“EN EL CRISTAL, / en su transparente inevitable, / en ese cristal se precipita el cálculo / y sale la cuenta perdiendo. // En el cristal, / con su dureza de grietas, / no pasa la piel, / se queda atónita a este lado. // No te quiero en el cristal. / Te quiero / para que la mano sea espuma / y sea arena seca”.

Oscar Navarro Gosálbez (Alicante, 1971) es licenciado en Filología Hispánica y se dedica a la enseñanza del español como lengua extranjera. Es uno de los miembros fundadores de la asociación cultural Letras de Contestania, habiendo participado en la primera edición del ciclo de recitales “Poetas en Cercanías”. Han aparecido algunos de sus poemas en fanzines como Hijos del aburrimiento o El Manifiesto Azul. Del mismo modo, varios poemas suyos han sido publicados en antologías colectivas como Poetas en el Puente de los Espejos (2021), preparada por Esther Abellán Rodes y publicada en la editorial Eléctrico Romance; Antología de poesía viejoven (2020), coordinada por Ana Patricia Moya y Manuel Guerrero Cabrera y editada por Versátiles Editorial, o Escribo porque eso… porque no puedo hablar (2016), antología de poesía LGTBI. Tiene dos poemarios publicados: Carta Astral (Boria Ediciones, 2018) e Imago (Boria Ediciones, 2022).

Es difícil comenzar una reflexión sobre lo etéreo que puede ser el mundo que nos rodea, sobre la fantasía y la sorpresa que envuelven la realidad. Pero en el camino hacia la madurez, existe un momento en el que nos damos cuenta de que el paso del tiempo es un elemento transformador, una metamorfosis continua que nos lleva hacia quienes somos y nos descubre, entre incertidumbres y certezas, nuestra propia esencia.  Desde ese punto, el pensamiento juega sobre el papel en blanco, aparece la necesidad de nombrar, de ser a través de la palabra y los silencios. Surge la necesidad de la poesía.

“NO EXISTE INOCENCIA / en el trazo del futuro. / Escribir — decir / es hacer una elección. // Tampoco / hay inocencia / en la mirada”.

La fugacidad, el espejismo de lo eterno, se esfuma ante nuestra mirada perpleja por el milagro. El lenguaje toma un cierto tono visionario, enmarcado en la metáfora del “imago”, último estadio de desarrollo de un insecto, para descubrir la luz y convertirse en resplandor ante ella.  De esta manera, el poeta busca lo mínimo y se acerca a lo conciso, a la idea que nace y se desprende. De ahí el sentido aforístico de algunos versos.

“FLORES DE JACARANDÁ / por el suelo repiten / el todo tiempo pasado, / anunciando el declive / de la primavera, / pues en todo principio / se esconde el final / todo iniciar es / un concluirse. // Flores tumbadas- heridas / del jacarandá, del color / con que escribo estos / versos”.

La celeridad de lo sensible claudica ante el recuerdo, ante los sueños que modifican el pasado, sin la intención de mentir. El miedo, presente en todo cambio, trepa por el ciclo infinito de los días y se resguarda de lo callado. Óscar Navarro abre su alma hacia ese otro desconocido que lo habita.

“¿CON QUÉ SUEÑA LA LIBERTAD / cuando está dormida? / ¿Sueña con praderas / o con playas? / ¿Sueña con cadenas? // Cuando duerme la libertad, / el miedo / pretende su corona”.

La invitación al amor, a la vida, al tacto están en Imago. El desdoblamiento del poeta provoca asombro ante el mundo, ante la mirada que descubre lo desconocido. Así, la transparencia, la desnudez de las noches a la intemperie, nos precipita hacia la pasión de la existencia, hacia el inicio y el final como pilar de las muchas preguntas y escasas respuestas.

“Cuando vengan / darán con otro, / no con aquel que amó a iguales, / no con aquel / que lloraba males de altura, / encontrarán / las grietas del tronco de una palmera / y pasarán de largo, / aunque ya no los vea”.

 Óscar Navarro nos ofrece en Imago un retrato del proceso de madurez que nos coloca ante “el otro”, un ser que somos y descubrimos, con suerte, al llegar al estadio adulto.  Bajo la aparente naturalidad de sus versos existe un discurso profundo y contundente. Tal y como escribe en el prólogo Ramón Bascuñana, “la palabra se despoja de todo artificio, de toda retórica, de todo engolamiento y se recubre de esa difícil y misteriosa sencillez en la cual, como afirmaba JRJ, la palabra es cosa misma. Porque eso es la poesía, la palabra”. Leamos.