agustín Pérez Leal es hablar del silencio, del poeta que desaparece en su búsqueda por medio de la palabra exacta. A partir de la inspiración, sus versos maduran y cristalizan con lentitud, en un proceso de fraguado lento que da forma a una poesía libre de ornamentaciones innecesarias. A través de su mirada, alcanza esa voz callada que tiembla en cada uno de sus libros.
“Llega la vieja tarde / a renovar su voto de dulzura // y ya en mi corazón / reconozco la mansa luz del vino. // Descansa, mundo, mientras / hila otra aurora el viento de la noche”.
El aroma orientalista y la mística cristiana se unen para dejar un poso de espiritualidad que se nutre de muchas fuentes. Así, a través del uso de la naturaleza como milagro que trasciende, llegamos a un diálogo meditativo, a un estado de comunión del ser con el mundo, con la vida.
“Vibra un acorde / final, ceñido, íntimo / como una gota // de ámbar llorado. / Nunca tuve raíces. / Me acuna el aire”.
La contemplación espiritual y estética nos hace sentir la fugacidad del ser, el presente y el instante como eternidad. De esta forma, el autor traspasa cualquier limitación y creencia para acercarnos a la realidad desde el vacío, para ir más allá de los sentidos y tomar conciencia de que el todo y la nada confluyen en uno mismo.
“Ahí, en ese charco / bruñido al sol, tu cita: / tu reflejo. // El charco guarda el mundo / y ahora estás en él. // Te miras a los ojos; / ves el cielo. // Te sabes: reconoces / las canas, las ojeras. // Esa es tu cara ahora. // Aquí. En este charco. // Y no eres más que luz”.
En la poética de Pérez Leal el amor lo supera todo. La atención a los pequeños detalles, a los elementos que acompañan al ser y convierten la existencia en una celebración, crea un entorno lleno de luz y de simbolismo. El disfrute por lo que nos rodea forma parte de nosotros, aquí y ahora, y supera los sentidos. Todo es presencia.
“Aquí respiro ahora: / un fuelle nada más. / Brilla un pájaro entero / en mi pecho vacío. // Cantan las azucenas. / Como ventanas / azules al invierno / florecen ojos. // En este mundo estoy. / Recién regado”.
La musicalidad y la luminiscencia de sus versos recrean ese misterio que está en la propia raíz. El tiempo es transformador y testigo de la fragilidad del ser humano, nada permanece y en ese flujo aparecen los ojos del autor, su perplejidad y su asombro.
“A solas, no soy yo cuando las gotas / gruesas del aguacero / me borran del paisaje de un plumazo / y riegan lo que escribo / mientras ya cruzo el patio de las sombras”.
La belleza está en la mirada, en esa fuerza que recibimos de manera inexplicable y nos lleva a las profundidades del pensamiento. Desde ese punto, los temas fundamentales de su poesía son las grandes preguntas que siempre nos asaltan. Todos somos participantes de algo más elevado que lo palpable y el poeta se siente responsable de hacerlo visible. Su desaparición, su observación, su relativización y su sentir aparecen desde la abstracción del propio yo, para dejar paso a la mera reciprocidad con el espectáculo del mundo.
“¿Adónde mira mi ojo / que no sea ver vivir? / ¿Qué mira que ser no sea– / que no viva o fertilice– / que no se atenga a la luz? / Nada no es. Todo bulle. / Palpita en la plenitud. / Y en el inmenso torrente– / la gran marea del viento– / ¿qué es un ojo sino más– / algo más –un poco más / –parte de este gran prodigio / –algo que mira en el ver?”.
Agustín Pérez Leal es un cristal transparente a través del cual fluye la escritura. Su filosofía personal se forja desde el gozo, desde la gratitud y la humildad que hacen del camino una senda de descubrimiento. Cada libro de poemas se percibe como una unidad fraccionada, como una fotografía que se vela y se desvela frente a la conciencia. La escucha es el pilar en el que apoyarse y cada palabra es fruto de la meditación y la pausa. El poeta es un caminante incansable y, más allá de la vida y la muerte, está el vacío, el todo. Como él mismo dice:” Nada creado está fuera de mí. / Del abrazo que soy. / Del abrazo que somos. // Y adentro está la vida – / regalada. / Y afuera está la vida / –regalada”. Ejerzamos la escucha, alimentémonos. Leamos.
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