“Placer de ceniza, / el poema es un conjuro / que invoca el regreso / de raíces muertas / o luces olvidadas, / aquí duerme la energía / de las cosas sin nombre, / piénsalo antes / de trazar estas líneas, / no será fácil pagar / el precio del rescate”.

José Antonio Pamies Franco (Cox, 1981) es Licenciado en Derecho por la UCH-CEU de Valencia. Máster Universitario de Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid, donde también realizó estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Reseñas y poemas suyos han aparecido en diversos blogs y revistas como Empireuma, Insólitos, Ágora, El Toro de Barro, Nayagua de la Fundación José Hierro, Piedra del Molino o Librújula. Ha sido seleccionado para participar en varias antologías: III día Internacional de la Poesía en Segovia; Poética Armilar (LapízCero ediciones); The Phoenix RisingfromtheAshes: Anthology of sonnets of theearlythirdmillennium=Le Phénixrenaissant de sescendres: Anthologie desonnetsaudébut du troisièmemillénaire (Friesen Press, Victoria, B.C., Canadá); y Finalista del I Premio Internacional de Poesía Jovellanos «El mejor poema del mundo» (Ediciones Nobel).

Sus poemarios publicados son Campos de Hielo (Ediciones Babilonia, 2012), Afonías (seleccionado entre los finalistas del XXVI Premio Gerardo Diego de Poesía para autores noveles, de la Diputación Provincial de Soria, publicado por LapízCero en 2013), Diario nómada. 326 estaciones (II Premio Internacional de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca, homenaje a Miguel Ángel Velasco; editorial Sloper y Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca, colección Minerva, 2014) y En el umbral del día (I Premio Internacional de Poesía «Málaga, Ciudad del Paraíso», Fundación Málaga, colección 25 poemas, 2019).

Traspasar algunos umbrales implica una catarsis, un esfuerzo que provoca tránsitos interiores. Inicia un diálogo con el vacío y con la existencia misma perdida en cada silencio o en cada hueco del universo. La poesía aparece y desaparece, se crea y se destruye a placer mientras queda atrapada entre las palabras, para descolgarse en todos los abismos y marcar el camino de la obra de José Antonio Pamies.

“Malgastas energías adelantando / acontecimientos dramáticos / que no han de suceder, / vendrán otros, desconocidos, / por sorpresa, es la vida / y no tendrás tiempo / de ensayar respuestas / o planificar el orden / transitorio de los días azules”.

La voz del poeta se ahoga entre las afonías del corazón desmesurado, y el tiempo, la memoria, las ensoñaciones recrean el medio y se convierten en un fogonazo, en un generador de sombras que difumina lo humano y va más allá de la conciencia. La vida danza en torno a los versos, al movimiento espontáneo del lenguaje y sus signos. El símbolo se hace carne para traducir el mundo:

“Acto de realidad: / palabra abierta hasta decirse luz, / llameante estallido de la sombra, / blanca disolución del vacío. // Despertar / en presencia del poema, / con la humildad de un monje, / como artesano que renace / al sol de su taller. // Acto de realidad. // Palpitan en trabajos de luz / palabra y vida”.

La realidad se confunde con las letras, con la percepción de todo lo sensible, de todo lo palpable que mueve al poema y lo convierte en eterno, en una senda de espejos donde las voces interiores no callan. Desde dentro, fluye la búsqueda, el acontecimiento de escribir casi involuntario, la metafísica desde las propias entrañas.

“Entonces / sentía la vida / como una sucesión de espejos / abiertos al futuro, / había algo eléctrico en todo. // Pero hace ya tiempo / que agoté esas lecturas, / no hallo nuevos colores, / y embutido en pretextos / carentes de emoción / me invade el vacío / en los reflejos de la noche”.

En la propia fragilidad se destruye el poema, aparece la muerte y la herida. La voluntad se queda indefensa ante la escritura, ante el embrujo de la tinta que toma forma en el papel. Los silencios definen una patria en la que Pamies se extingue al encontrar algunas certezas, todas las dudas.

“Este sencillo cuadro / de fracasos abiertos / en el que tantas miradas se detienen, / confirmando sus victorias / de familia y sueldo fijo. // Estos versos / de procedencia tímida / no pueden ofrecer seguridad alguna, / carecen de interés o rendimiento, / sufren de alergia hipotecaria, / ni siquiera pagan las facturas. // Compañeros de viaje, / tan inútiles y tan queridos, / suelen temblar conmigo / allí donde el asolador bullicio / de los días iguales impera”.

La belleza atrapa todas las miradas y el poeta se siente sujeto. Es imposible escapar de la fascinación por las letras, de ese dominio invisible que ata al autor. Necesidad, desasosiego y clarividencia sobre el hecho poético definen al yo subjetivo.

“Palabra detenida, verso que cruzas la noche / en imágenes sigilosas, / como felino en extinción. / Salvaje movimiento / de alucinantes formas y colores, / vida, imposible fuga, / belleza que cruzas la noche”.

En el umbral del día es un libro en el que el poeta sigue la estela de sus anteriores poemarios. Su poética se reafirma y crea un núcleo compacto, un discurso que desde su primera publicación profundiza y ahonda en el hecho de escribir. El sol se cuela por las rendijas de sus poemas y nos transmite la sobriedad y la contención que caracterizan a José Antonio Pamies. Su literatura nos descubre y nos llena, nos hace “contemplar este milagro / de las horas detenidas / por amor al tiempo innumerable / que la naturaleza crea. // Abrir huecos a las palabras / de esta luz presente / que dignifica y vive / también entre nosotros”. Tras su lectura solo queda “amanecer al silencio, / donde el poema habita / y es verdad esencial”. Sintamos el fuego que nos quema el corazón. Leamos.