“Si supiera que iba a morir mañana no me preocuparía por nada, viviría un día cualquiera contigo, haría contigo cualquier cosa: fregar los platos, leer un libro, dormir un poco, ordenar los hilos de la costura, escuchar esa música nuestra, colgar el pequeño cuadro de las mariposas, doblar los calcetines haciendo una bola, cualquier cosa. // Y al caer la tarde me sentaría a tu lado con un té con canela entre las manos, sin decirte nada, tan sólo mirando el horizonte enrojecido que se nos apaga”.
Cristina Granja Cortés (Alicante) comenzó su etapa de escritora en 2014, a través de las redes sociales, donde es conocida con el nombre de “Hilos de Tinta”. Cuenta en la actualidad con más de 25.000 seguidores en España y toda Latinoamérica. Debido a sus múltiples inquietudes artísticas, se ha dedicado a pasiones como la fotografía, la música, la ilustración, la danza y la poesía, que en 2016 dio como resultado su primer poemario, Hilos de Tinta, ilustrado por ella misma. Basado en los poemas de esta publicación, junto al compositor y músico Gabriel Jiménez Olariaga, su pareja artística y compañero en la vida personal, se han realizado diversos espectáculos performance como Dama&Alfil (Sen-Sen producciones), así como la incursión en el teatro con la obra Donde nacen las mariposas, con la que, gracias a la autoría y creación de un guion propio y su dramatización, ha recibido diversos galardones (mejor escenografía y puesta en escena, el premio especial del Jurado y tres premios a la mejor actriz). Con gran éxito de público y crítica, esta obra fue también representada en el prestigioso festival de teatro Internacional de Girona, FITAG, en 2019.
Encontrarse con las palabras de Cristina Granja es abrir la caja de Pandora, surcar un mar de tinta que nos deja atados a una emocionalidad que solo se descubre en la poesía. El lenguaje vuela por un universo privado, lleno de pasiones, de anhelos y de sueños. Nos hace respirar más allá de toda certeza para recordarnos la trascendencia del amor, la inusual eternidad de la carne. De esa manera, en su obra, los relojes pierden sentido, los ruidos se desvanecen y dan paso a un juego de soledades que gira en torno a los amantes.
“Puedo recordar sin tocarlos la suave textura de tus labios, cada uno por separado, como dos frutas exóticas, maduras, jugosas; y esas tus comisuras en las que me detengo, que no son fin y descanso sino desespero; la presión que ejerces sobre los míos, el deslizar de la carne delicada, el cambio del rosa pálido al intenso, a veces un leve sabor a sangre por un mordisco de pasión y de deseo, la sensación inevitable del vértigo en mi ombligo, de una sed que no se sacia nunca, y de mareo”.
En su cosmos personal se entrelazan la realidad y la ficción, la cotidianidad y ese sabor intangible de lo perpetuo. Una línea temporal une los recuerdos con la sutil imagen del futuro. Así, el presente se agranda, se magnifica para conmover a la poeta y hacer de lo nimio una fuente inacabable de inspiración.
“Magia que vuelve equilibrio al caos, manos que se mueven, aún torpes, entre madejas desordenadas, de un rincón a otro, surcado el silencioso aire. Y en su mudo baile tejen y tejen su red de araña, sostén para un tiempo que no se para. Y el negro silencio se mueve como una espada, y cual tirano entre sombras ordena y manda. Servil preparo la escena, los músicos se preparan, y la sinfonía comienza cada mañana: mamá, leche, agua, risa, pipí, caca, beso, hambre, abrazo, caricia, lágrima…, y el maldito tiempo que no se para”.
Dolor y felicidad conviven en un mismo círculo, como parte de un todo que nos hace ser conscientes de la existencia, de la vida, de la importancia de cada aliento compartido que no se puede repetir. En un estado de infinito gozo se abren multitud de dimensiones, un mapa de sensibilidades y reflexión sobre la naturaleza del ser, sobre la mortalidad.
“Dormiría horas muertas entre flores frescas vestidas de lluvia olvidada. Sumirme yo misma en el olvido, sueño de muerte viva, profundo, lejano, vacío, nada. Descansar en lecho de seda, lilas que vistan mi cuerpo y sobre la almohada, que rodeen con su abrazo violeta mi alma desarmada, hechizo que me regresa y que me calma.”
La fragilidad y la melancolía se dejan ver en cada verso, a través de imágenes llenas de romanticismo. Su necesidad por expresarse, por volcar sus sentimientos, es espontánea y a la vez intuitiva; una invitación a viajar al fondo del alma sin simulaciones. Desde esta perspectiva, encontramos cambios, revoluciones internas, vértigo, ilusiones… Toda una cascada de efectos que la autora compone en un entorno de sinceridad y subjetivismo.
“Miro a través de la niebla el espacio abierto frente a mí; la pared, los muebles, la cortina de lino que mueve la brisa suave, mi taza de té sin acabar, ya frío, un leve olor a lilas marchitas. No soy capaz de comprender; no quiero, y los cierro de nuevo. // Y en mi oscuridad no soy nadie, sin nombre, sin edad, ni sexo, ni condición, solo un yo mecido por la vida misma, frágil, magia, consciente y subconsciente. Voy y vengo, como danzarina sobre el filo de invisible frontera”.
La naturaleza dibuja un horizonte en el que fundirse, en el que identificarse como mujer, fuente de vida y fortaleza. El poder de la diosa se posa sobre el papel en blanco y las estaciones son un símil de todo aquello que nos recorre por dentro. Mariposas, metamorfosis, luz de la Madre Tierra, son metáforas que dan forma a lo vivido.
“Quiero dormirme de nuevo bajo mi ventana abierta, rendir mis ojos y dejar que me envuelva y adormezca la dulzura de la vida y de las cosas sencillas, la nana de Madre Tierra, la nuestra, nuestro hogar, tuyo y mío, girando alrededor de una estrella. Sobre una tierna hoja de hierbabuena, una oruga se ha envuelto en su seda”.
Cristina Granja tiene en proceso diversos proyectos. Entre ellos está la publicación inminente de su segundo libro en colaboración con la ilustradora alicantina Susana López Varó. En él, recoge el trabajo poético de estos últimos años, fiel al estilo intimista y extremadamente sensible que la caracteriza; una poesía y una narrativa accesible y pasional con la que ha conseguido conectar con un público mayoritariamente adolescente que comparte y hace suyas sus letras.
Cabe destacar también que se encuentra en proceso de escritura de un recetario con relatos de temática erótica, un poemario infantil, un libro de relatos cortos, una reedición especial de su primer libro poemario y la realización de la que será su primera novela. Dice la autora: “La mía es una voz de mujer, a veces de niña, que es fuego de pasión y de vida, es el aire de los sueños, del amor imperecedero y del tiempo, es el agua de la lluvia y de las lágrimas que brotan del alma como el río de la vida, y es la tierra vibrante que nos acoge como una madre bajo el cielo”. Respiremos. Soñemos. Leamos.
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