“Cuando vi mis huellas digitales / esparcidas por tu estepa / ucraniana, pensé que solo / estabas espiándome. Mis / documentos no eran / importantes, ni tan siquiera / comprometedores. Con la / sequía comprendí que me / amabas”.
Julio Soler Izquierdo (Elche, 1964) es narrador y poeta. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Alicante. Fundador de las colecciones literarias Peces Solubles y Frutos Secos. Ganador del premio de cuentos “Ciudad de Elda” en 1993 y diversos accésits.
Ha colaborado en fanzines, revistas y libros colectivos tales como El séptimo fruto (Frutos secos, 1992), Quince líneas (Tusquets, 1996) o Relojes y nubes (Frutos secos, 1987). En prosa ha publicado El balcón de Laura (Frutos secos, 1987) y La belleza de la fruta (Frutos del Tiempo, 2018). Sus poemarios son En el fondo todos deberíamos llevar sombrero (Editorial Malvarrosa, 1996), Compárteme con embolsamientos de aire frío (Peces Solubles, 1998), Bestias Enamoradas (Peces Solubles, 2014) y Pues tú me eliges el veneno (Peces Solubles, 2016).
Cuando una ya está cansada de esperar que las nieves perpetuas desaparezcan, llega el deshielo. Un deshielo que vuelca el agua sobre las rocas y corre desesperado en busca de una nueva realidad. La confusión, las sombras, los seres oscuros que transmutan, las luces que se mueven, chocan con la poesía para crear mundos incandescentes. Y es ahí, donde es posible encontrar a Julio Soler, a sus criaturas que se disuelven con una sola mirada, que se vuelven bestias acuáticas o juegan en la selva que hay tras la próxima esquina.
“Mi yeti. / Mi abominable hombre de las nieves. / Mitad hombre. / Mitad bestia. / Siempre que jugamos tú y yo al escondite / nos interrumpen los exploradores. / Pero siempre ganamos los dos. / ¿Por cierto dónde estás?”.
En sus versos, el amor ni se crea ni se destruye, solo se transforma para darnos su cara más desenfrenada. Aparece y se esconde con la fortaleza de la ironía y la diversión, roza los cuerpos, hace heridas, nos somete y nos recuerda que somos seres salvajes ejerciendo de cotidianos transeúntes.
“Hoy… ese mono se muere por mí. / Tumbado. / Caído de bruces ante nuestra multitud. / En Domingo. / Mientras tú y yo bailamos el Funky Town. / Hoy ese mono muere por mí / a pesar de que seamos de hemisferios tan diferentes / Felicidad que mañana muera por ti / y bailemos otra canción pero también en Domingo”.
Sus palabras son como una película impresionista. Su estética hace que los sentimientos, las emociones y las realidades psicológicas entierren en el subsuelo lo aparente y nos trasladen al desconcierto y al pensamiento profundo que, en busca de lo lógico, se queda flotando.
La asociación libre de ideas crea en su poética un mecanismo que nos arrastra hacia las profundidades del ser humano, que obliga a hacer interpretaciones en base al propio subconsciente. Las metáforas y las imágenes oníricas se perciben como una realidad palpable, con la profundidad de un espejo que se puede traspasar en cualquier momento para ser partícipe de otra dimensión.
“Corriendo, / sueño que soy un furtivo / mientras una rehala de colosales mastines / me persigue. / Vadeo arroyos, / hago crujir la hojarasca, / invado incluso los territorios del lobo / y disimulo un poco. / Al atravesar definitivamente la espesura / veo el único árbol de este nuestro campo abierto. / Trepo. / Ya puedo dormir dulcemente junto a tu rama”.
Con pinceladas dadaístas, Julio Soler abraza lo absurdo para explorar y experimentar. Tanto lo visual como lo sonoro se entremezclan y alcanzan una dimensión casi lúdica donde el autor rompe las convenciones a través del humor, e incluso la irreverencia. Así, sus poemas desprenden rebeldía, espontaneidad y cierto aire nihilista con el que trasladarnos al caos, a la no respuesta.
Algunos de sus libros van acompañados del Manifiesto de los protectores de los peces solubles, toda una declaración de intenciones en la que el tono surrealista del poeta se muestra a través de diecisiete puntos-leyes fundamentales. Su manera de concebir la vida, el arte y, concretamente la escritura toma un carácter multidisciplinar, multigénero o alternativo, donde el azar, la contradicción y los disfraces tienen cabida.
“14-. Abandonémonos a la contradicción. Digamos blanco para irremediablemente después decir negro, comamos ajos tiernos y después cerezas maduras, propaguemos las buenas plagas, vivamos porque morimos, tiremos cohetes tanto cuando marque un gol el Barcelona o el Real Madrid, pero sobre todo cuidemos a los niños como se dice en cualquier proverbio chino”.
Las referencias cinéfilas, musicales y literarias transitan los textos de Julio Soler con libertad. Su imaginación, unida a ese espíritu de trotamundos atemporal y poliédrico construyen los pilares de su voz. Las fuentes heterogéneas de las que bebe diseñan un paisaje trenzado por el que pasearse a corazón abierto, sin prejuicios ni parámetros preestablecidos. De esta manera, nos adentramos en un viaje psicodélico y lleno de enigmas que no requiere de razonamiento, sino de destreza sensorial y anímica. Dice el poeta en Pues tú me eliges el veneno: “Ahora me toca a mí cambiar las reglas /… / repitamos las caídas / adelante y atrás / vamos a reírnos”. Nademos como peces sin miedo por las aguas de su universo. Leamos.
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